Hombreriegas

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(20/11/2024) Corren malos tiempos para El Tenorio. El popular melodrama de José Zorrilla que se representa todos los años cuando llega noviembre, se topa con toda clase de adversidades y tropiezos atizados por todo aquello que se considera políticamente correcto en nuestros días.

 Si mi padre levantara la cabeza (recuerdo que se sabía el drama de cabo a rabo y que solía recitarlo por “los Santos”) comprobaría como la política de la cancelación y la censura, cuelga sobre la cabeza del burlador cual espada de Damocles.

 Vivimos unos tiempos donde se cuestiona todo y donde se nos indica insistentemente aquello que debemos pensar. Y el Don Juan de Zorrilla, uno de los mitos universales de la literatura, muestra una rebeldía y un desafío ante todos los poderes que pocos soportan. Don Juan se sale de la línea marcada por la religión, el poder y la moral de turno, y hace siempre lo que le viene en gana. Pero ese mito, al que el mismo Mozart dedicó una ópera, el Don Giovanni, ese mito que se ha representado con enorme éxito en los teatros de medio mundo, tiene los días contados. Dicen.

 Algunos han sugerido que para templar gaitas y mantener la tradición, se cree la figura de un “don Juan” femenino, pues al parecer esa carga machista que rodea al personaje no es digerible en estos tiempos de reivindicación feminista. Por eso, los directores teatrales, sensibles al movimiento woke, donde la raza y el género son puntales sagrados, lo han intentado todo para hacer digerible el personaje a las nuevas sensibilidades. Desde un don Juan negro a un don Juan homosexual y, por qué no, a un don Juan femenino, porque ¿acaso las mujeres no son iguales al hombre?, ¿acaso ellas no pueden alardear de sus conquistas y de sus crímenes como hacen ellos? ¿Acaso no hay mujeres que se dedican o pueden dedicarse a seducir novicios y cantarles aquello de “¿no es cierto ángel de amor que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?”. ¿Acaso no hay mujeres tan aficionadas al sexo contrario, que coleccionan amantes como alardean los protagonistas masculinos, esos que la gente de la calle siempre llamó mujeriegos?

 Para lograrlo, dicen, bastaría con extender, como algunos apuntan, un término que ya existe en México y que es el de “hombreriegas” usado como femenino de mujeriegos: mujeres que coleccionan amantes y cometen todo tipo de atropellos, a lo tenorio, para lograr sus conquistas. Mujeres que, si tienen que matar para lograr sus propósitos, pues matan. Como hacen ellos.

 “Hombreriega asesina a su amante” fue uno de los titulares de prensa mexicanos que llamaron la atención del escritor Sánchez Dragó en uno de sus viajes a la capital azteca según contó más tarde.

 En cualquier caso, es una estupidez no continuar con la tradición del Tenorio y aún mayor el acusarlo de violador. Don Juan es un seductor, tal vez un ser acomplejado que tiene la necesidad convulsiva de conquistar mujeres para demostrar su hombría como han dicho algunos psicólogos, pero es un seductor, al fin y al cabo.

 Es necesario pues “hacer una lectura del mito de Don Juan poniéndolo en su tiempo, en su momento, con sus costumbres… porque si intentamos hacer ahora una disección de Don Juan el feminismo, la liberación de la mujer y el laicismo harían imposible entender ahora un don Juan como es el de Zorrilla” dijo la actriz española Fiorella Faltoyano en la VII edición de Letras en Sevilla que bajo el lema ¿qué nos queda del don Juan? trató el tema del donjuanismo.

 Pero más allá de que estemos ante uno de esos mitos universales que ha aportado España a la cultura universal (otro sería El Quijote), más allá de que estemos ante una obra maestra de la literatura, más allá de la musicalidad de sus versos, de su idealismo ante la belleza, más allá de todo, la llegada de don Juan a primeros de noviembre debería ser un motivo de fiesta. Porque las bromas macabras, las espadas y peleas, los disfraces, los sudarios y calaveras, los fantasmas y el miedo, no tenemos que buscarlos en Halloween, porque todos esos elementos están con nosotros desde mucho antes, desde que un vallisoletano, don José Zorrilla, nos regaló el Tenorio.

 Para increpar a los muertos y llamar a los fantasmas como se debe, nadie como don Juan que lleva más de cien años invitando a cenar a un muerto:

“Yo a nada tengo pavor,
tú eres el más ofendido,
mas si quieres te convido
a cenar, Comendador…



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