In illo tempore

(20/1/2012) Y hay quien dice que cualquier tiempo pasado fue mejor. Para quien ose afirmar tal despropósito le recomiendo que vea la película “El perfume. Historia de un asesino”.Y luego hablamos.
Basada en la exitosa novela de Patrick Süskind, traducida a más de cuarenta idiomas, los diez primeros minutos ilustran con bastante detalle lo que era la niñez de la gente pobre -que era casi toda la gente hasta hace cuatro días- y lo difícil y excepcional que resultaba sobrevivir a la infancia y llegar a adulto para contarlo.
Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista de Das Parfum die Geschichte eines Mörders, es arrojado al nacer entre los desechos del puesto de pescado que regenta su madre soltera, que lo abandona al creer que ha parido otro hijo muerto -había tenido ya otros cuatro partos malogrados-. El llanto del bebé alerta a los clientes de la pescadera que, al verlo en la basura, no tardan en acusarla de infanticidio y colgarla.
A partir de ese momento, Jean -Baptiste, sigue el derrotero de tantos niños huérfanos del pasado -muy numerosos según cuentan- cuando el concepto de infancia no tenía ninguna relevancia para los adultos.
Primeramente, superar la dependencia emocional de distintas nodrizas -obreras de la crianza al cargo de instituciones piadosas-, después el paso por varios orfanatos, donde ha de sobrevivir al odio de otros muchachos que se hallan en sus mismas condiciones y donde impera la ley de la selva y, para cerrar el círculo de una imposible supervivencia, el acceso a un mercado laboral, despiadado y sin leyes, regido por explotadores sin escrúpulos, cuando contaban unos ocho años.
Por siete monedas será vendido Grenouille a un colérico curtidor para que trabaje como una bestia antes de morir en el plazo de cuatro o cinco años -el ántrax maligno no perdonaba a nadie-. Pero el muchacho sobrevive. Que siempre hubo en la especie humana, como en otras, un porcentaje mínimo que logró lo imposible.
La historia de la película continúa centrándose en el perfume y la capacidad olfativa del muchacho hasta terminar su periplo vital de un modo sorprendente que no es el caso contar aquí, ni es el motivo de este artículo.
La dureza de los trabajos y las consiguientes enfermedades mortales eran moneda corriente hasta hace cuatro días para la niñez trabajadora y sigue siéndolo en bastantes lugares del mundo. Lean a Dickens o vean algún noticiario sobre el tema.
En “Niñez y castigo. Historia del castigo escolar”, libro publicado hace ya más de una década, quise dejar constancia de las barbaridades que se cometieron tanto en la crianza como en la escuela antigua.
“La historia de la infancia es la historia de una pesadilla aún mal contada”, afirmé entonces y sólo películas como El Perfume, permiten acercarse a unas coordenada vitales que resultan increíbles para nuestra mentalidad y nuestras costumbres.
Por eso cuando alguien se refugia en la memoria de su niñez para afirmar que los tiempos antiguos fueron más felices y que no había tantos crímenes como escupe a diario el telediario, les conmino a que lean libros como el que les indico y a que vean películas como El Perfume. Pasen y vean.
Cuanto más se profundiza en los siglos pasados, más se oscurece el túnel de la historia del hombre, en general, y de la niñez, en particular, y más expuestas están las criaturas al infanticidio, al abandono y a toda clase de abusos.
El llanto de los niños crece hasta el infinito a medida que retrocedemos en el túnel del tiempo de nuestra historia.
¿Se han preguntado alguna vez por qué lloran tanto los niños? Tal vez la respuesta esté in illo tempore.



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