Una del oeste

(11/2/2009) Aviso. Lo que voy a contarles no es una película del oeste. Que ya me gustaría, ya. No. Al contrario. Nada de ficciones. Nada de fantasías. Lo que voy a referirles es una realidad. Una triste realidad. Pero sí, es del Oeste, oigan, o sobre el oeste. Porque aquí en España el eje que divide mundos, el tabique que pone a cada cual en su sitio, en el lugar que le deparó la puñetera suerte al nacer, no es el de Norte-Sur. ¿Se acuerdan? Pobres y ricos. Norte, Sur. No. Aquí las divisiones son otras. Aquí las diferencias son distintas. Ya saben “Spain is different”; aquí el abismo entre desarrollo y pobreza, entre vida y desesperanza lo marca una línea vertical que nos parte en dos mundos: Este-Oeste.  Por eso, ahí va. Una del Oeste:
Érase una vez un Oeste que moría en el olvido. Un Oeste que se despoblaba sin remedio. Sin que nadie pusiera remedio. Un Oeste maldito en tierras de Galicia, Castilla y León, Extremadura, Andalucía…
Y en aquel Oeste había una industria floreciente y en alza: los tanatorios. Sí, han oído bien. Industria en alza: los tanatorios. Y también los geriátricos y los llamados Centros de Día. Era un Oeste poblado de desesperanza que ya sólo sabía por las crónicas antiguas y por los relatos de los más viejos lo que fueron los bautizos y las escuelas. Hacía tiempo que habían desaparecido unos seres pequeños y alegres que se llamaban niños. Y sólo yendo a fotografías antiguas de babero y comunión se constataba su presencia por aquellos andurriales.
Había también unos seres preocupados en aquel Oeste que, temerosos de su desaparición en el río de la historia, acudían a menudo a unos lugares muy bien cimentados y mejor poblados en el que vivían unos hombres llamados políticos que siempre les daban esperanzas y largas sobre remedios a corto o a largo plazo, porque vaya usted a saber. Que Zamora no se ganó en una hora, señor alcalde.
En el Este la gente vivía del sol y de la industria y su población, al igual que su cartera, había crecido y crecido. Pero el Oeste, ¡ay!, otrora granero de aquel país, ancho en barbechos y panes, se moría de hambre.
Resultó que un día el país en el que se hallaba el Oeste entró en crisis. Cerraron las fábricas y el sol comenzó a cansarse de dar alimento a tantos como vivían de su maridaje con la playa. Entonces el gobierno de aquel país ofreció ayudas a los ayuntamientos para potenciar lo que los burócratas llamaron “empleo local”. Y es aquí donde los del Oeste en cuestión, acudieron en masa a presentar proyectos de desarrollo: tanatorios, geriátricos…Y, dado que el consumo de sol había bajado en el Este, se ofrecieron para que su tierra habitada por topos y alimañas –que no todos los seres habían emigrado-, pudieran ser  reclamo para el turista que cansado de playas se reconvirtiera en amante de lunas y naturalezas salvajes.
Entonces el gobierno en cuestión les dijo muy serio que sí, pero que no se olvidaran de la basura nuclear, ni de los residuos sólidos que otros no querían, ni de cárceles para internos muy peligrosos. Que cuando llueven chuzos hay que ser solidarios, oigan.
Y fue así como aquel lejano Oeste soñó un día con la prosperidad negra del dolor y la muerte, con lucrativas farmacias, relamidos geriátricos y amplios tanatorios para poder cubrir tanta demanda; con anchos bosques repletos de matorral para que las alimañas fuera contempladas por turistas venidos del Este; con oscuros centros penitenciarios sembrados como islotes en su ancho perímetro al que estaba prohibido acercarse, con vertederos última generación – Centros de Tratamiento para Residuos Sólidos Urbanos, les llamaron- con anchos vasos para tragar al momento y sin hacer ascos toda la mierda del país.
Pero sólo fue un sueño. Llegaron las elecciones y los políticos se olvidaron de promesas y debilidades y miraron sagaces para otro lado. Para el Este. Allí se escondía, entre su aumentada población un tesoro que necesitaban para seguir viviendo y comiendo: el voto.
Y en el Oeste siguieron como siempre. Como Lázaro. Soñando con las migas que muy de tarde en tarde caían de la mesa del rico Epulón.

“Los tanatorios son otra de las grandes demandas municipales. Los municipios de Aspariegos, Cañizal, Espadañedo, Ferreras de Abajo, Granja de Moreruela, Hermisende, Moralina de Sayago, Riofrío de Aliste, Santa María de la Vega y Villamor de los Escuderos han destinado partidas presupuestarias para su construcción o adecuación”

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