Sobre piropos y herederos

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(20/05/2025) “Tu idea es muy relevante”, “tú búsqueda es acertada”, “eres bueno, comprensivo y empático”, “piensas como un estratega” … con estos y elogios parecidos el ChatGPT anima a sus usuarios a permanecer en línea consciente de que la adulación y los halagos son la mejor manera de conseguir que sigan enganchado para los restos. Y lo hace incluso cuando las preguntas son erróneas, incorrectas o engañosas. Porque lo que de verdad importa es que el usuario (mejor sería decir el cliente) permanezca en línea y si para lograrlo hay que “dorarle la píldora” pues se le dora recurriendo a la adulación algorítmica: aplausos, corazones y todo aquello que pueda alimentar su desmedido ego.

 El fenómeno, que se conoce en inglés como sycophantic behavior (comportamiento adulador),aún no ha sido incorporado por los académicos de la RAE tan ocupados como están en hacer sitio a tanto anglicismo como les arroja la tecnología.

 Esta tendencia de la Inteligencia Artificial a estar demasiado de acuerdo con los usuarios, a hacer cumplidos innecesarios, está relacionada con lo que se conoce como el sesgo de complacencia, sesgo que prioriza lo “agradable” sobre lo verdadero o lo útil.

 “Me hizo llorar el día que me dijo que honestamente podía decirme que era una buena enfermera porque era comprensiva y empática basándose en nuestras conversaciones” confiesa una trabajadora sanitaria que reconoce que últimamente el Chat le ha añadido corazones al final de los halagos.

 No sé si Marlene Engelhorn -rica heredera austriaca que reniega de su fortuna- utiliza el ChatGPT, pero dado el interés que muestra en repartir la enorme riqueza que ha heredado de su abuela -descendiente de Friedrich Engelhorn, fundador de la empresa química y farmacéutica alemana BASF-, bien merecería un reconocimiento adulador del Chat que, gracias a su enorme inteligencia, sabe bien que lo de Marlene es una excepción y que somos muchos los que vivimos con lo puesto y con la preocupación añadida de llegar a final de mes.

 “No trabajé ni hice nada para merecer este dinero” clama la joven heredera mientras distribuye su parné de veintisiete millones de euros entre tanto desafortunado sin plata y sin trabajo.

 Porque esta es otra: el apabullante aumento de herederos multimillonarios en todas las latitudes hace que estén aumentando las cifras del paro. Ante un fenómeno que no parece tener fin los franceses, por ejemplo, están más que preocupados. “Francia se ha convertido en una sociedad de herederos” aseguraba un periodista desde Le Monde el pasado siete de mayo. Y es que los dirigentes gabachos se muestran muy preocupados ante lo que consideran una regresión histórica, un ataque al “contrato social” rusoniano, una puñalada trapera a la égalité, e insisten en la necesidad de valorar el trabajo. Son muchas las cosas que están en juego y entre ellas su propio sueldo.

 Habrá que recurrir, por consiguiente, al ChatGPT para que motive a los herederos franceses a que imiten los generosos modales de Marlene -con ese “¿qué he hecho yo para merecer esto?”-, repartan esa super riqueza que les cayó como llovida del cielo cuando aún no sabían contar con los dedos, y, si es posible, se pongan a trabajar.

 Los nuevos tiempos exigen nuevas palabras y la Inteligencia Artificial deberá redoblar los elogios para animar no solo a los usuarios comunes y corrientes, sino a los más adinerados a los que ella con sus múltiples detectores -nos conoce mejor que nuestra madre- reconocerá de inmediato mientras teclean en su celular de oro blanco, con diamantes de veinte quilates incrustados en la parte trasera. Detectado el portador de ese artilugio que vale más de un millón de euros -seguramente un rico heredero- a la IA solo le quedará halagarlo hasta el infinito para que suelte la guita y, arrepentido y militante, acompañe a Marlene Engelhorn al Foro de Davos para gritar a los mandatarios: “¡Impuestos a los ricos!”.

El ChatGPT se está convirtiendo en un generador de piropos, aunque son tantos sus clientes que bien podría seleccionar, gracias a su sabiduría infinita, a aquellos que se los merecen. No es lo mismo halagar a un usuario que bromeó preguntándole como “vender excremento en un palo” y al que el Chat no solo aplaudió, sino que le sugirió invertir treinta mil dólares en la idea (y que conste que no me estoy inventando nada), que hacerlo con un rico heredero que busca a las ONG más necesitadas para ejercer con ellas la paz y la justicia. No es lo mismo.

 Hay que diseñar sistemas, señores del ChatGPT, que sepan decir “no”, brinden la información correcta y dejen de buscar amigos. Sistemas que no nos hagan la pelota, ¡vaya!



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