Terraceando que es gerundio

terrazas

(30/12/2020) Al parecer el virus prefiere los lugares cerrados, el calor del hogar, la proximidad de la barra. O eso es lo que nos dicen. Hoy.

 Por eso la ciudad se ha convertido en una procesión de terrazas que se extienden por las avenidas asaltando marquesinas y kioscos sin pudor. Extendiendo sus tentáculos como Pedro por su calle.

 Solo hay un límite a esta nueva expansión territorial -que me río yo del imperio austro-húngaro, señor Berlanga- el encuentro con la terraza del bar vecino que ha sacado toda su artillería a la calle y esgrime sus derechos dibujando una línea en el pavimento. Una frontera más que añadir a las creadas por los políticos especializados en construir puentes por donde no pasan ríos.

 A la raya entre Castilla y Portugal habrá que añadir ahora la raya con la terraza del bar vecino para evitar disgustos.

 El paseante cansado de vagar sin rumbo respirando el aliento que vomita en su mascarilla, se sienta, agotado, en la primera mesa que ve, y espera relajado a que llegue Pepe a servirle. Pero no.  Se ha pasado de la raya y Pepe no aparece por ningún lado.

-¿Y Pepe? Pregunta contrariado desde su mascarilla.

-Al otro lado de la raya -le responde un tipo fortachón con mandil de posadero mientras señala ufano la línea del suelo.

 Encontrar sitio en una terraza se está haciendo más difícil que encontrar almejas en un desierto. Tan complicado como aquellos tiempos en los que para llegar hasta la barra desde la puerta había que atravesar todo un Cabo de las Tormentas (con el aire apestando a humo y el suelo lleno de cáscaras de mejillones y huesos de aceituna “La Española”) con hombres y mujeres apretujados defendiendo con saña “el puesto que tengo allí”.

 Ahora todo es distinto. El interior es un crisol de limpieza donde no osa entrar nadie (solo, el virus, dicen hoy, que mañana, a saber)), donde los humos huyeron hace tiempo y donde los problemas están donde siempre estuvieron: en la calle. En esa terraza inaccesible donde para encontrar sitio a mediodía tienes que pedir cita a las siete de la mañana.

 Si la historia de las ciudades está escrita en sus callejeros y toda revolución se hizo en sus calles, a partir de la pandemia la historia se escribirá en las terrazas, no lo duden.

 “Estamos en lo que fue terraza del Bar Benito y hoy es terraza de la familia Fortún”, dirá el guía turístico dentro de cien años a su grupo de visitantes.

“Lo que ven aquí son los restos de los bancos donde se sentaban los ancianos antes de la COVID, fueron engullidos y borrados de la calle por la terraza de la familia Toral, sus actuales propietarios”, dirá otro.

“¡Miren, miren! Nos encontramos entre los únicos restos que quedan de una antigua raya. Vean la sinuosa línea marcada con tiza escolar antes de que se hicieran los modernos separadores. Miembros del CSIC han corroborado su antigüedad”. Y así.

 Los gurús de la RAE están al acecho de los nuevos términos que se impondrán. Pues, con el tiempo, ya nadie dirá eso de “voy a echarme a la calle”, sino “voy a echarme a la terraza”, tampoco tendrá sentido aquello de “está haciendo la calle” sino “está haciendo la terraza”. Y otros que esperan su inclusión “¡Vete a la p. terraza!”, por ejemplo.

 ¿Y qué decir de los géneros musicales que han hecho de la calle letra y música? Pues que tendrán que reinventarse. “La Gran Vía” esa excelente zarzuela de Federico Chueca donde las calles se quejan del protagonismo de la que sería la arteria más famosa de Madrid, tendrá que renovarse y considerar a las terrazas. Lo mismo revistas como “Las Leandras” de Francisco Alonso. Pronto ya nadie entenderá eso de “por la calle de Alcalá con la falda almidoná”. ¿Qué calle? dirán algunos, “”la actual calle de Terrazas, le responderán”.

 En este batiburrillo de terrazas y gente enmascarada hay unos perdedores: esos muchachos que contra viento y marea, contra móviles y juguetes electrónicos, salían a la calle a dar unos pelotazos en la acera o en la calle peatonal. Eran pocos, pero los suficientes para demostrarnos que no todo estaba perdido. Que Numancia seguía resistiendo. Que no todo se perdió en Cuba.

 Ahora tendrán que buscar nuevos espacios. ¿Las plazas?, están llenas de terrazas. ¿El atrio de la Catedral?, lo mismo…

“Por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía…”.



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