El mejor afrodisiaco

(20/8/2012) La fascinación del poder. La erótica del poder. Que se lo pregunten a Mimi Alford que se ha despachado tan a gusto diciendo que a sus 19 añitos se lo hizo con el presidente John F. Kennedy.
Así, sin pudor y sin tapujos, que ya ha pasado mucho tiempo y además a quién le importa.
Que se lo pregunten a tantas y tantos que siguen erotizados por tanto poderoso y además tienen la “suerte” de poder contarlo en la televisión y vivir de ello.
Porque Mimi, nació demasiado pronto. ¡Pobre! Hoy en cualquier tertulia la hubieran dado tanto dinero como para no tener que conjugar en su vida el verbo trabajar.
Si hoy puede vivir del cuento cualquier personajillo que se ha acostado con cualquier mindungui, imagínense contar lo que hiciste con el hombre más poderoso del mundo.
La cama siempre fue el mejor lugar para hacer unas oposiciones.
Mónica Lewinsky las hizo con el presidente Bill Clinton y aquellas “relaciones inapropiadas” en el Despacho Oval, le han abierto muchos despachos.
Las alcobas han encumbrado a mucho don nadie.
Conozco a un anciano que cada vez que se le presenta algún desconocido le suelta sin más ni más y sin venir a cuento que él se bañó con la hija de un importante mandatario.
Aquel acto de bañarse con alguien importante, se le grabaron en las entretelas del alma al viejo y se lo cuenta con pelos y señales a todo quisqui: “Yo me bañé con la hija de…”.
Desconocemos, quienes oímos la historia de este abuelete -que se reduce a esas ocho palabras-, si fue a distancia corta o larga, si fue en mar, río o lago, si hubo intercambio de palabras…Para nuestro hombre eso no tiene importancia. Lo grandioso para él, lo inolvidable era haber compartido aguas con la hija de un hombre poderoso.
La televisión que ha vulgarizado todo lo que toca, también ha banalizado las relaciones de catre.
Tras el presidente de Israel Moshé Katsav, condenado por violación, del jerifalte italiano Silvio Berlusconi -un panal de rica miel para muchas jovencitas-, o de Dominique Strauss-Kahn- acusado en tantos países de delitos sexuales que más que presidir el Banco Mundial pareció dirigir el Banco Mundial de Semen, tras ellos, repito, que son la aristocracia del asunto hay toda una cohorte de leguleyos que se lo montan de la misma forma y salen en las tertulias de las 5 para contarlo y vivir de ello.
Y si erótica, según el diccionario, es atracción y excitación intensa que se siente ante ciertas cosas, el poder parece ser quien se lleva el gato al agua seguido, muy de cerca, por el dinero y la fama. Tan de cerca, que casi siempre van unidos..
Si usted querido amigo, estimable lector o lectora no se siente a estas alturas de su calendario biológico, objeto de deseo, no es por su cuerpo en derrumbe, ni por sus patas de gallo, ni por tener ese careto que le hace pedir perdón a los espejos…No. Es sencillamente porque usted, como yo, como tantos, no es poderoso. De serlo, estaría tan solicitado por tantos amantes erotizados por el áurea de su mando, que no tendría tiempo ni para leer estas líneas. Sí.
El que fuera secretario de estado norteamericano Henry Kissinger lo dijo bien clarito: “el poder es el último afrodisíaco”. Y él sabía mucho del asunto ¡Vaya si sabía!
El poder multiplica la testosterona y hace del más enclenque de la tribu un macho alfa.
Sarkozy, cuyo físico no es como para tirar cohetes, cuando logró la presidencia de la República Francesa pasó a ser codiciado por hembras de la talla de Carla Bruni. Para que vean.
Desde entonces todos quisimos ser Sarkozi, medir 1, 68 cm, acumular poder y ver rendidas a nuestros pies a tanto objeto de deseo que pasa ante nosotros sin vernos. ¡Ay!
Lo dijo Thomas Hobbes que también filosofó sobre este asunto: “la primera inclinación natural de toda la humanidad es un perpetuo e incansable deseo de conseguir poder, que solo cesa con la muerte”.
Se lo digo yo.



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