La palestra

(20/4/2008) Tiene en su porte y en su semblante algo de Cid, algo de Campeador acostumbrado a guerrear en mil batallas manejando como nadie la espada de la reivindicación, la lanza valiente de las causas perdidas.
Me estoy refiriendo a un comunicador como la copa de un pino, a Javier Pérez Andrés.
El sábado 12 de abril tuve el honor y el gusto de ser invitado a “La Palestra” – programa de la emisora Punto Radio- para hablar con Javier de un tema que nos es común y que a ambos nos duele y enamora -el amor siempre duele-: nuestros pueblos. Porque Javier no es que hable de los pueblos, no, Javier habla del pueblo, o mejor, Javier es el pueblo. Por eso lleva grabado en su semblante el aire campesino y aldeano que le adorna, los surcos añejos de la arada de quien ha dado su vida por arañar el terruño del olvidado mundo rural esperando cosechas que a veces llegan.
Impacta acompañar a este labrador de la comunicación que se mueve como pez en el agua en los distintos medios – periodismo, radio, televisión- porque es difícil no comunicar cuando se habla desde las mismas entrañas.
Te recibe con el alborozo y la  hospitalidad con que recibían – no sé si reciben – los labradores a cualquier allegado, en aquellos años en los que la pobreza de nuestro mundo nos hacía más dignos y más hermanos. Te hace sentir como en casa y pronto te acompaña como aquéllos hasta la cocina: hasta la sala donde se cuecen las entrevistas radiofónicas.
Y allí este campesino de la comunicación, una vez tomada con altivez y señorío la mancera de la palabra – con la altivez y señorío del gañán mozo que iniciaba la arada -, te cautiva con la sabiduría antigua de su verbo que es el de nuestros ancestros.
Le duelen los problemas del campo e intenta solucionarlos acudiendo a todas las batallas donde se dirimen lances que hacen recobrar al campesino el orgullo perdido, la altivez  robada por los nuevos tiempos que ya no distinguen el grano de la paja.
Nada le es extraño: bodegas que quieren abrirse paso, casas rurales que inician temerosas su actividad, fiestas populares olvidadas, iniciativas empresariales que parecen imposibles, …
Yo acudí con el tema de la Recreación Histórica.
- Luis, vas a explicarnos qué es eso de la “Marcha Paralela” pero antes dinos cuántos habitantes tiene Cañizal, a qué se dedican sus gentes, …
A medida que fui conversando con él me di cuenta que conocía de sobra nuestra comarca de La Guareña, que no sólo no le era ajena sino que le era entrañablemente conocida.
Acompaña a Javier el ensayista y crítico literario Clemente Barahona Cordero, quien complementa con sabias aportaciones las intervenciones de aquél y hace que el programa adquiera por momentos la altura y el prestigio de un Ateneo.
- Esta es tu casa, no dejes de comunicarnos todo lo que haces…- me repite una y otra vez tras el programa y mientras me despide. Y no puedo dejar de pensar en mi madre cuando al finalizar cualquier visita a nuestro hogar -eran los años cincuenta- insistía machacona tras una hospitalidad que a mí me parecía exagerada, frases como “no dejes de volver a vernos, esta es tu casa, aquí nos tienes para lo que quieras…”. Y es que Javier, repito, te hace sentir como en casa. En esta casa grande y ancha que es nuestro campo. Y sobre todo, no lo olvidemos, sus gentes.
Javier. El Cid campesino que gana batallas esgrimiendo como nadie razones y palabras, el Quijote castellano de las causas perdidas, el “desfacedor de entuertos” de esta Castilla vieja.



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