Dostoievski en Valladolid

(10/2/2012) No es lo mismo. No es lo mismo asistir a la representación teatral de una obra de cualquiera de los clásicos en un moderno teatro diseñado por Abraham Zabludovsky que hacerlo en el Teatro Romano de Mérida. No es lo mismo.
No es lo mismo asistir a la lectura de un texto de Dostoievski sobre “El gran Inquisidor”, en un escenario multimedia y moderno, que hacerlo en la capilla del Colegio San Gregorio de Valladolid que fue, dice la historia, lugar de controversias y debates entre tirios y troyanos con el gran inquisidor mediando. No es lo mismo.
A veces el lugar es el teatro. No lo duden.
Como conclusión del año España-Rusia y “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid” el Museo Nacional de Escultura, que se ubica en el Colegio dominico de San Gregorio, presentó el pasado fin de semana la lectura dramatizada El Gran Inquisidor.
Lectura dirigida con tino por Ernesto Calvo que se centra en el relato que Iván cuenta a su hermano Aliosha en Los hermanos Karamazov.
La sobriedad de la puesta en escena, el buen hacer de los intérpretes -Carlos Pinedo y Manuel Pérez- y la sagaz dirección del acto, hicieron que la magia del momento y del espacio nos trasladara a la Sevilla del siglo XVI y al encuentro de Jesús con el Gran Inquisidor quien, tras un sesudo monólogo y una pregunta afilada cual cuchillo “¿para qué has venido a perturbarnos?”, terminará acusándole de “alterar el orden público” y llevándole a la hoguera.
Total lo que siempre se dijo: si Cristo volviera a nuestro mundo le volveríamos a crucificar. Así somos.
Y todo en San Gregorio donde allá por la cuaresma de 1527 bajo el patrocinio de otro gran inquisidor, Alonso Manrique, se juntaron frailes, teólogos y doctores de Salamanca y Alcalá de Henares, para discutir si la doctrina de Erasmo de Rotterdam se ajustaba o no a la ortodoxia. Y donde años más tarde -en 1550- otra controversia, con el indio como eje central, enfrentaría a Bartolomé de las Casas y a Juan Ginés de Sepúlveda.
Valladolid: lugar de controversias y debates. Espacio de juntas teológicas.
El autor de Crimen y Castigo eligió Sevilla para ubicar su relato. ¿Por qué? Debería haber elegido Valladolid. ¿Qué mejor lugar para la controversia que plantea entre Cristo y el Gran Inquisidor que la ciudad del Esgueva?
Las formas antagónicas de ver la realidad, las polémicas más trascendentes para el hombre y su fe, siempre se debatieron en San Gregorio de Valladolid. Debería haberlo sabido el ruso.
Pero se fue a Sevilla que tampoco estuvo manca de inquisidores y controversias. Allá él.
Pero dejémonos de nostalgias y reproches y volvamos a los espacios escénicos y a la conveniencia de que las obras se representen en los sitios en los que nacieron o en aquellos espacios en los que las imaginó su autor. Sobre todo si esos lugares siguen conservando la pátina del tiempo viejo. Como San Gregorio.
Huir del cartón piedra y de los falsos decorados y revivirlas y recrearlas en el lugar y época en la que transcurre su narrativa.
David Copperfield, por ejemplo,-ahora que rememoramos el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens-, debería representarse en los suburbios de esas megaciudades en las que es difícil salir con vida y donde niños desnutridos huronean en la basura. Y ya puestos Murder of Nancy en un lupanar de carretera; Cuento de Navidad donde respiran los sin papeles, los explotados y los discriminados; y “La pequeña Dorrit (Little Dorrit), entre los inversores y financieros sin escrúpulos que nos han llevado a la ruina y que habitan desde siempre el “Departamento de circunloquio”, ese antro especializado en “no hacer nada” y ganar dinero. Por ejemplo.



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