Parra cumple cien años

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“Voy y vuelvo” responde don Nicanor Parra a quienes se acercan a felicitarlo por su cumpleaños y se interesan por sus proyectos de futuro. Pero el viejo irreverente y canalla nunca se va del todo.
Cien años y cinco días cumple hoy el antipoeta, el jubilado de todas las vanidades que demostró en su día que la muerte no existe. Que no hay como reírse de la parca para ser inmortal. Reírse de la “vieja hacha” como un hippi centenario.
Muerto, no te levantes de la tumba/ ¿qué ganarías con resucitar?/ una hazaña/ y después/ la rutina de siempre/ no te conviene viejo, no te conviene”.
Reírse de la muerte y reírse de la vida. Reírse del poder, ahorcando presidentes del país trasandino en “el pago de Chile”.
Nicanor Parra Sandoval montado en su “escarabajo” se ríe hasta de los melancólicos y los nostálgicos mientras estudia en profundidad el lenguaje de los transeúntes.
Decía Sábato que “una felicidad absoluta hace muy trágica la muerte” y Benedetti a su vez afirmaba que “todos los hombres somos héroes porque tenemos que pasar por la muerte”, pero el centenario antipoeta, “el hombre imaginario” que ya es Parra piensa que la muerte, tan seria ella, es absurda en el sentido más sartriano de la palabra y que la verdadera seriedad es cómica. Por supuesto.
-Pero ¿cuál es el secreto de una vida tan larga, abuelo? Le preguntan los chilenos al hombre imaginario y centenario que ya es don Nicanor.
- “¿Secreto de juventud? La buena vida y la poca vergüenza”, ríe el poeta mientras baila una cueca.
El viejo profesor con alma de niño rebelde, el francotirador, polemista, alborotador, bufón, insolente y provocador con causa, “danzarín al borde del abismo”, baila y baila cueca, tango, guaracha o lo que le echen encima, mientras canta con su hermana Violeta un “gracias a la vida que me ha dado tanto”, me ha dado largueza (larga vida, maestro), premios: el “Reina Sofía”, el “Juan Rulfo”, el “Cervantes”…, una biblioteca con mi nombre en la Universidad Diego Portales y cantidades industriales de doctorados “honoris causa”.
No está mal don Nicanor. No está mal.
Nunca fue tan rentable hacer antipoemas y artefactos poéticos para demostrar al mundo que la poesía fue hasta su llegada “el paraíso del tonto solemne” y que con usted los poetas bajaron del Olimpo.
Lo dijo usted muy alto y muy claro en “Cancionero sin nombre” en un lejano 1937 “Déjeme pasar señora que voy a comerme un ángel” y se entregó a hacer poemas para combatir la calvicie, por ejemplo, sin que apareciera en ellos las palabras arco iris, estrella,… porque según dijo “es un error creer que las estrellas puedan servir para curar el cáncer”.
Don Nicanor Parra, el hombre que se niega a “entregar la chalupa” a “decorar el Oriente eterno” a visitar el lecho mortuorio donde “cada uno se rasca con sus uñas”.
Roberto Bolaños, chileno como el antipoeta, a quien la parca no respetó tanto, dijo que Parra escribía versos “como si al día siguiente fuera a ser electrocutado”. Y cien años pensando en la silla eléctrica dan para mucho antipoema y para que la Venus de Milo, en un arrebato de sinceridad olímpica nos confirme en los artefactos de Parra” lo que tantos sospechábamos: “soy frígida, sólo me muevo con fines de lucro”.
Y Ricardo Piglia, escritor y crítico literario argentino, nos asesoró sobre estos escritos, sobre “las hojas de Parra” afirmando que “son a la literatura española lo que la obra de Duchamp ha sido para el arte contemporáneo”.
Este iconoclasta de las letras, este pendenciero de la filosofía y de la vida con quien no han podido ni siquiera sus propios seguidores y que creía que moriría de poesía, se está tomando su tiempo.
Más del que sospechaban sus enemigos y menos del que deseamos sus amigos que le imaginamos inmortal.
Y es que don Nicanor Parra Sandoval hace tiempo que se presentó en Delfos para interrogar a los dioses si debería morir como desean unos o vivir como quieren otros. Ya saben la “respuesta del oráculo: haga lo que hagas te arrepentirás”.
Pero cien años bien vividos no son como para arrepentirse y menos si los cumple quien se retrató en su día como:

Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!

Y que cumpla muchos más.



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