Esos extremófilos llamados “culturetas”

(10/9/2013) Los “culturetas”, esa especie en extinción que se trabaja las semanas culturales sin subvenciones oficiales y por amor al arte; que se juegan vida y hacienda ante el toro ibérico de la desidia y la incomprensión, florecen en el agosto como las amapolas entre los trigales.

No sé quien acuñó el término “cultureta” pero ya va siendo hora de asumirlo y gozarlo, de hacerlo propio, de exhibirlo con el orgullo necesario -soy “cultureta”, ¡qué pasa!-, porque agosto se llena de esos “rara avis” y gracias a ellos dicen que hasta sube el PIB. ¿Verdad, señor ministro?

Vengo de mi pueblo, de trabajar y vivir la Décima Semana Cultural que a golpe de esfuerzo e ilusión, sin apenas medios, llevan a cabo un grupo de vecinos que se convierten cuando llega el estío en Kamikazes de la cultura. En unos culturetas, ¡vaya!

Y lo dicho para mi pueblo -Cañizal (Zamora)- serviría para los cientos de municipios que cada verano, por arte de birbiloque -o sea de culturetas- se meten en “el fregao” de organizar actividades, festivas, lúdicas y culturales. Los muy pesados.

En el largo recorrido de las semanas realizadas desde hace una década -¡dios!, cómo pasa el tiempo-, a más de calvarios y disfrutes, uno llega a conocer gente con una enorme valía artística que han surgido, por méritos propios y contra viento y marea, en el desierto cultural en el que nos movemos.

Entre estos extremófilos -especies que habitan en lugares en los que apenas encuentran oxígeno para desarrollar su vida (o su talento)- he conocido a dos que me han sorprendido positivamente y de quienes me gustaría dejar constancia en este cuaderno de bitácora. Se trata de Charo Campos y Ángel Valderrey que enamoran a sus oyentes con sus tangos, fados, rancheras, valses, napolitanas, boleros, habaneras, jotas… “Por el camino verde”.

También a la Coral Saucana, milagro cultural de la Comarca de la Guareña, bien dirigida por otro extremófilo que ha logrado y logra lo imposible en el mundo rural, ese ámbito tan olvidado por tirios y troyanos: Daniel Pascual, de Guarrate (Zamora).

Ya en la ciudad acudo a la llamada de Ángela Hernández Benito, mujer de amplia y variada cultura, diosa de la Casa de Zorrilla, ninfa insomne del verso duro y canalla, para saborear los nutrientes que encierra “La noche y la mentira”, su obra inédita.

Ya sabíamos que la realidad era mentira pero nos quedaba el encanto de la noche y su cruda verdad para creer en algo. Pero Ángela como el cineasta Tsai Ming-Liang en su película “Stray dogs” se encarga de demoler las normas que dan reposo a nuestra mirada y nos enfrenta al descubrimiento de nuevos ángulos en lo cotidiano, en la noche. Las miradas del aire. Miradas en verso amargo para romper reglas y reposos.

Y con Ángela poniendo voz a sus versos, el actor Jesús Cirbián. Otro extremófilo del páramo. Actor de teatro en Tiramisú, con una voz cálida, envolvente y bien timbrada. Y también Oscar Lobato respondiendo con el piano al verso crudo, doliente y salvaje de Ángela. ¡Qué noche, maestro!

Por ellos levanto mi copa. Por estos extremófilos que trabajan en condiciones extremas –de ahí su nombre- y se las arreglan para sobrevivir en un medio hostil, en aguas enormemente ácidas para albergar cualquier tipo de vida…cultural.

Que lo dice Daniel Pascual, de quien les hablé más arriba, promotor del grupo folclórico “Trambasaguas”, profesor de la Escuela de Folclore de Fuentesaúco, director de la Coral Saucana y miembro del grupo musical Alquitara:

“Los que nos dedicamos a esto lo tenemos como un extra; la crisis se ha cebado muy especialmente con la cultura y es imposible vivir de la música. Esto no da de comer».

Pero el extremófilo, el cultureta, está acostumbrado a la crisis, Daniel, amigo. Y al hambre.

Vive en crisis desde la noche de los tiempos. Habita en la estepa del hambre junto a animales bien cebados que optaron por dedicarse a otras cosas, por vivir en otros jardines.

Quienes habitan en los planetas del poder no comprende a los culturetas. Incomodan. Pero acuden a ellos cuando llega el estío. Que hay que lavar la cara ante los electores y demostrarles que han leído El Quijote aunque se lo atribuyan a Quevedo. Faltaría más.

Pasó agosto. Los culturetas vuelven al desierto. A los límites de la supervivencia. Al extremo.

Hasta el año que viene.



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