El abrazo en los tiempos del virus

noli-paolo varonese

(10/04/2021) Dicen que cuando todo pase, cuando la vacuna consiga por fin la inmunidad de rebaño (somos el rebaño humano, ¡qué importantes!) volveremos a tocarnos y a mirarnos a una distancia íntima, a esa distancia que siempre se consideró incómoda, pero que ahora, obligados a los dos metros, tanto echamos de menos.

 Hay miedo a tocarse. Un miedo que han extendido desde los despachos predicadores de “haz lo que te digo, pero no hagas lo que hago” para protegernos de los demás. Un miedo antiguo porque el hombre siempre fue, para muchos, un lobo para el hombre: Homo homini lupus que dijo el comediógrafo Plauto y divulgó el filósofo Thomas Hobbes.

 Visión pesimista de la naturaleza humana (del rebaño humano) que se ha incrementado con la llegada de la pandemia y que convierte en enemigo a todo aquel que se acerca con los brazos abiertos o con la mano extendida.

 “Nos aislamos con vallas y alarmas. Estamos rodeados de muros para protegernos del otro. Solo abrazamos la seguridad” dice la autora teatral Magüi Mira que acaba de estrenar El abrazo (un texto de la autora sueca Christina Herrström) en el Teatro Bellas Artes de Madrid.

  Pero el abrazo siempre fue clave para la especie. “El roce hace el cariño” decían las abuelas. Sin el abrazo íntimo de los enamorados la especie su hubiera ido al garete hace tiempo. Sin la mano extendida hacia el otro nunca se hubieran sellado las paces. Evolucionamos como seres necesitados de tocar y de que nos toquen. Es fundamental para seguir viviendo. Forma parte de nuestra esencia.

 Ahora, ese abrazo se ha convertido en algo peligroso y el “no me toques”, el Noli me tangere que le lanzó Cristo a la Magdalena, (uno de los temas más repetidos por los pintores de todos los tiempos, como el de Paolo Veronese que abre este artículo) cobra cada día una extraña actualidad inimaginable hace apenas un año.

 Requebramos a quienes se acercan a tocarnos, con un golpe de cintura los evitamos mientras inventamos el abrazo virtual que uno no sabe muy bien en qué consiste, porque ¿puede un abrazo ser virtual? ¿pueden arrancarse del abrazo el tacto, el roce, la presión, el calor?

 Dicen que se han ido mucho viejos durante la pandemia. Que se han ido tristes y hambrientos porque ya solo se alimentaban de caricias, de abrazos. Y ¿quién puede dar un abrazo a dos metros de distancia?

 La seguridad nos ha llevado a la crueldad de no abrazar a nuestros mayores, hombres y mujeres que siguen yéndose hambrientos de besos y de abrazos. Hambrientos de piel. De aquello que era su verdadero alimento.

 La pandemia nos ha descubierto la enseñanza a distancia, la telemedicina, el teletrabajo y las relaciones virtuales. Pero se ha olvidado de los abrazos.

 Séneca, el cordobés más universal, en sus Cartas a Lucilo dijo como contrapunto a la frase de Plauto, escrita más arriba, que Homo, sacra res homini (el hombre es algo sagrado para el hombre).

 Y uno quiere creer que sí. Que gracias al triunfo del abrazo se acabarán las guerras, los genocidios, el terrorismo, la esclavitud, el racismo y la violencia. Porque hablamos el lenguaje de la piel, de la respiración, de los gestos. Somos fruto de hileras interminables de besos. De inacabables tejeduras de abrazos. Esa es nuestra lengua materna más universal.

 ¿A dónde irán los abrazos que no dimos?, ¿qué será de esta generación que crece huérfana de abrazos y nada en las negras y peligrosas aguas de lo virtual?

“Hace tanto tiempo que no abrazo a alguien que ya no sé cómo se hace” dijo en su día el gallego José Ángel Taboada antes de morir solo y empotrado entre kilos de basura (padecía el síndrome de Diógenes) a pesar de tener más de tres mil quinientos amigos en Facebook.

  El abrazo es calidez, seguridad, cercanía…El abrazo es salud: aumenta la autoestima, reduce el estrés, genera confianza, disminuye la ansiedad y fortalece el sistema inmunitario (físico y emocional)… ¿quién da más por menos?

 Los abrazos generan oxitocina (la hormona de los abrazos) que es considerada la hormona responsable de que nos amemos, seamos fieles, compasivos y amables.

  Los abrazos deberían estar disponibles en las farmacias.



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