Wellington’s House

(31/8/2008) Los tiempos que corren no deben ser los mejores para el mantenimiento y cuidado de nuestro patrimonio cultural. A la vista está. Castilla y León, una de las comunidades autónomas con mayor riqueza patrimonial de España, ve por doquier edificios ruinosos en espera de fondos públicos que eviten su secular abandono o su desaparición. Fondos que por desgracia nunca llegan.
Declarar a un edificio Bien de Interés Cultural es fácil. Ya saben: una comisión de expertos, una visita al monumento en cuestión -con comida a cargo del presupuesto autonómico-, un breve debate en el despacho del director de patrimonio, se inscribe en el largo libro de los Bienes de Interés Cultural -más nutrido que el “Libro Gordo de Petete”- y se difunde en cientos de publicaciones para que nadie dude de los tesoros que encierra nuestra tierra y el turista venga a oler las flores de nuestra cultura. Como ven todo muy fácil. Pero lograr que ese edificio no sufra los daños del abandono y del olvido y reciba la atención y cuidados necesarios eso es otro cantar.
Uno de estos edificios singulares y de gran valor artístico e histórico es la Casa Noble de Cañizal (Zamora). Edificio singular por su hermosa fachada y por haber alojado en sus dependencias al mismo Duque de Wellington durante los días previos a la Batalla de los Arapiles. Currículo que al parecer no lo libra del derrumbe que día a día extiende su zarpazo por todo su conjunto, fachada incluida.
Hace pocas fechas conmemoramos en la comarca zamorana de La Guareña la II Recreación Histórica de la Marcha Paralela. Entre los actos llevados a cabo hubo una recepción a Wellington, una entrega de llaves de la villa al ilustre general por parte del Concejo y un acompañamiento a La Casa Noble donde se alojaría el famoso vencedor de Napoleón.
Allí, en la puerta, bajo la hermosa fachada que aún se mantiene milagrosamente en pie, el Duque de Wellington hizo ademán de instalarse para pasar la corta noche de Julio pensando en lo que se le venía encima: la Batalla de Salamanca que aquí llamamos de los Arapiles.
Como ustedes comprenderán esta vez Wellington no osó traspasar el umbral. De haberlo hecho habría demostrado más valentía que la que derrochó en Waterloo y, con toda seguridad, menos suerte.
Y es que la Casa Noble de Cañizal está herida de muerte.
Pero no importa, nada importa. La comisión de expertos, los directores de patrimonio siguen reuniéndose en sus despachos escribiendo cosas como estas. Sólo escribiendo:
“CASA NOBLE EN LA CALLE DE LA PLATA nº 51. Siglo XVIII  D. 140/1991, de 6 de junio. B.O.E. nº. 215, de 7 de Septiembre de 1991. B.O.C. y L. nº. 112, de 13 de Junio de 1991.
Es vivienda, realizada en sillería, con fachada caracterizada por la simetría compositiva, pues a uno y otro lado del eje medial abre el mismo número de vanos; los inferiores son grandes ventanas rectangulares, los altos vuelan balcones con antepechos de hierro con bolas sobre una base moldurada pétrea. La superficie de la fachada queda subdividida por una imposta que separa los dos pisos y por pilastras toscazas que individualizan calles, potenciando la central, donde se abre la puerta de ingreso, con arco adintelado, bocelón quebrado y dos pilastras cajeadas; sobre ella vuela el balcón del piso superior, más grande que los laterales , rematado por un escudo que trae : cuartelado; 1º león rampante y a modo de borduras lises y hojas de higuera alternadas, correspondiente al apellido Nieto; 2º ave; 3º Torre almenada…”
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Y así un día y otro día engordando el libro de los BIC mientras el edificio en cuestión les importa un comino. ¿Hasta cuándo?



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