En el campo deleitoso

confort

(30/11/2017) Si hay dos cosas que detestan los avezados gurús de los nuevos mercados, globales y competitivos, son el perfil bajo de sus empleados y la zona de confort en la que pudieran instalarse.

-Tienes un perfil demasiado bajo, Mariano, deberás salir más en los medios. Que hablen más de ti aunque sea para mal.

 Y Mariano dice que para qué. Que bastantes estúpidos salen ya en la pantalla como para que salga uno más. Que en el jardín digital crecen los necios cual amapolas en trigal. Que él prefiere huir de la notoriedad y de la popularidad deseadas como berzas por los burros de la ignorancia.

 Además, añade Mariano, qué de malo tiene pasar desapercibido y huir de focos y titulares, lo que cuenta, jefe, es la eficacia, los resultados,…

 Y el jefe calla y piensa que con Mariano no va a llegar a ninguna parte que no da el perfil para el que se le contrató, que no tiene visibilidad y que “vuela bajo el radar”.

Pero Mariano que es tímido por naturaleza, solo aspira a la felicidad de pasar desapercibido, de mezclarse con la multitud como uno más y sin que nadie le reconozca. Sabe que aquellos que presumen de un perfil alto son, con frecuencia, arrogantes y vanidosos y eso no está entre sus planes. Él prefiere el anonimato, la desaparición, que no se le preste atención.

 Hasta el trabajo en grupo, ese sancta sanctorum de las nuevas empresas, es algo que le cuesta. Siempre le gustó trabajar en solitario y sin ayuda, ser independiente. Pero ahora había llegado la moda del trabajo grupal -donde muchas veces se hablaba de todo menos de lo convenido- y pobre de quien, como él, prefiriera estar callado, o no fuera el centro de atención, o no tuviera las cualidades sociales para trabajar en grupo.

-Tu manera de vestir, Mariano, tampoco llama la atención. Deberás cambiar de estilo.

 Pero Mariano prefiere vestir como las personas de su entorno, dejar el traje y la corbata a compañeros agresivos que quieren comerse el mundo. Él, no. Quiere vivir alejado de diseños y de modas, no llamar la atención a nadie, pasar desapercibido.

 Y entonces surge lo que hace tiempo esperaba oír. Ya tardaba demasiado el jefe en recordárselo.

-Tienes que abandonar tu zona de confort, Mariano, buscar nuevos retos en tu vida profesional.

Y Mariano, incapaz de responder por las bravas a su jefe se retira en silencio preguntándose por qué tiene que abandonar ese espacio vital que tan bien conoce, esas rutinas diarias que tanto le ha costado conseguir y que son todo un placer: café, barrio, amigos, trabajo…Lo de siempre. ¿Hay algo más parecido a la felicidad que vivir confortablemente sin enrolarse en aventuras o experiencias cual adolescente alocado? Bastante le costó comprar el piso, conocer al vecindario y buscar trabajo, como para tener que abandonar esa zona de confort como lo llama su jefe. Ese espacio donde se mueve como pez en el agua. Esos pequeños deleites que da el vivir.

 Y la palabra “deleite” le lleva a algo que leyó hace tiempo. Son unos versos de un poeta antiguo llamado Fray Luis de León que siempre le impresionaron.

 “Dichoso el humilde estado/ del sabio que se retira/ de aqueste mundo malvado,/ y con pobre mesa y casa/ en el campo deleitoso/ con solo Dios se compasa,/ y a solas la vida pasa,/ ni envidiado ni envidioso/.

  Seguro que el jefe, su jefe, no ha leído nunca a Fray Luis de León, el poeta que mejor cantó a la “zona de confort” que tanto repudia el mandamás.

 Dicen que la zona de confort no es un lugar estimulante, que no permite el crecimiento personal, que hace que nos sintamos vacíos y apáticos y que hay que abandonarla para comerse el mundo. Pero Mariano piensa que en vez de comerse el mundo, el mundo le ha comido a él hace tiempo, desde cuando ansioso y estresado dejó de trabajar para vivir y se entregó en cuerpo y alma a vivir para trabajar.

 Y mientras lo piensa vuelve a refugiarse en fray Luis de León, saboreando el sosiego de sus “eses”:

“Qué descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido/ y sigue el paso por donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido”.

Y mientras lo recita, el jefe le amonesta:

-Mariano, hombres como tú no mueven el mundo.

Y mariano piensa que para qué. Que el mundo va muy rápido y necesita sosiego. Que como dijo Pascal “los problema del hombre nacen de no saber quedarse en su casa”, en su zona de confort.



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