Pasear, con P de Pensar

(19/11/2007) Vengo de pasear la ciudad. Vengo de pensar.
Pasear y pensar. Verbos de los que siempre sospeché que  compartían algo más que conjugación y letras. Verbos siameses. Pasear-pensar. Inseparables como el agua y la vida. Me explico:
Yendo en coche no se puede pensar. La atención ha de estar alerta. Puedes saltarte un semáforo. Atropellar a alguien.
Sentado y viendo la televisión o ante cualquier pantalla, tampoco. Te dan todo hecho. Te ofuscas ante tanta imagen. Te hipnotizas.
Y en el trabajo, menos. Te pagan para que hagas algo, no para que pienses.
Sólo el deambular permite al pensamiento alcanzar el vuelo de los pájaros y ver el mundo desde la distancia y el tiempo necesarios. El deambular, el pasear, te hacen filósofo. Filósofo de calle, pero filósofo al fin y al cabo. Los pájaros deben ser buenos filósofos. Pienso.
Nunca escribiremos ningún tratado sobre estas pequeñas filosofías que afloran en nuestra mente mientras paseamos. ¡Lástima! El mundo no sabe lo que se pierde.
Paseo y medito. O mejor, paseo y pienso. Meditar marca más concreción, más detalle. Es afilar el cuchillo de la mente y clavarlo en un tema. No. Mejor pensar pariendo mil fantasías pero también mil posibilidades. Dialogando con las circunstancias. Oteando mil paisajes humanos a vista de pájaro.
¡Qué poco se piensa!
Si hay algo que ha matado el desarrollismo y la riqueza de nuestro primer mundo, ese algo es el pensar.
El pensamiento no se lleva bien ni con la velocidad ni con el reposo. Y Menos con el  reposo de  sofá y mando a distancia. Para pensar hay que andar, pasear, deambular, vagabundear. Para pensar hay que perderse.
Perderse por la ciudad o el campo. Da igual. Pero perderse.
Los vagabundos, como los pájaros, deben ser buenos filósofos.
En la quietud no se piensa. En todo caso se medita. Pero eso, como se dijo, es otra cosa.
Tampoco se piensa en el correr. Se corre para no pensar, entre otras cosas.
El pensamiento necesita del engranaje de las piernas. Se pone en rodaje andando.
Hoy vengo de pasear, de pensar.
La ciudad está como siempre, como todas las ciudades. Ves una y ves todas. La ciudad está sin niños.
Vacía de niños y llena de viejos.
Y estos pensamientos resucitan al filósofo que hay en mí. En todos nosotros. Y  pienso en cómo serán estos niños sin juego y sin calle cuando lleguen a adultos.
Tampoco se ven chicos jóvenes. Duermen la parranda de la noche anterior hasta que amanece la noche siguiente. Viven al margen de la historia familiar. Animales nocturnos. Pienso.
Pienso y cavilo. O mejor sólo pienso. Cavilar implica preocupación, obsesión por un tema. Es darle muchas vueltas a lo mismo. Mejor pensar. Divagar por la esfera multiuso de la vida sin detenerse mucho en algo.
La cavilación genera demencia. El pensamiento, sabiduría. Filósofos. Mejor pensar.
La ciudad se deja pasear. Se deja pensar.
Pienso, luego existo que dijo el sabio. Paseo luego pienso, que digo yo.
La ciudad como siempre, como todas…sin niños, con viejos, sin olores, con árboles domados por el asfalto, sin distinción, con prisas. Pienso.
El mucho pensar te permite aislarte de todo y de todos. Te despista.
- Te veo muy concentrado- Te dispara un viejo amigo al que no ves aunque le estés mirando desde la profundidad de la calle..
- Perdona, no te veía,  iba dándole vueltas a un asunto.
“Dar vueltas a un asunto”. Cobarde eufemismo de quien no se atreve a decir lo obvio: iba pensando.
Pasear es pensar.
Luego, llego a casa, dejo de pensar y en la quietud escribo este artículo. Perdonen ustedes.

(Terminado este escrito leo, en los titulares de Las agencias informativas, que ha fallecido Soledad Ortega Spottorno, todo un referente en la vida intelectual española de la segunda mitad del siglo XX e hija del gran pensador José Ortega y Gasset quien dijo: “El pensamiento es la única cosa del Universo de la que no se puede negar su existencia: negar es pensar”).
IN MEMORIAM



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