Conocidos por el mundo

sevilla

(30/06/2019) No sé si lo recogen las guías turísticas, pero hay una manera diferente de hacer turismo, una forma de ver lugares distinta a la consulta en Internet o a la propaganda que venden las oficinas de información. Una manera que siempre estuvo ahí, antes incluso de inventarse el turismo, y que la especialización de los oficios arrojó a los arrabales de la historia.

  Me refiero a los parientes, amigos o conocidos que se ofrecen a pasear contigo el lugar donde viven y lo hacen con el valor añadido de quien conoce y ama su ciudad.

 Porque hay muchas formas de hacer turismo. Tantas como las rarezas que anidan en cada humano.

 Y además del “turismo oscuro” (ese que se dedica a visitar sitios donde ocurrieron suicidios en masa o múltiples muertes), del “turismo atómico” (visitar los campos de pruebas atómicas de Nevada, por ejemplo), del “turismo de tiburón” (para sumergirse y nadar con los escualos), del “turismo de guerra” ( que invita a visitar zonas en conflicto para oír silbar las balas y ver cómo destripan los obuses), del “turismo ufológico” (que pretende avistar alienígenas), del “turismo espectral” (amante de lo fantasmal y esotérico), del “turismo del abandono” (viajes de personas fascinadas por los lugares abandonados), del “turismo de desastre” (contemplar lugares que han sufrido una catástrofe), del “turismo de la marihuana” (ya saben para qué), del “turismo de los guetos”, etc. etc., habría que considerar el turismo de “conocidos por el mundo” (ese viaje que consiste en visitar un pueblo o ciudad donde viven conocidos, más o menos cercanos, que se encargan de ponerte al día sobre sus monumentos, su cocina, sus leyendas y su historia).

 Me ha pasado en Sevilla. Íbamos armados de folletos, planos y Wikipedia para ver lo que todo el mundo espera: Catedral, Giralda, Torre del Oro, Archivo de Indias, Plaza España…y entonces nos topamos con unos amigos sevillanos, amantes y admiradores de la ciudad que baña el Guadalquivir. Y ya todo fue distinto.

 Asesorados por la sabiduría de nuestros anfitriones pudimos visitar las hermosas callejuelas de su casco histórico, asombrados por las múltiples leyendas que esconden sus rincones y que solo conocen quienes admiran su ciudad. “En estos lugares, antigua calle de la muerte, púsose la cabeza de la hermosa Suona Ben Suzón, quien, por amor, a su padre traicionó y por ello, atormentada, dispúsolo en testamento”, decía una placa y pronto nos llegó la explicación pertinente.

 O contemplar la Hostería del Laurel, lugar cargado de nostalgia para quien esto escribe pues su padre era un apasionado del Tenorio: “¿la Hostería del Laurel? / En ella estáis, caballero”. Y sí, allí estaba la famosa taberna y muy cerca la casa donde se cree vivió don Gonzalo de Ulloa, y ya en otra calle la placa  sobre el famoso burlador: “Dice el rumor popular que en este lugar del barrio, antigua calle del Chorro nació un hidalgo sin nadie que le aventajase en juego, en lid o en amores que tocado por la gracia del amor murió y se redimió en Sevilla por doña Inés. Y que la pluma de don José Zorrilla, haciendo eco de la leyenda, dio vida en la universal obra de don Juan Tenorio”

 O ver, con ojos distintos, la historia que esconde el Hospicio y Hospital de la Santa Caridad fundado por Miguel Mañara, un personaje libertino y calavera en su juventud, hasta el punto que muchos han visto en él la personificación del Don Juan, pero que, como el burlador, cambió tras la muerte de su esposa. Don Miguel Mañara uno de aquellos “truenos vestidos de Nazareno” que tras convertirse se dedicó a practicar todas las virtudes. Mañara, a quien Antonio Machado nombró en sus versos autobiográficos, aquéllos que aprendíamos en la escuela sin entender muy bien su significado: “ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido”.

  Y como no solo de piedras y placas vive el turista nuestros acompañantes rizaron el rizo del perfecto anfitrión cuando nos invitaron a presenciar la obra Lope que te parió de la “Compañía Malaje Sólo” que dirige Antonio Campos. Una comedia donde se abordan las características del teatro del Siglo de Oro en la representación abreviada de El mejor alcalde el rey de Lope de Vega y La vida es sueño de Calderón.  Con un entremés sobre la campiología -el lenguaje de los abanicos- sobresaliente y desternillante y unos actores -Antonio Blanco y José Antonio Aguilar- que derrochan genio y humor.

 Ver y disfrutar del teatro de nuestro gran siglo en la que fue capital del mundo, en Sevilla, ha sido el mejor colofón con el que puede soñar cualquier turista que se precie. Pero para eso se han de tener “conocidos por el mundo”, amigos que amen su ciudad y que estén deseosos de que sus amores y querencias los compartan aquellos que llegan desde otros lugares.



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