El pulso herido

Lautrec

(30/11/2014) Henri de Toulouse Lautrec nació hace ciento cincuenta años y, como era de esperar, aprovechando la efeméride del natalicio, se han multiplicado las conferencias, exposiciones y biografías sobre el pintor y cartelista nacido en Albi.
Sesudos analistas de su obra miran estos días, al microscopio, todo aquello que aún no ha sido estudiado lo suficiente, algo más que añadir sobre la dirección y calidad de sus pinceladas, sobre la composición de sus pinturas, sobre sus enfermedades infantiles fruto de la endogamia, etc. etc. Y aparecerán nuevas tesis doctorales sobre su vida y milagros que sumadas a las ya existentes coparán las biografías del pintor postimpresionista.
Pocos hay, sin embargo, que se dediquen a mirar lo que hay detrás de sus cuadros tan cotizados en el mundo del arte. Me refiero a las personas que se ofrecieron como modelos y que en el caso de Lautrec suelen ser mujeres de “vida alegre” (eufemismo desconcertante y hasta cruel), cantantes, comediantes y otras mujeres de la farándula que vivían en la marginalidad del París de la bohemia, del vicio y la extravagancia. Huéspedes de la absenta, el ajenjo y el láudano. Las flores del mal.
Cuando miro los personajes que habitan en los cuadros de tantos pintores siempre me he preguntado qué hay detrás de todo lo que veo, cuáles son sus relieves, sus sombras, sus esquinas, su otra cara. Lo que está detrás del cuadro. Como diría García Lorca buscar ese “pulso herido que ronda las cosas del otro lado” o como, a su vez ha dicho el escritor gallego Manuel Rivas “expresar el reverso enigmático del espejo”.
Volviendo a los cuadros de Lautrec buscar ese “pulso herido”, ese “fondo enigmático”, sería preguntarse, por ejemplo, por las dos prostitutas de su cuadro “la inspección médica” que abren este artículo, cuestionarse qué biografía encierran esos rostros llenos de melancolía y tristeza, qué futuro les esperaba si el doctor diagnosticaba que portaban la sífilis -tendrían que ser internadas en las Hermanas de Saint-Lazare- , qué fue de Gabrielle la Danseuse que es quien marcha en primer lugar, qué sería de la anónima mujer que va tras ella, etc…
Pero Gabrielle y su anónima acompañante son mujeres que nos muestran, al fin y al cabo, su rostro, otras no tendrían tanta suerte como “femme à sa toilette” que Lautrec presentó en la Exposición de Bruselas (1890) sin nombre ni oficio bajo un anónimo “pelirroja”, o su “mujer frente al espejo” o “mujer en cuclillas con pelo rojo”. Ninguna nos ofrece su cara, todas se muestran en la posición que prefería el cliente del burdel que pagaba por kilo de carne.
De entre todas las mujeres que plasmaron los pinceles de Lautrec hay una que bien merecería un estudio biográfico en toda regla, un tratado psicológico en profundidad sobre la mujer y la condición femenina: Carmen Gaudin. Protagonista de toda una serie de obras con el pintor, Carmen la pelirroja es quien más impresiona al espectador que la contempla. La tristeza que desprende cuando es pintada de frente o de perfil no deja indiferente a nadie. Modelo de diversos pintores como Émile Bernard, Henri Rachou, François Gauzi, Albert Besnard y Fernand Cormon, sólo sabemos que fascinaba a unos y otros por su pelo rojo y por su blanca piel.
Pero hay un “pulso herido” que se esconde detrás de esa muchacha humilde, de aspecto arisco y desgarbado y de fuerte carácter. ¿A qué se dedicaba cuando abandonaba el trabajo como modelo?, ¿era una lavandera?, ¿tenía familia a la que alimentar?, ¿qué fue de ella cuando su belleza se marchitó y dejó de interesar a los pintores?, ¿qué se oculta tras el hastío y la melancolía de su rostro?, ¿qué detrás de su mirada esquiva y desconfiada, siempre intrigante?, ¿qué ocultan sus ojeras?, ¿fue una mujer maltratada por un hombre como refiere Lautrec?, ¿en qué piensa?
Y la pregunta definitiva: ¿sería consciente de su paso a la inmortalidad gracias a la mano de aquel pintor que apenas alcanzaba el metro y medio de estatura?, ¿sospecharía siquiera que uno de los cuadros que la representaban, “la blanchisseuse” (la lavandera), alcanzaría en pública subasta -sala Christie´s de Nueva York, año 2005- la suma de más de veintidós millones de dólares?
Bueno sería aprovechar el natalicio de Lautrec para hacer tesis doctorales y sesudos estudios científicos sobre estas y otras mujeres que contribuyeron al mundo del arte, de esas semblanzas en la niebla que tanto tienen que decir sobre la vida de este homínido que se autodenomina “sapiens”.
Mientras tanto les presento a Carmen.
Y no me digan ahora que no saben en qué piensa.

lautr



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