El saber como pasión

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(30/11/2021) Llega diciembre, echas la vista atrás y ves un camino lleno de cadáveres. Hombres y mujeres de cualquier edad y oficio que ya no comerán el turrón en Navidad ni levantarán la copa para brindar por el año nuevo. Diciembre le hace a uno filósofo.

A los vecinos y familiares que se nos fueron -que ya sería motivo suficiente para la melancolía y la derrota- hay que sumar ahora a los personajes que conocemos a través de los medios de comunicación, lo que hace que la nómina de los “despedidos” aumente cada año a niveles insospechados hasta hace pocas décadas.

 Ves cualquier película de cine clásico y es como asistir a una representación hecha por cadáveres.

 Cadáveres exquisitos que cantan, bailan, ríen y aman, como si nunca hubieran de morir. Pero nosotros sabemos que están muertos y bien muertos.

 La llegada de Internet, como ocurriera con la televisión,  ha multiplicado las cifras de conocidos a los que nadie nos ha presentado. Personas a las que vemos y oímos a diario y que acaban siendo más cercanas que los vecinos del rellano, pero a las que antes o después termina llegándoles la “vasta y  vaga y necesaria muerte” que diría Borges.

-Luis, ha muerto Escohotado -me lanzó mi cuñado el pasado veintiuno del mes en curso.

 Y el domingo se me vistió de luto.

  Soy de los que acudo a menudo a esa universidad no presencial que es Internet para aprender de las personas que considero sabias. Tras una ardua selección de los numerosos conferenciantes que ofrece la Red termino quedándome con aquellos que, en los temas que me gustan, tienen algo que decir y que además saben decirlo. Algunos no aguantan el primer examen -enseguida se les ve el plumero de telepredicador, la baba ideológica-, pero cuando encuentras una joya de sabiduría vuelves y vuelves a ella hasta agotar sus clases.

 Y una de esas personas era para quien esto escribe Antonio Escohotado. Un hombre con sus luces y sus sombras como todos, pero amante del saber como pocos. Un apasionado defensor de la enorme capacidad de enseñar que tiene la Red.

“Internet es la mayor revolución. Yo diría que más que la conquista del fuego y más que el descubrimiento de la rueda…pero quizá falten dos o tres generaciones para asimilarlo”, nos dijo el filósofo y ensayista recientemente fallecido.

 No podemos derrotar a la muerte, pero podemos burlarla en vida y Antonio tenía una manera de conseguirlo: perseguir el conocimiento, la pasión por el saber.

 Vean algunas de sus frases, cogidas a vuelapluma por el autor de este artículo:

“Mi vida ha sido feliz porque he perseguido el conocimiento.”

“Todo lo que yo sé lo tenéis en vuestro móvil”.

“El ser humano se traiciona si no se da cuenta de que su destino es saber.”

“A la verdad se llega estudiando y con humildad.”

“Un país es rico porque tiene educación. Educar significa que aunque puedas robar no robas.”

“La riqueza es conocimiento. Y sobre todo un conocimiento que te permite el respeto ilimitado por los demás.”

“Internet para el estudioso es el paraíso terrenal.”

“La ciencia es la humildad en la búsqueda de lo verdadero y en cuanto pierda esa humildad ya no es sino una forma de embaucamiento.”

……

Si la felicidad absoluta hace muy trágica la muerte, según dijo Ernesto Sábato, la sabiduría también. Pero no al sabio, que muere con la paz que da el deber cumplido, sino a los que ya no podremos saborear sus lecciones.

 De ese pozo de sabiduría que era Antonio Escohotado siempre nos quedarán como consuelo sus libros, sus conferencias, sus entrevistas, sus consejos, su humanidad…

Permitan que termine con otra frase del sabio:

 “Hay tres tipos de amistad: la basada en la conveniencia (el nivel más bajo), la que se basa en la afinidad (alguien que es afín a tus gustos a tus formas de pensar) y la que se basa en la excelencia (en ver que el otro es un ser excelente que te influye y que se deja influir por tu excelencia).”

 Noviembre se llevó a un ser excelente. Gracias Antonio por haber vivido. Por tu pasión por saber.



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