El ministro que se hizo viral

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(30/03/2021) Hoy no existe mayor acto de rebeldía que hablar de amor. Es cierto. Pero si me lo  permite el autor de la frase, si acepta que parafrasee su sentencia, diría que hoy no existe mayor acto de rebeldía que hablar de leer.

 Escucho al ministro de finanzas francés, Bruno Le Maire, y, además de la envidia que me produce que haya países con políticos así (hombre de letras, escritor, admirador de Proust y que cree en la literatura), me descoloco del todo cuando me entero de que un discurso suyo se ha hecho viral hablando sobre la lectura. ¿Cómo?

 La defensa que ha hecho recientemente sobre la superioridad de los libros frente a las pantallas debería ser asignatura obligatoria no ya en los colegios, sino en las universidades, en los hogares y hasta en los despachos más tecnológicos.

 Imagínense al ministro frente a un grupo de jóvenes diciendo estas palabras: “Twiter no os permite construiros. Como todas las redes sociales, uno no se construye con ellas, uno se ahoga con ellas. Leed. Apartaos de las pantallas. Salid de las pantallas. Las pantallas os devoran, la lectura os alimenta… Las pantallas os vacían, los libros os llenan…”.

 Decir esto y salir ileso ya resultaría milagroso, pero si el discurso recibe todos los aplausos y se hace viral nos confirma la potencia intelectual de este lector francés que ha llegado a ministro.

 Este hombre de letras que, paradójicamente se halla al frente del ministerio de las cifras (como aquel programa “cifras y letras” que dejó de emitirse hace años), sabe de las dificultades que está teniendo la lectura ante la invasión de todo tipo de pantallas. Y lo sabe porque tiene un hijo adolescente.

 Es un hecho probado que entre las primeras víctimas de ese desapego por la lectura están los jóvenes: “tengo hijos, uno de ellos va al instituto -dice el ministro francés- y lo de la lectura se ha convertido en un combate…Está claro que es un combate porque las pantallas son lo fácil, captan la atención, te atrapan y además están muy bien organizadas”.

 Tras hablar de “combate” Bruno habla de la lectura como un inmenso placer “que va a desarrollar vuestra imaginación…que os va a permitir abriros a mundos nuevos…que os va a permitir entender quienes sois, que va a poner palabras a aquello que sentís…que os va a susurrar cosas que nunca habríais comprendido sobre vosotros si no las hubierais leído”.

 Y los jóvenes, boquiabiertos por lo que les dice el ministro, oyen cómo les asegura que si quieren entender algo sobre el deseo de aventura tienen que leer Robinson Crusoe, que si quieren aprender más sobre los deseos y los celos  han de leer Albertine desaparecida y si alguien quiere entender el sentimiento que provoca el rechazo amoroso debe leer a Proust.

 Se habla mucho de la pérdida de biodiversidad a la que nos está llevando el cambio climático, pero poco o nada sobre la brutal pérdida de biodiversidad intelectual a la que estamos asistiendo y a la que nos conduce tanto atragantamiento digital.

 Tampoco se habla de otro cadáver que se oculta en el armario del consumo compulsivo de pantallas: la libertad.

 “La literatura os da libertad. Las palabras os dan libertad para construiros y ser quienes sois. Se lo digo a todos los estudiantes que nos escuchan. Cada uno de vosotros es único. La literatura y los libros os permitirán descubrir hasta qué punto sois únicos. Cada persona es única y es la literatura la que nos lo enseña”, sigue clamando Le Maire ante la asombrada muchachada.

  Admirable, señor ministro, pero ¿me permite un pequeño apunte?  Coincido con usted en lo de los placeres que proporciona la lectura, también en el sometimiento al que nos llevan las pantallas y en el condicionamiento que hacen a nuestro consumo, a nuestro comportamiento, a nuestras prácticas, a nuestros gestos y hasta a nuestros pensamientos, pero permítame decirle que si no hubiera sido por las redes sociales, si no hubiera sido por la pequeña pantalla de mi móvil, si alguien no me hubiera enviado su discurso ante los jóvenes por esa puerta al mundo que es hoy cualquier pantalla, nunca me habría enterado de su hermoso discurso en favor de la lectura. Y tampoco hubiera podido mandársela a mis contactos.

 Su potente discurso, pronunciado el pasado veinte de enero con motivo de la 22ª Jornada del Libro de Economía, se hubiera quedado en un humilde instituto del barrio parisino de Bercy

 Las pantallas pueden devorarnos, pero pueden instruirnos. Merci beaucoup, monsieur le ministre.



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