Divagaciones de un racionalista

diosas

 

(10/3/2014) Pasear es pensar. Vengo de pasear la ciudad, de leer con los pies ese libro abierto que es cualquier ciudad. Vengo de pensar la ciudad.

Si yo fuera mujer escribiría “vengo de sentir la ciudad” pero soy hombre y el pensamiento racionalista ha cortado mis alas y mis sueños desde hace siglos. “Pienso luego existo” clama mi espíritu cartesiano.

La calle está vacía de niños y llena de jubilados y de mujeres.

Ellos con su soledad y su silencio. Ellas con sus amigas y su bolso.

Habría que hacer algún ensayo sobre el bolso de las mujeres, esa bolsa marsupial en la que llevan el mundo a cuestas, lo que de verdad importa, lo único necesario. También sus emociones. Sus sentimientos. El bolso.

“Siento, luego existo” dice Laura Esquivel que asegura que “una emoción puede cambiar la percepción del mundo” y que cree en el poder de las palabras para generar emociones.

Descartes se inquieta en su tumba ante mujeres como Laura. Ya era hora.

La mujer y su bolso lleno de arte, de inspiración. Diosa griega vinculada a la vida, a la tierra, mientras el hombre se pierde en los laberintos de la razón y del progreso.

“A mí siempre me ayudó la presencia de una mujer cercana que tiene algo que no tiene ningún hombre, esa cualidad casi mágica que tiene que ver con las antiguas diosas, con las deidades de la fecundidad” aseguró Ernesto Sabato en su día antes de concluir con una frase tajante cual cuchillo “las mujeres son las que nos van a salvar”.

Pues que lo hagan pronto, Sabato, amigo, que las cosas se están poniendo feas en esta Europa de las patrias y de la razón pura. ¡Ay!

El bolso de las mujeres lleno de sueños, vida y sentimientos frente a la cartera del hombre rebosante de tecnología y tecnocracia que terminará por perdernos a todos como aventuró Schopenhauer: “hay épocas en la historia en las que el progreso es reaccionario y la reacción es progreso”.

-¿Cuál de los libros que has escrito es tu preferido? – me preguntan en “Aquí Valladolid” -emisora de radio que vuela por Internet-.

- “Valladolid, femenino singular” –les respondo sin dudar.

Y luego me toca explicar el “por qué” de la elección, y divago y divago hasta concluir que ellas, las mujeres, fueron, son y serán la sabiduría de la tribu, las que salvarán, si llegan a tiempo, este planeta lleno de patrias y no de “matrias”.

Como Matilde Kusminsky que logró salvar del fuego “Sobre héroes y tumbas” antes de que Sabato lo arrojara, como hizo con otras obras, a las llamas.

Y vuelvo a la calle. La calle paseada y sentida por mujeres en el crudo invierno de la ciudad fluvial, como dijo un chileno universal, el malogrado Roberto Bolaño escribiendo en otra parte, junto al mar:

“Durante el invierno pareciera que solo ellas tienen el valor suficiente para asomarse a las calles heladas…solas o con sus hijos o con alguna amiga silenciosa y en sus manos siempre descubro un libro”.

Bolaño escribiendo “Los detectives salvajes”. Rodando por una carretera interminable de Méjico para buscar a una sacerdotisa, a Cesárea Tinajero, y rogar que le ayude a avanzar por los desiertos de Sonora.

Cesárea Tinajero, mujer sacerdotisa, diosa antigua, madre tierra para poder entender el desierto que es la vida en el eterno viaje a Ítaca que es la existencia. Cualquier existencia.

Lo importante es el camino, el viaje, Bolaño, amigo. Y nadie como la mujer, reina de la noche, de lo mágico y del inconsciente, para saber orientarse en la ruta. Hay que preguntarle a Tinajero.

Y vuelvo a Laura Esquivel, también mujer, también mejicana y a su “Como agua para chocolate” donde lejos de grandes tesis existencialistas, lejos de estériles raciocinios, nos habla de la importancia de la cocina, de los recetarios, de la vida. ¿Lo ven?

“Escribir forma parte de mi vida pero no es mi vida”, nos dice Laura, también diosa azteca o maya, reina de la noche mozartiana, mujer eterna que ha de salvarnos del malvado Sarastro.

Laura Esquivel como cualquier mujer lleva la vida a cuestas. En su bolso.



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