Con el permiso de León Felipe

(31/10/2012) Que decía el escritor de Tábara que el español habla alto o mejor con el “tono algo levantado”. Y que explicaba el poeta por qué gritamos “con garganta destemplada y en carne viva”, alto y fuerte para hacernos oír. Que lo explicaba.

Pero de “algo levantado” nada, señor León, que aquí cada cual eleva el tono de su gañote hasta cotas insondables, hasta lograr la afonía total y ya de paso pedir la baja facultativa. Doctor que me he quedado sin habla.

Si según dicen los ingleses “el español es un señor bajito que siempre está cabreado” es normal que grite o gritemos para hacernos oír por el “britis”, que es demasiado alto para nuestra menguada estatura, manda en las finanzas y no sabemos si nos entiende o no desde la City. Yes.

En mi humilde entender, señor León, los españoles hablamos alto porque debido a cierta ineptitud para el debate -que la escuela nunca reparó en tema tan baladí- la única manera que nos queda para ser escuchados en los foros internacionales y en otros más cercanos es hablar a “grito herido” que también lo dijo usted. Tan sabio.

Vea o se asome, querido vate, a cualquier debate televisivo de esos que tanto abundan en nuestros días y que dividen a la sociedad española en dos: los parados -casi seis millones- y los que trabajan debatiendo sobre el paro -el resto-. Vea.

Si se asoma, como le dije, a dichas confrontaciones dialécticas, o sea discusiones, que no hay por qué alargar la frase inútilmente, comprobará que nadie escucha a nadie, que cada cual va a su bola y se rasca su entrepierna, tan cargado de razones que le es imposible siquiera mirar al de enfrente. Y menos oírle, que tal es el peso de la propia convicción. Una carga.

Y es entonces cuando hay que gritar, porque el grito es el arma que le sirve al español para enfrentarse a tanto sordo al que ni oye ni quiere oír. Que aquí todos escuchamos “desde el fondo de un pozo”, querido León Felipe, desde el pozo de nuestra profunda ignorancia. Y hablamos desde el mismo abismo, que primero se habla y luego se piensa.

Y si llegara la “metidura de pata”, que llega, pues no pasa nada hombre, que cada cual ha de seguir en sus trece. Que ya lo dijo quien afirmó aquello tan antiguo de “procurar acertalla mas si yerra, sostenella y no enmendalla”. Que así somos y en ello nos va el honor. Tan viejo.

Por eso prolifera tanta estupidez, señor León. En esta España nuestra hay tanto estúpido que cualquier cálculo que hagamos será siempre una subestimación, que se lo digo yo, con su permiso.

Y todo por no saber y no querer escuchar, por hablar dando voces y coces. Por creernos el rey del mambo cuando vendemos razonamientos tan vacuos y gaseosos como pedo de lobo.

Y no hablamos, como usted dice, “desde el nivel exacto del hombre”, ¡qué más quisiéramos!, sino desde la más supina ignorancia que además es atrevida.

Que el objetivo de los españoles cuando gritamos, señor tabarés, no es convencer, que eso sería hacer alguna concesión al otro, sino que no se le oiga al de enfrente por lo que pueda decir, no sea que pretenda convencernos. El muy…

Y como el hablar gritando es una costumbre aprendida, señor León Felipe, que lo dicen los sociólogos, habrá que ir a la escuela y trabajar con las crías de los vociferantes, gritones, voceadores, chillones, vocingleros y desaforados ciudadanos españoles que tan alto hablamos. Empezando por los profes que gritan y se desgañitan pidiendo que no les quiten la extra navideña ni el turrón de Jijona. Ilusos.

Pero quizás me esté equivocando y sea usted quien tenga toda la razón cuando escribió aquello tan sabio de “Por qué habla tan alto el español”, artículo que circula por la red y al que invito a mis queridos lectores que tanto me sufren.

Mientras tanto me quedo con dos frases que vienen al caso. La primera de Baltasar Gracián, escritor y filósofo, que dijo aquello de “ mis amigos dicen que soy muy agresivo pero me lo dicen a gritos” y la segunda de Jaume Perich, escritor, dibujante y humorista: “el saber y la razón hablan; la ignorancia y el error gritan”.

Y ya me callo pues como también dijo alguien “más haces callando que gritando”… O escribiendo.

Con su venia.



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