Desde el río Leteo

 Gala

(20/09/2023) Decía Antonio Gala que lo que nos asusta de la muerte es el miedo al vacío, pero que no hay vacío sino un salto que no es desagradable, sino acolchado y con paracaídas.

 Pero Gala, el autor de Más allá del jardín,que dio ese salto hace más de tres meses ha caído, mal que le pese, en un gran vacío pues apenas ha habido revistas literarias o programas de cultura que hayan hablado de él, de Antonio Gala, uno de los autores más leídos en español tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

 A uno, que no entiende nada, le da que pensar la forma tan sectaria con que trabaja el olvido. El por qué ese “olvido que seremos” se ceba más con unas celebridades que con otras sin que haya razón medianamente lógica que lo justifique. El por qué una revista literaria dedica ocho páginas a J.R.R. Tolkien -recordando que murió hace cincuenta años- y aún no haya dedicado ninguna al autor de Anillos para una dama, por ejemplo.

 Y es que la prensa de esta civilización del espectáculo se toma su tiempo para anunciarnos la muerte de cinco turistas que pretendían bajar a las profundidades abisales  para visitar el Titanic -y ahora en desmenuzar un beso no deseado en una final de fútbol- y ante algo tan trascendente no hay lugar para otras minucias: asesinatos en Etiopía, guerra de Ucrania, terremoto de Marruecos, naufragios con cientos de víctimas en el Mediterráneo, inundaciones en Libia, cuerpos calcinados en los incendios forestales, matanzas en Níger, vertidos de aguas nucleares en el mar de Japón, situación de las mujeres afganas…

 Atareados en crear opinión, empecinados en complacer a las mayorías, esclavizados por el dinero que les oferta el poder, los medios de comunicación se regodean en unos asuntos mientras olvidan o dan esquinazo a otros. Medios con poder omnívoro y faltos de rigor que no solo reflejan la realidad, sino que la crean. Medios donde reina la desmesura y la autocomplacencia que demanda quien más vocifera.

 Pero les estaba hablando de Antonio Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos Gala Velasco -que con ese nombre tan rimbombante y sacro lo bautizaron sus padres-, o sea de Antonio Gala, el escritor que nos iluminó con una profunda obra literaria y del que apenas han hablado los medios, más dados a la desmesura y al amarillismo.

 Con una obra llena de lirismo en la que han bebido varias generaciones de lectores, con poemas como Enemigo íntimo, novelas como La pasión turca, obras de teatro como Anillos para una dama, ensayos y artículos periodísticos, el autor nacido en Brazatortas y cordobés de adopción, abarcó todos los géneros literarios.

 Profundo conocedor de la condición humana se retiró hace tiempo de los escenarios consciente de que “ser viejo es ser vencido por la amarga sospecha de no importarle a nadie” y de que la felicidad reside en darse cuenta de que nada es demasiado importante.

 Como tengo por costumbre, homenajearé al escritor que se nos ha ido releyendo uno de sus libros que guarda mi biblioteca y que ganó un importante premio literario, El manuscrito carmesí, obra protagonizada por el sultán Boabdil, el Zogoibi, el Desventuradillo, en la que Antonio Gala muestras sus simpatías hacia ese personaje de nuestra historia.

 Irónico, brillante y ácido, con su eterno bastón y su fuerte carácter, se nos fue el escritor de la fugacidad del tiempo, de la solidaridad con las causas perdidas y del erotismo.

 Se fue sin hacer ruido, él, al que tanto gustaba la polémica, un domingo de elecciones donde todo el mundo estuvo ocupado. Se marchó discretamente, como aquellos personajes que nos regaló en sus Paisajes con figuras: “olvidados y mal recordados, españoles que nos fueron haciendo así, españoles”. Hombres y mujeres que sufrieron, según confesó en una entrevista, “el trato que da España a sus hombres: peor cuanto más grandes”.

 En unos tiempos en los que triunfa lo inmediato -solo interesa el hoy y el ahora- y en los que lo ocurrido por la mañana ya es historia y lo que pasó hace tres meses prehistoria ¿quién se acuerda ya de Antonio Gala? El hombre moderno bebe cada vez con más ansias las aguas del río Leteo, ese río que, según la mitología griega, produce el olvido al beber de sus aguas.

 El tiempo decidirá si “el hombre del bastón” merece sobrevivir al recuerdo de los clásicos o hundirse en el olvido, en ese olvido que seremos.



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