Una musa llamada Oliva
(20/11/2016) Tras escribir hace ya doce años “Femenino singular. Semblanzas en la niebla”, pensé, inocentemente, que la nómina de mujeres relevantes, olvidadas por la historia, había quedado, en parte, subsanada gracias al elenco de mujeres que poblaban aquella publicación. Pero nada más lejos de la realidad.
A medida que pasa el tiempo, me voy encontrando con un buen número de féminas que nos legaron un importante patrimonio, en ciencias y humanidades, en arte y saber, y de las que apenas había oído hablar.
Una de ellas, la última con la que me he topado, ha sido Oliva Sabuco, gracias a la publicación “Musa Décima” del escritor José María Merino, que todo hay que decirlo.
Oliva Sabuco, a la que Lope de Vega llamó la “Musa Décima” -de ahí el título de Merino- se adelantó varios siglos a conceptos hoy cotidianos como “medicina natural”, naturismo, aire puro, comida sana… se anticipó a la psicología moderna y se ocupó del funcionamiento y descripción del sistema nervioso hasta el punto de que algunos defienden que en “Elogio de la locura” de Erasmo de Rotterdam hay indicios de sus teorías.
Precursora de los manuales de autoayuda, Oliva relacionó los afectos -eso que ahora llamamos equilibrio afectivo- con la salud física de las personas, llegando a anticipar las claves necesarias para tener una vida saludable: buena conversación, música, naturaleza y control de las emociones y de las pasiones.
En 1587, a los veinticinco años, publicó “Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y salud humana”, obra de exquisito estilo literario en la que incluye una dedicatoria al rey Felipe II, rogándole que favorezca “como caballero de alta prosapia a las mujeres en sus aventuras”.
Tras un largo proceso para autorizar su obra e imprimirla -la desconfianza hacia las “marisabidillas”, “latiniparlas”, sabihondas…era general- consigue por fin el ansiado privilegio del rey, para su publicación, en 1586.
Después de tantos inconvenientes aún le quedaba otro escollo: el intento de usurpación de la autoría del libro por parte de su propio padre. En su testamento, abierto en un tardío 1908, el padre amenazaba: “Te maldigo si insistes en decir que ese libro es tuyo. Te dejé fírmalo(sic) por darte honra”.
Autoría aparte, José María Merino, en su obra “Musa Décima” (alfaguara), defiende la gran cultura que atesoró Oliva y se basa en el hecho de que ante la publicación del libro nadie se escandalizó por tanto saber, ni puso en tela de juicio su autoría. Tampoco otros descendientes.
“Me parece razonable pensar que es de ella, pero también dejo abiertas las puertas de que todo fuera consecuencia de esas charlas en las academias y que Oliva, como secretaria, lo recogiera todo… Lo que no creo que se pueda hacer es negar de manera tajante a Oliva”, concluye Merino.
Otras mujeres dignas de ser rescatadas del olvido, son María de Zayas y Sotomayor, autora de obras de gran éxito -“El castigo de la miseria”, “Novelas amorosas y ejemplares”, “Novelas y saraos”- hasta que fueron prohibidas por la Inquisición en el siglo XVIII; Ana Caro de Mallén, poeta y dramaturga de nuestro Siglo de Oro -“El conde Partinuplés”, “Valor , agravio y mujer”…-, amiga de la anterior, y conocida como la “Décima Musa Sevillana” por Luis Vélez de Guevara; Isabel Esforcia y Valentina de Pinedo, ambas loadas por Lope de Vega como podemos ver en estos versos:
Doña Isabel Esforcia fue ilustrísima
En letras y virtud, y en Milán Fénix
Doña Oliva de Nantes, Musa décima
Y doña Valentina de Pinedo
La cuarta gracia, o verso o prosa escriba.
Oliva de Nantes es la susodicha Oliva Sabuco que se llamaba Oliva Sabuco de Nantes Barrera.
Como vemos, tanto Lope como Guevara, no escatimaron elogios a estas mujeres: musa, gracia, fénix, ilustrísima… ¿Alabanzas sinceras o halagos excesivos de quienes se creían superiores?