Viaje al centro del libro
(10/08/2017) Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que se atacan autobuses llenos de turistas, que se pone en el punto de mira a quienes contribuyen a que crezca nuestro menguado PIB, aprovechando, digo, que las aguas vienen revueltas, algunos mesetarios, habitantes de ese conjunto vacío que es la España interior, se han apresurado a reivindicar otro turismo, la visita a lugares menos vistos, pero que tienen su peculiar encanto, un encanto que solo conocen las cigüeñas.
Un peculiar viaje al centro de la tierra verniano, libre de hordas enfurecidas con el visitante, una excursión de fin de semana a eso que se ha llamado turismo cultural y que no consiste en visitar lo de siempre: la Alhambra, la Sagrada Familia, la Mezquita de Córdoba, el Festival de Almagro o la Catedral de cada lugar, sino otros puntos de interés, “bellos desconocidos”, que apenas aparecen en las guías turísticas y que esperan ansiosos la llegada de visitantes que llenen ese enorme despoblado que es la España interior.
Ir, por ejemplo, a Aguilafuente en Segovia y gozar con la exposición sobre el Sinodal que se presenta en la Iglesia de Santa María (del 12 de mayo al 5 de noviembre del año en curso) y que rinde homenaje al primer libro impreso en España, allá por el año 1472, gracias a Juan Párix, alemán de Heidelberg, que imprimió las actas del sínodo celebrado en Aguilafuente a instancias del obispo Juan Arias Dávila.
Si además de ver una exposición bien medida y mejor diseñada, tienen la suerte de que se la explique Fermín de los Reyes Gómez, comisario que les asesorará sobre las coordenadas históricas de aquel evento, pues mejor que mejor y aquí paz y después gloria.
Y si después de saborear la historia del Sinodal de Aguilafuente, que es lo mismo que paladear la revolución de Gutenberg y los orígenes de nuestra imprenta, se acercan a Turégano y se hospedan, por poner otro ejemplo, en El Zaguán, pues continuará su turismo al centro de la cultura en una posada adornada, con gusto exquisito, con aperos y antigüedades de un mundo rural ya desaparecido y que cuenta -¡¡asómbrense!!- con libros en su salón para alimentar el alma de cualquier letraherido que se acerque al secano cultural de tanto agosto.
Luego pueden pasear su plaza y asomarse al espléndido castillo donde estuvo preso Antonio Pérez, primer ministro y privado del rey Felipe II y responsable de estimular la Leyenda Negra contra su rey y contra su patria.
A poca distancia, en Ontones de Benjumea, podrán seguir inmersos en ese peculiar viaje al centro del libro visitando el Museo Pedagógico La Última Escuela creado por la Asociación Cultural “El Corralón” en 1996 que recoge la historia de la escuela española desde mediados del siglo XIX hasta los años setenta.
Una señora, metida en años y experiencia, nos enseña el Museo Pedagógico un domingo por la mañana con las prisas lógicas de quien quiere acudir a misa de doce, pero con el entusiasmo febril de lo que se hace por primera vez:
-Son mis hijos, los dos profesores, los que hacen crecer esta colección –nos dice mientras nos enseña los viejos pupitres, vacíos ya de niños, pero guardianes de los objetos que atesoró aquella escuela de enciclopedia Álvarez, pizarra y pizarrín.
Por eso les digo, les vuelvo a decir, que visiten estos lugares ocultos y presuman de ser turistas antes de que los bárbaros de todos los nortes les apedreen el coche o les pinchen las ruedas.
Porque aquí, en estos lugares de la vieja Castilla, vacíos de niños y de futuro, son bien recibidos los turistas, siempre que dejen tiempo para acudir a misa de doce, lo que no es mucho pedir.
“¡El turismo mata a los barrios y destruye el territorio!”, gritan los bárbaros mientras pinchan las ruedas de autobuses cargados de turistas, pero aquí sabemos que lo que de verdad mata el paisaje y la vida es la despoblación, la ausencia de niños y de escuelas.
Habrá que hacer un puente aéreo desde la costa hacia el interior para que nos envíen sus excedencias de turistas o para que vuelvan los que se fueron en los 60, a ser posible con sus hijos y nietos para que estos pagos puedan recobrar la esperanza.
Mientras, les propongo otra ruta cultural. Una que incluya en su deambular a ese interior olvidado la iglesia románico-mudéjar de El Olmo de la Guareña, la Casa Blasonada de Cañizal y el cementerio protestante de Villaescusa. Todas en el sur de Zamora.
Un viaje al centro de la tierra. De la tierra olvidada.