Genios al cubo

cubo

(20/06/2023) Acabo de verlo en uno de los diarios de mayor tirada. Max Park, un joven autista de 21 años, rompe el récord mundial del cubo de Rubik Clásico (3x3x3) al resolverlo en 3,13 segundos, 34 centésimas antes que el chino Yusheng Du, que mantenía dicho récord desde el año 2018.

Véanlo ustedes. Es fácil encontrarlo en internet. Y fíjense en la secuencia del momento: el entrenamiento inicial -una especie de calentamiento de manos- mientras el cubo a batir permanece oculto bajo un cubilete; el alzado de este para que Max observe durante unos segundos la posición de los colores; el posado del cubo sobre la mesa; la breve concentración e, inmediatamente, con el cronómetro en marcha, el febril movimiento que le conduce al récord.

Para mí -y probablemente para muchos de ustedes- el nombre de Max Park era totalmente desconocido, pero investigando en Internet he llegado a saber que se trata de uno de los grandes cuberos -así son llamados en su argot- de la actualidad y ganador de muchas competiciones a nivel mundial.

“¿Quién crees que va a ganar?”, pregunta el entrevistador a quienes asisten a uno de esos campeonatos. “Sin duda diría que Max Park, es el primero en todos los torneos y demuestra con su destreza que una persona con discapacidad puede ser tan buena como cualquier otra”, responde un aficionado.

Se puede ser un genio y no ser perfecto y eso es lo que nos enseña ese talentoso cubero estadounidense que ha tenido que superar los problemas que acompañan al autismo -dificultades en la interacción social y en la comunicación, entre otras- para llegar a lo más alto en una competición que cuenta con numerosos seguidores.

Aristóteles ya nos aleccionó sobre el tema cuando aseguró que la inestabilidad mental  y la genialidad suelen ir de la mano, que la tristeza y los demonios interiores -la melancolía que decían los antiguos- están presentes en el talento aunque no sea condición suficiente.

Hoy sabemos que, encauzados, esos problemas, pueden llegar a mitigarse y servir de lanzadera para desarrollar otras potencialidades. Fue el caso de Max que comenzó a completar el cubo de Rubik por recomendación de su terapeuta para mejorar sus habilidades, y ha terminado consiguiendo récords que asombran por las destrezas que exigen y las dificultades que encierran.

El talento, habilidad e inteligencia que demuestran los speedcubers (cubos de velocidad) -así son llamados, también, los genios del cubo que buscan resolverlo a contrarreloj- está muy por encima de lo que cualquier persona puede lograr.

El pasado 18 de junio, fue el día del orgullo autista y sería bueno recordar, aprovechando dicho evento, que muchos de nosotros nos hemos quedado anclados en una visión sesgada del autismo al considerar, erróneamente, que su pensamiento se asocia mejor con el razonamiento lógico y sistemático que con el creativo.

Considerar que creatividad y autismo eran términos opuestos ha sido una creencia muy extendida, pero investigaciones recientes sugieren que deberíamos replantearnos esos viejos prejuicios al constatar la existencia de grandes artistas, músicos, escritores y actores que son autistas.

Saber que existen personas autistas como Emma Zurcher-Long que es escritora, poeta y música, que ha encontrado su voz a través de la escritura, que da conferencias en las escuelas de los Estados Unidos y que ha publicado en distintas antologías; o como Sophia Mendonça directora de películas como Autwork, Amores Típicos, Espectros y Voces de Maturidades y autora de varios libros sobre temática autista, puede ayudarnos a entender la complejidad y diversidad del tema y a abandonar ciertos prejuicios.

Como escribe Amy Sequenzia, poeta y autista:

                                                                        ¿Qué es lo normal de todos modos?

                                                                Vamos a tratar de entender el idioma del otro

                                                                      Tratar de aprender lo que es tan claro

                                                                                   No hay “normalidad”

                                                                                       Hay diversidad.



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