El síndrome de alineación parental

(23/6/2007) La noticia la daba la agencia EFE  el 20 de Junio del 2007 en estos términos:

“Una juez de Manresa (Barcelona) ha dictado una sentencia que impide a una madre y a la familia materna  ver a su hija de ocho años durante seis meses, tiempo en el que la niña estará con su padre para remediar la aversión que le ha inculcado su madre desde que se separaron”.

El síndrome de alineación parental, término con el que los psicólogos han bautizado la aversión o fobia hacia uno de los progenitores es, al parecer, una de las conductas que desarrollan los pequeños cuando son manipulados por uno de los padres para que llegue a odiar al otro.
Según la Asociación Americana de Psicólogos Forenses para que se pueda hablar con rigor de dicho síndrome se han de dar las siguientes condiciones: ser una conducta persistente –no un hecho ocasional- , estar injustificada y ser el resultado de la influencia del otro cónyuge.
Aunque en un principio se encontraron más madres alienadoras que padres – debido a que la custodia se le daba a la madre – la proporción ha variado con el tiempo acercándose a un 50% según recientes estudios.
Que lo que sigue tenga algo que ver con lo anterior, o no, es algo que dejo al criterio de quienes se acerquen a la lectura de este artículo.
El profesor de un colegio, asombrado por la creciente asistencia de padres al centro en horas de recreo para observar a sus retoños, me mandaba hace pocas fechas la siguiente nota.

“Cada vez es más frecuente verlos.
Hombres y mujeres que, tocados por la ternura y la desesperación, merodean por las cercanías de los centros educativos  para ver a sus hijos que, ajenos a todo, se bañan en el juego y se olvidan del mundo y de la historia.
Vienen de las rencillas y los odios que deja el desamor. De matrimonios rotos con odios que se agrandan según pasan los días. De visitar juzgados que cosen y descosen acuerdos imposibles hurgando mil heridas.
Les veo cada mañana.
Nómadas urbanos entre la oficina y el patio del colegio a donde peregrinan en hora de café para ver a sus vástagos temerosos del desamor y del frío; de que tantos besos de cuna y de crianza se pudran en el saco del olvido o en la mano enemiga que genera aversión hacia la propia sangre.
Incapaces de esperar la custodia -los días de visita- que les marcara el juez; temiendo a que el maestro les pregunte qué hacen y sospechen motivos oscuros y torcidos -que el observar a niños nunca estuvo bien visto-, miran entre las rejas que protegen la escuela cómo crece su niño.
Es fácil verlos.
Comidilla de patio de colegio a donde acuden con aire clandestino para robar cariños, afectos y palabras…Para robar miradas, sobre todo miradas y grabar los momentos de una infancia que es corta. La infancia de sus hijos.
Llevan a la espalda fracasos de pareja, historias de rencillas, marejadas de odio  y por delante un futuro imposible preñado de preguntas, huérfano de cariños.
Yo los he visto.
No creen en palabras de psicólogos huecos que han crecido al olor de dolores profundos y contemplan su caso como tantos y tantos.
Ni soportan tampoco el bienestar ajeno, la dicha del amigo, feliz entre los suyos, que azota con reproches su examen de conciencia cuando, cada mañana, se incorporan al mundo.
Hombres y mujeres que han jugado, como todos, en el tapete de la vida y de los afectos sin sospechar siquiera que, perder este juego, resultara tan caro”.

Para muchos investigadores y jueces el inducir a la alienación parental a un niño es una de las formas que puede adoptar el abuso o maltrato infantil y, como tal, debe ser castigado por la ley.

Más información:
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