La huella del padre

(20/11/2012) Acaba de salir de la imprenta “El criador de gorilas”, obra que recoge quince cuentos breves del escritor argentino Roberto Arlt. Y el hecho me viene como anillo al dedo para esbozar en este artículo las secuelas que algunas actitudes paternas dejaron, como huella indeleble, en la mente y obra de algunos escritores. Sólo esbozar.

Juan Carlos Onetti, en el prólogo de “El juguete rabioso” de Arlt (edición de Bruguera Alfaguara) escribe que el padre de Arlt fue “…un redomado hijo de perra…(…) un padre de sangre aria pura que le decía, a cada travesura: mañana a las seis te voy a dar una paliza. Arlt trató de contarnos, y tal vez pudo hacerlo en su primera novela, los insomnios en que miraba la negrura de una pequeña ventana , viendo el anuncio de la mañana implacable”.

También el poeta inglés William Blake, que fue un niño enormemente imaginativo, tuvo que huir en más de una ocasión de un padre encolerizado que le perseguía cada vez que el muchacho confesaba haber visto árboles llenos de ángeles.

Julio Verne, según cuenta su biógrafo Charles-Nöel Martin en su libro “La obra y la vida de Julio Verne” recibió una paliza de su padre cuando, tras escaparse del internado, pretendió embarcarse a las Antillas para conseguir un collar de perlas y poder regalárselo a su prima de la que estaba enamorado.

La infancia y la relación con el padre ha marcado la vida de muchos escritores. Hasta el punto que uno se ve abocado a pensar que sin esa infancia y esa relación no habría aflorado el genio.

Miguel Hernández, el poeta de Orihuela, sufrió fuertes dolores de cabeza a lo largo de toda su vida, dolores que, según algunos biógrafos, podrían deberse a los golpes que su padre le daba en su más tierna infancia.

Otro, que podría formar parte de esta copiosa lista es el escritor inglés Samuel Butler. Su padre, un clérigo que le daba grandes palizas, logró con semejante actitud que, ya adulto, rechazase tanto a su padre como a su religión. Cría cuervos y te sacarán los ojos, que dice un refrán castellano.

Dostoievski era hijo de un médico borracho y despótico al que abominó. Tenía el doctor un carácter difícil e inseguro que hizo muy complicada tanto la vida de su mujer como la de sus hijos. Se dice que Dostoyevski se inspiró en su figura para representar al terrible padre de “Los hermanos Karamazov”. El escritor buscó siempre la indulgencia, casi como un repudio a la crueldad del padre y creció muerto de miedo y obsesionado por el sufrimiento, hasta el punto que en una carta enviada a su hermano le confiesa: “Tengo un proyecto: volverme loco”.

También el padre fue decisivo por cruel, en la vida de Kafka. Tanto que el autor de “Las Metamorfosis” escribió una “Carta al padre” en la que cuestiona los abusos y el maltrato emocional que hubo de padecer en su corta existencia:

Querido padre: Hace poco tiempo me preguntaste por qué te tengo tanto miedo. Como siempre, no supe qué contestar, en parte por ese miedo que me provocas, y en parte porque son demasiados los detalles que lo fundamentan, muchos más de los que podría expresar cuando hablo”.

El padre del vate vallisoletano José Zorrilla, desencantado por el camino literario que quería seguir su hijo, tan alejado de sus pretensiones, mandó que le llevaran a Lerma a cavar viñas. Castigo del que el futuro poeta escapó gracias al robo de una mula y la fuga, lejos del control paterno, a Madrid.

Hombre despótico y severo, rechazó el cariño de su hijo y se negó a perdonar sus errores de juventud. En su obra “Recuerdos del tiempo viejo”, Zorrilla escribe: “Mi padre no había estimado en nada mis versos: ni mi conducta, cuya clave él sólo tenía”.

Mariano José de Larra, figura destacada del romanticismo español como Zorrilla, se enamoró, cuando contaba 16 años, de una mujer que era amante de su propio padre lo que le llevó a odiar a su progenitor. Odio que más tarde se transformaría en un distanciamiento respetuoso.

Las palizas, el maltrato psicológico, los abusos y otras conductas paternas han marcado, por lo que vemos, la vida de los escritores. A muchos se les grabó a sangre y fuego en su memoria y casi todos escriben sobre ello en su autobiografía. O lo hacen sus biógrafos como en el caso de Arlt.

Horacio Quiroga, maestro del cuento latinoamericano que tenía apenas dos meses cuando su padre murió accidentalmente al dispararse su escopeta, presenció el suicidio de su padrastro Ascenso Bargo cuando apenas contaba trece años. Estas y otras tragedias justifican la constante aparición del tema de la muerte en sus cuentos. El escritor terminaría su vida, en un hospital bonaerense, ayudado por un vaso de cianuro.

El nobel Vargas Llosa creció hasta los diez años con la idea de que su padre había muerto pues tanto su madre como los demás miembros de la familia no quisieron hablarle de la temprana separación de sus padres. Tras la reconciliación, Mario iniciaría una relación tortuosa y difícil con su padre debido a sus violentos arrebatos y al rechazo que manifestó hacia la temprana vocación literaria de Mario. La literatura era, para el padre, el camino que llevaba a la homosexualidad.

La oposición paterna también le llevaron al escritor Jordi Sierra i Fabra a crear la Fundación que lleva su nombre para promover la creación literaria entre los jóvenes.

Fue una revelación y decidí ser escritor. Ahí empezó el calvario. Mi padre no me dejaba hacerlo, me lo prohibía, lloraba si me veía escribiendo. Decía que “eso no daba para comer” y que “me moriría de hambre” .

Y cuando no fueron los abusos, la oposición o la conducta inadecuada lo fueron las deudas o la caída en la pobreza.

El padre de Shakespeare, un hombre rico cuando nació William, cayó en desgracia al ser acusado de comerciar ilegalmente con la lana, perdiendo su destacada posición en el gobierno del municipio.

Y Charles Dickens y el resto de la familia vieron como su padre era denunciado por impago de deudas y encarcelado en Marshalsea, la prisión donde eran conducidos los deudores. Como la ley permitía en aquellos años que la familia del moroso pudiera compartir su celda, allá se fueron a vivir parte de la familia. Charles, acogido en una casa de Little College Street, acudía los domingos a la prisión para visitar a su padre.

¿Cómo no pensar en el impacto que tales vivencias tendrían en la obra de estos escritores?

Y así podríamos continuar en un suma y sigue interminable.

Porque ¿es casual que Ernest Hemingway terminara sus días suicidándose igual que su padre?, ¿ es posible que la temática en la obra de Edgar Alan Poe no tenga nada que ver con el padrastro intransigente y colérico que le crió tras quedar huérfano; o que la de Charles Baudelaire no se viera condicionada por un padrastro adinerado y colérico al que siempre odió; o que la de Jean Paul Sastre no deba nada al daño indeleble que, en su más tierna infancia, le causaron los maltratos que su padrastro Mancy propinaba tanto a él como a su madre; o que la copiosa obra del Fénix de los Ingenios, Lope de Vega, marcada hasta la obsesión por el tema de los celos, no tenga nada que ver con el hecho de que su padre fuera rescatado por su madre de una aventura amorosa siendo, él mismo, fruto de los celos y la reconciliación? ¿Es posible?

Es posible. Pero siempre nos quedará la duda.

Jonathan Franzen el laureado escritor estadounidense autor de Las Correcciones, ha afirmado que si se quiere escribir un libro que tienda hacia algún tipo de significado, ese significado se encontrará alrededor de la figura del padre.

O del padrastro, añado.



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