Enseñar deleitando

almagro

(20/10/2019) Hay lugares cuya visita trasciende lo meramente turístico para acabar convirtiéndose en toda una lección de historia para el visitante ocasional.

 Y no me refiero únicamente a la historia que encierran sus monumentos (iglesias, casas solariegas, ermitas, palacios…) sino a una narración más profunda y más amplia que sólo te pueden dar quienes aman y sienten el lugar que explican.

 Ya les hablé aquí de Sevilla y de sus múltiples encantos que se multiplican cuando te los muestran personas que la viven y la quieren. Pero ocurre también en otras poblaciones importantes e incluso en aquellas que son más modestas.

 Entre éstas permítanme que les hable de dos que me han impactado por lo mismo: Hervás y Almagro.

 Hervás sorprende por muchas cosas: por su templo de Santa María, por su Convento de los Trinitarios, por su Palacio de los Dávila…, todos ellos monumentos de referencia en la villa cacereña visitada por tantos turistas. Pero es el barrio antiguo con edificaciones de la antigua judería que vivió, sufrió y gozó en Hervás (uno de los barrios judíos mejor conservados de España), lo que más llama la atención del visitante.

 Aunque ya lo había visto hace tiempo, me dispuse a hacer un nuevo recorrido por sus calles empinadas y estrechas, prestando atención a aquellos detalles que se me habían escapado (es bien sabido que cada lugar se nos muestra diferente cada vez que lo visitamos, pues cambia nuestra forma de mirar) y fue entonces cuando vi que en una tienda de recuerdos, entre casas de adobe revocadas de teja, se vendían libros sobre la judería hervasense.

 Elegí uno que llevaba por título “La capa de Elías” de Marciano Martín Manuel y me acerqué al mostrador para pagarlo. Fue entonces cuando la dueña del negocio me informó que si quería conocer al autor de aquel volumen podría hacerlo ya que en aquellos momentos estaba explicando el barrio hebreo a un grupo de turistas.

¿Cómo?, me dije, ¿un escritor local haciendo de guía turístico en su pueblo?

 Aunque no soy dado a correr detrás de los autores para que me dediquen su libro, hubo algo que me impulsó a conocer al escritor en pleno trabajo de campo.

 No voy a hablarles aquí sobre los amplios conocimientos que posee Marciano sobre el tema judío (es autor de libros como “Los judíos de Hervás”, “Judíos y cristianos nuevos en la historia de Trujillo” y “Abraham Zacuto, astrólogo de don Juan de Zúñiga”) ni sobre sus colaboraciones en revistas y colecciones judaicas, sino solamente a invitarles a que lean “La capa de Elías” un profundo ensayo sobre las difíciles relaciones que mantuvieron los cristianos viejos con los cristianos nuevos (judíos que, tras la orden de expulsión, habían abrazado con mayor o menor convicción el cristianismo) a lo largo de más de doscientos años de difícil convivencia.

 Les confieso que he disfrutado y aprendido mucho con su lectura pues Marciano Martín añade a un valioso rigor histórico en aquello que narra, una prosa rica en matices, llana y eficaz, que encubre una amplia cultura y que logra mantener el interés a lo largo de sus páginas.

 Ver Hervás de la mano de Marciano Martín (oyéndolo o leyéndolo) es una experiencia inolvidable incluso para aquellos que ya conozcan dicho pueblo.

 Y del Hervás extremeño permítanme que les conduzca hasta el Almagro manchego, hasta la ciudad que la Orden de Calatrava y los banqueros de Carlos V (los fúcares) eligieron como lugar de residencia y a la que embellecieron durante siglos.

 Todo esto y más explicado por Pilar, una vecina entusiasta (el término “guía turístico” me resulta frío y académico en casos como este) que como les dije más arriba siente y ama su localidad y sabe cómo introducir al visitante en el laberinto de la historia para enriquecerle con lecciones dadas desde la más eficaz de las pedagogías: la del amor por aquello que se enseña.

 Sus Palacios Maestrales, las casas palaciegas de los Fugger, los Wessel y los Xedler (banqueros alemanes prestamistas de los Habsburgo), su Plaza Mayor, su Corral de Comedias, sus iglesias, conventos y museos, hacen de la ciudad de Almagro un lugar óptimo para aprender historia.

 Pero si lo hacen de la mano de Pilar se darán cuenta que el docere et deleitare  (enseñar y deleitar) lejos de ser una frase al uso es una realidad para quien visita la ciudad de “la arcilla roja (al-magra), topónimo de la hermosa villa manchega.



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