Castellano

identid

(10/11/2021) Aproveché el puente de Todos los Santos para leer el reciente libro de Lorenzo Silva “Castellano”, una mezcla de ensayo y observaciones personales que toma como hilo conductor la revuelta comunera llevada a cabo en la Castilla de hace quinientos años.

 Lo que más me ha llamado la atención en dicha lectura no ha sido la exquisita narración de aquel conflicto (del que ya lo escribió casi todo y bien el gran Joseph Pérez en su tesis doctoral La Revolución de las Comunidades de Castilla), sino las observaciones personales del autor que salpican la obra, unas referidas al carácter de los castellanos y otras a la toma de conciencia de su identidad castellana.

 Tengo que reconocer que pocas veces me he sentido tan identificado con un autor como me ha ocurrido con Silva leyendo “Castellano”. Sobre todo cuando trata el tema de su concienciación como castellano cuando vivía en Cataluña.

 Estas son sus palabras referidas a dicha epifanía: “alguien que nunca tuvo noción de ser nada, en términos de adscripción colectiva y que podría no ser quien lo narra, acaba siendo y sintiéndose algo”.

 El párrafo aludido cierra el prólogo de la obra que el autor titula “Identidad” donde confiesa en sus inicios que “mi existencia estuvo marcada por el peso a menudo molesto y en ocasiones insoportable, de la identidad. No la mía: la ajena”

 Y me he sentido identificado con el autor porque yo mismo (y que me perdonen los lectores por personalizar este tema) en la mitad de los años setenta estuve en aquella tierra y “gracias” a mis compañeros catalanes de trabajo que se referían a mi como el “castellano” (pronunciado “castelano”), yo, que como Lorenzo Silva “nunca tuve noción de ser nada”, caí en la cuenta de mis orígenes, de mi identidad como hijo de las tierras de Castilla. ¡Ándale! Que dicen los mejicanos.

 Mientras yo apenas me abrigaba con mi nueva identidad, sin saber muy bien qué hacer con ella, ellos se entregaban a una exagerada exaltación de sus orígenes, de sus canciones, de sus costumbres, de sus banderas para recordarme con ojos machadianos que como castellano yo no era más que un “atónito palurdo sin danzas ni canciones”.

 Tanto me lo recordaron que transcurridos dos años pasé de identidades y raíces y me vine a Castilla, a esta ciudad contada, donde sigo pensando en el cansino tema de las raíces y las identidades que tanto han servido y siguen sirviendo a determinados sectores sociales para ganar adeptos.

 Hoy mismo, mientras escribo este artículo, me llega la noticia de que el currículo de bachillerato contiene ciento setenta y siete alusiones a la identidad, lo que confirma la vigencia del “nefasto fetiche de la identidad” que diría Rafael Sánchez Ferlosio.

 Por supuesto que hay que trabajar la interculturalidad y evitar que se pierdan identidades culturales, pero el problema viene cuando esa identidad se esgrime contra los otros por considerarla mejor o superior a la suya, para caer en localismos estériles.

 Dice el escritor Lev Mendes que “estamos en una época de polarización tribal renovada, en la que la identidad grupal se define con frecuencia en términos exclusivistas para utilizarlos mejor como maza contra los otros”.

 Pero estaba escribiendo sobre “Castellano” el nuevo libro de Lorenzo Silva, novela híbrida con algún claroscuro, pero original y con grandes aciertos en su planteamiento.

 Un libro que sin caer en el victimismo refleja la historia de una Castilla callada y deshecha a la que desde hace quinientos años se le ha ido “desangrando, humillando, desarbolando, poco a poco, paulatina, gradualmente, aunque a conciencia” en palabras de su autor.

Quiero terminar este artículo con un último recuerdo de mi estancia en tierras catalanas. Asistía a una función de teatro en el salón de actos del colegio. Tras la representación de la obra llegaron las preguntas casi todas dirigidas a un actor con acento argentino que había bordado su papel.

- Y tú, ¿de dónde eres? -le tuteó un muchacho con esa insolencia que da la edad.

-¿Yo?…yo soy ciudadano del mundo -le respondió.

 Volví de Cataluña con muchos saberes en mi mochila, entre ellos: mi identidad recuperada (que sigo sin saber muy bien para qué sirve) y las palabras de aquel actor argentino.



Los comentarios están cerrados.