La Leyenda Blanca

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(20/02/2017) “Analfabetos ha habido siempre, pero nunca habían salido de la universidad”, clama María Elvira Roca Barea, harta de aquellos que cubiertos con el birrete de la hispanofobia cargan los males de América y del mundo a los españoles, apoyados en la leyenda negra, aquella que se encargaron de extender los humanistas italianos, alemanes y flamencos, cuando el imperio.

Sabían y saben que una mentira, mil veces repetida, termina siendo una mentira rentable.

Habrá, por lo tanto que cargar las tintas, en las bondades que tuvo aquella empresa, pero con objetividad y sin falacias, como hace Elvira Roca o como hace Iván Vélez en “El mito de Cortés” o José Antonio Crespo-Francés en su volumen “Españoles olvidados de Norteamérica”.

Habrá que hacer una cátedra dedicada, única y exclusivamente, a fomentar la Leyenda Blanca sin mentiras ni medias verdades y a ser posible ubicarla aquí, en España, donde tanto nos gusta fustigarnos y tirar piedras contra el propio tejado.

“Los españoles somos un poco desleales con nuestra historia” dice Iván Vélez que tendrá que impartir, en esa cátedra de la Leyenda Blanca, la asignatura: “España, imperio civilizador”.

Porque Iván Vélez, autor de “El mito de Cortés” dice que hay imperios generadores o civilizadores y que el imperio español fue civilizador porque integró a las sociedades indígenas; argumenta que no tiene sentido denostar a Cortés porque fue un hombre de su tiempo, un personaje excepcional que no está en los estándares, que rompió con las normas al uso.

Cortés, un personaje poliédrico, un espíritu innovador, equiparable a César o a Alejandro Magno y al que algunos se empeñan en arrojarlo del pedestal de la historia, dice Iván, en el Auditorio del patio Herreriano de Valladolid, ante un numeroso público, entre el que me hallo.

María Elvira Roca, impartirá, en la cátedra La Leyenda Blanca, la asignatura “Imperofobia” donde analizará cuándo y por qué surgen los intereses bastardos que cargan los males del mundo a los imperios, practicando la “imperofobia”, esa “enfermedad de la opinión producida por el agente patógeno de la propaganda  que han padecido y padecen todos los imperios”. También el español, según dice Elvira, enfadada de que nos carguen el muerto de tanto genocidio, de tanta inquisición, de tanto racismo, de tanta incultura.

Y luego estará el tercer profesor de tan necesaria cátedra, nada más y nada menos que José Antonio Crespo-Francés, impartiendo “Españoles en Norteamérica”, con un cartel en la entrada de su aula donde figure, con letras de oro, la siguiente frase de Thomas Jefferson, tercer presidente de EEUU:

“La historia antigua de nuestra nación está escrita en español”.

Y Crespo, en el temario de su disciplina, rescatará del olvido  a tanto explorador, misionero, soldado y gobernador, que fueron pioneros en una nación de pioneros.

Y nos recordará que Juan de Oñate fundó la ciudad más antigua de los EEUU, San Gabriel de los españoles, hoy Chamita, en Nuevo México; que Oñate fue el primero en celebrar el día de Acción de Gracias, dos décadas antes de que llegaran los peregrinos ingleses a la costa este; que el primer matrimonio del que se tiene registro en los archivos de Estados Unidos ocurrió el 4 de julio de 1598 y fue entre Vicente Solano y María Vicente; que la capital más antigua de un estado fue Santa Fe, fundada en 1610 por Pedro de Peralta; que Fray Junípero Serra fundó, en California, la primera de las 21 misiones de aquel estado; que el primer asentamiento blanco no fue la Bahía  de Chesapeake, sino Santa Marta donde llegaron los pobladores españoles a mediados del siglo XVI; que Bernardo de Gálvez condicionó el curso de la Guerra de la Independencia de las colonias americanas en su lucha contra la metrópolis; que Domínguez Escalante y Vázquez Coronado llegaron hasta Utah; que Juan Rodríguez Cabrillo descubrió parte de la costa oeste de California; que Gaspar de Portolá i Rovira fundó las ciudades de San Diego y Monterrey;…que…que…

 A los titulares de la cátedra La leyenda Blanca se sumarán, con el tiempo, otros profesores, especialistas en nombres tan señeros, para la historia de América, como Ponce de León, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando de Soto, Menéndez de Avilés…

 Y ya puestos en dicha cátedra se recordará que México contó con universidad en 1550 -la de Zaragoza, novena de las peninsulares, se fundó en 1542- y que en dicha universidad hubo una cátedra de lengua náhuatl que permitió que ese idioma no se extinguiera.

 La Leyenda Blanca, para remediar, entre otras cosas, el “vacío historiográfico sobre la huella española en Estados Unidos”, que es algo incomprensible, según apunta Crespo-Francés.



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