CAR-T

linfocitos

(20/02/2019) La medicina ya lo hace. Se toman unos linfocitos T que produce nuestro organismo, se los entrena adecuadamente y se los envía hacia los tumores malignos para neutralizarlos. Se trata de la inmunología antitumoral CAR-T

“Los resultados son muy buenos en pacientes para los que no teníamos ninguna opción en los que todos los tratamientos habían fallado”, dice Rebeca Bailén, hematóloga del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

 Nada de agentes externos. Si el enemigo está dentro, la defensa también.

  Ante tamaño éxito médico y considerando que las sociedades humanas evolucionan como los seres vivos (Comte, Spencer) muchos se han preguntado: ¿para cuándo el cuerpo social aprenderá del cuerpo biológico y pondrá en práctica sus propias defensas?

 Una terapia social basada en un entrenamiento previo de sus “linfocitos” para combatir cánceres varios: racismo, populismo, nacionalismo, terrorismo, sexismo y otros “ismos”.

 Unos “linfocitos” que cual geos defensores de nuestra civilización se dediquen, certeros y efectivos, a combatir tumores que brotan en cualquier geografía.

 Sería un tratamiento innovador, un cambio en la defensa social -ahora que escuela, religión y familia, han perdido fuelle- para abordar el cáncer allá donde surja.

 “(La terapia CAR-T)…es una revolución -dice el hematólogo Alberto Urbano- pues se ha conseguido dar superpoderes a las defensas del organismo para que localicen y destruyan los tumores con la eficacia de un cuerpo de élite”.

 -“¿Lo ven?” -dicen los sociólogos más pesimistas-, necesitamos cuerpos de élite para acudir con la rapidez del rayo allá donde crezca la semilla del mal, para arrancarla de raíz y evitar que se propague. Una tropa poderosa, letal y certera, que se encargue de las células malignas que asedian a nuestra endeble convivencia.

 Pero ¿y la escuela? ¿Y la familia? ¿Dónde queda aquello que dijo Watson, padre de la psicología moderna, de “dadme un niño y haré de él un criminal o un santo”?

 Watson pecó de optimismo pedagógico, responden los escépticos. Las variables ambientales son tantas, tan poco medibles y tan variadas que escapan al control de cualquier educador y el mundo sigue llenándose de “criminales”. Y esto sin contar con las variables genéticas.

 Por eso, siguen diciendo, habrá que desarrollar unos anticuerpos que surjan del propio organismo enfermo, de la propia sociedad, de la propia tribu, una vacuna que no necesite inoculación externa porque está en la propia corriente sanguínea, una guarnición especial que optimice el sistema inmunitario de cada comunidad, barrio o nación. Células defensivas que se entrenen y cultiven masivamente en el laboratorio social para que cumplan con su misión cual grupo de asalto.

 “No es como otros medicamentos. El tratamiento es una sustancia viva  que dura meses o incluso años y que se multiplica si detecta el tumor” sigue afirmando Urbano que es también especialista del Hospital Clínic de Barcelona, uno de los pocos centros públicos que ha desarrollado su propio CAR-T en Europa.

  Tras tantos tratamientos fallidos que no han terminado de extirpar los tumores que nos quitan el sueño y que desembocan en guerras y catástrofes periódicas, tras el pesimismo pedagógico de no haber encontrado el remedio que cure a tanta mente enferma y resistente a cualquier terapia socializadora, la única esperanza son esos cuerpos de élite que den en la diana del mal absoluto.

 Milicias especiales cuyo campo de entrenamiento será la sociedad.

 Solo cuando toda la tribu eduque, solo cuando la sociedad genere sus propios valores cual eficaces vacunas que curan e inmunizan, podrán atajarse de una vez los “ismos” que nos llevan al desastre, al abismo.

 Un ejemplo: supongamos que un señor se levanta un mal día (todos lo tenemos) diciendo que sus vecinos son bestias carroñeras, víboras, hienas y otras animaladas, y otro que está dispuesto a levantar un muro kilométrico tan alto como su odio para que nadie turbe su paraíso tribal. En estos casos, sonarán todas las alarmas, se movilizará una unidad RUR (Respuesta Ultra Rápida) cargada de plaquetas y anticuerpos y se socializará a tamaños energúmenos antes de que sus ideas metaplásicas se propaguen en nuestro organismo social.

Es el único camino, dicen, para derrotar al cáncer.



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