Las notas

(30/3/2008) La escena por repetida no deja de sorprender cada final de trimestre. El muchacho, más o menos crecido, llega a casa medio derrumbado por el peso de la mochila y entonces los padres le espetan:
-¿Qué notas has tenido?
El  zangón introduce la mano en lo más profundo de su talego, rebusca entre libros y cuadernos y ofrece el boletín a sus progenitores con la obediencia de un soldado en campaña antes de perderse entre los dibujos animados de la tele.
Luego, ya se sabe. En función de las notas y solo de eso, habrá pláceme o reprimenda sin otro criterio sancionador que la calificación que aporta el boletín.
Lejos de preocuparse por el aprendizaje de tal o cual asignatura, ajenos a los avances o retrocesos con respecto a anteriores evaluaciones, la nota parece convertirse en el único objetivo, en lo que de verdad importa para afrontar el periodo vacacional con la armonía familiar necesaria.
Llegados a este punto habría que insistir en lo que apunta cualquier manual de pedagogía al uso: que las notas son un aspecto más del aprendizaje y no su objetivo final, que son un medio y no un fin en sí mismas, que se hacen controles periódicos, o deberían hacerse, no por el simple afán sancionador de premiar al buen estudiante y castigar al malo mediante el guarismo correspondiente, sino para conocer mejor al alumno y, sobre todo, para que éste se conozca mejor. Porque gracias a esos exámenes  – que terminan reflejándose en una nota – padres y profesores conocerán como memorizan los distintos temas, si han entendido o no determinados contenidos, si emplean los métodos más adecuados para afrontarlos, si dominan o no las técnicas de estudio necesarias para hacer su aprendizaje más eficaz. También, gracias a ellos, los profesores cuestionarán periódicamente su metodología y el dominio de las didácticas de cada asignatura mientras que los alumnos comprobarán su nivel de atención, su buena o mala memoria, su forma de estudio (adecuada o no) y los padres si ponen los medios adecuados para que su hijo tenga el rendimiento adecuado – equilibrio afectivo, materiales, horario, etc-. Quizás en esta retroalimentación del proceso de enseñanza-aprendizaje  de alumnos, profesores y padres esté lo más valioso de los distintos controles que terminan reflejándose en una nota en los distintos boletines.
Nota que involucra a todos los responsables del acto didáctico y no sólo al alumno.
Que las notas deben estar al servicio del aprendizaje es algo tan obvio como que la carreta ha de colocarse detrás de los bueyes y no al revés. Obviedad que tiende a olvidarse entre los agentes del proceso didáctico. También entre algunos profesores.
Por eso y volviendo a la pregunta que abría este artículo, en vez del ¿cuánto has sacado en matemáticas? Deberíamos preguntarnos por el ¿cuánto has aprendido en la clase de Matemáticas? Sabiendo que en la respuesta todos estamos implicados.
De poco sirven, por tanto, esos controles hechos con el único fin sancionador de poner un número en la hoja de exámenes o en el expediente académico del alumno sin que éste tenga la oportunidad de saber por qué ha fallado y en qué. Es como si un deportista tras una prueba de atletismo no analizara su puesta a punto, su progresión o retroceso, sus avances en busca de su propio record, las causas del tiempo invertido y las formas de mejorarlo.
Tras los exámenes, como tras otros aspectos del proceso educativo, existe una buena o mala pedagogía, una buena o mala gestión. El examen es una herramienta más del aprendizaje que plasma o refleja el conocimiento que el alumno ha adquirido sobre los distintos contenidos del temario. Por eso es conveniente que los vea después de corregidos para comprobar en qué y por qué falló para así poder enmendar la plana en la próxima evaluación pero también para valorar en su justa medida los aciertos o éxitos obtenidos gracias a una determinada forma de estudio y al esfuerzo y tiempo invertidos.
No quiero entrar aquí en otras formas de evaluación, tan eficaces y necesarias como poco usadas en el aula. Me refiero a la observación, la entrevista, el control del trabajo realizado en el día a día, la creatividad, etc. Tampoco en la necesidad de evaluar no sólo contenidos sino también procedimientos y actitudes tal como marcan las leyes educativas. Hoy sólo he querido hablarles de las notas.



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