La vida en los tiempos del COVID

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(30/04/2020) Cuando en el año 234 d.C (234 después del Coronavirus) se estudie el impacto que tuvo la epidemia en todo el mundo, uno de los puntos a tratar será, sin duda, el de la moral y la estética  en los años que siguieron al “gran contagio” (los años “post-corona”) y las tendencias que marcaron la moda y la vida.

Todas las catástrofes que se recuerdan tuvieron sus consecuencias en las costumbres y en la moda de quienes las padecieron y de ello hablan los libros de historia.

 La revolución francesa, por ejemplo, tras el Terror, en los años del Directorio, sacó a la calle a muchos parisinos que vestían de una manera particular. Eran los incroyables (increíbles) y las merveilleuses (maravillosas, divinas…) que crearon tendencias exageradas y decadentes “al estilo de los guillotinados”: ellas con el pelo cortado bruscamente, dejando el cuello libre (el cuello, que tanto había segado la guillotina, se convirtió en un fetiche), vistiendo tejidos transparentes y collares rojos imitando la sangre vertida en la Plaza de la Revolución y ellos con trajes excéntricos, corbatas enormes, gafas imposibles, sombreros coronados con “orejas de perro” y pelambre hasta los hombros.

 Tras la Primera Guerra Mundial, la mujer, que tuvo que trabajar en las fábricas, abandonó los apretados corsés, los enormes sombreros, las faldas incómodas y la ostentación de la Bélle Époque, y se apuntó a prendas más cómodas: pantalones, vestidos sin mangas, pelo a lo garçonne… y los hombres a los pantalones de cintura alta sujetos por tirantes, a las chaquetas de talle alto y a los correajes que imitaban los uniformes llevados durante la guerra.

La segunda Guerra Mundial dio paso, entre otros, al “traje de sirena”, especie de mono o prenda de una pieza que permitía llegar con rapidez a los refugios antiaéreos. Este traje era acompañado, en ocasiones, con máscaras de gas por si eran necesarias.

 Y podríamos seguir con la moda tras las revoluciones rusa y china y durante la irrupción del estado islámico, pero también tras otros acontecimientos menos cruentos como el mayo del 68 o la cultura hippie y llegar hasta los tiempos del COVID como más arriba les dije.

 Pero ¿qué tendencias marcarán los años “corona” y “post-corona” que se avecinan?, ¿qué estética se impondrá en nuestras calles cuando usted y yo salgamos del agujero, llenos de miedo y esperanza?

 Las últimas noticias hablan de un empleo masivo de mascarillas de diseño vanguardista, que convertirán la boca de cada cual en un nuevo fetiche. Con diseños impactantes donde se presuma de los colores del equipo local, con mensajes como “mi pueblo es el más bonito”, o “¡lávate las manos!” o “adivina el color de mi pintalabios”. Con guantes última generación y los correspondientes geles desinfectantes en bandolera y aerosoles en cartucheras con los que disparar al aire, antes, durante y después de cada encuentro.

Según algunos analistas, los tiempos del “post-corona”, cuando la vacuna llegue por fin, serán, como en el pasado siglo, otros “locos años veinte” donde las ganas de vivir tras el encierro llevarán a muchos a diversiones exageradas y orgiásticas, a comidas pantagruélicas y reventonas, a viajes adrenalínicos (cimas del Himalaya, descenso a la fosa de las Marianas, excursiones a la Luna, bajada a cráteres de volcanes activos…) y a reuniones multitudinarias con roce incluido dónde se abrace y bese sin parar, como si no hubiera un mañana, todo para recuperar el tiempo perdido en los meses de confinamiento, como aquellos jóvenes del Decamerón que, huyendo de la peste que asolaba Florencia, se entregaron sin freno al erotismo y a la vida.

 Uno, que está deseando que la vacuna llegue, no puede dejar de pensar en el día siguiente, temiendo que la estupidez de este ser que domina la tierra (¿domina?), en su loca arrogancia, en su voracidad y codicia desmedidas, vuelva a las andadas, a ese camino sin retorno que nos ha traído hasta aquí y que está viendo a la primera generación de niños que no pueden pisar la calle.

Porque o mucho hemos cambiado en estos tiempos de encierro o, demostrando que no hemos aprendido nada, volveremos a los tiempos “pre-corona”, cargándonos el clima y sin respetar el planeta: llenando los océanos de plásticos, los cielos de humos y la tierra de deshechos.

 Plásticos y deshechos a los que habrá que añadir, en los tiempos del COVID, incontables mascarillas de quita y pon, arrojadas en cualquier lugar, infinidad de botes de geles y aerosoles  que formarán islas en los océanos y alimentarán este virus que ha llegado para quedarse.



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