Algoritmos y penaltis

 

penalti

(30/07/2021) Tras comprobar que muchas de las finales de fútbol se decidían en los penaltis, los ingleses, como buenos padres del empirismo, llevaban años estudiando las muchas variables que se alían en ese momento cumbre, en ese “sólo ante el peligro” que es el lanzamiento desde los once metros para dar, o no, la gloria a su equipo, a su nación. Para huir de lo que se ha llamado “la maldición de los penaltis” de los equipos ingleses.

 El estudio, que incluía modelos matemáticos y complejos algoritmos basados en big data (datos masivos), que se basaba en el análisis de miles de remates en los que se medía el ritmo cardíaco, los gestos, la velocidad, la fuerza y la oxigenación de los lanzadores ante los movimientos del portero, concluyó, finalmente, con los nombres de los cinco elegidos para lanzar la pena máxima.

 Los científicos del rendimiento, formados en las universidades de Oxford y de Cambridge  y asesorados por los mejores analistas deportivos, esta vez no podían fallar.

 “Lo que tengo claro es que un lanzamiento desde el punto de penalti no es cuestión de azar” arguyó el entrenador inglés antes del evento crucial (final de la Eurocopa) asegurando que los programas informáticos de Google le habían abierto el horizonte.

 Pero lo ocurrido es sabido por todos. Incluso por aquellos que  no muestran interés por el fútbol. Todos oyeron en algún momento que el equipo inglés perdió en los penaltis. ¿Qué pasó entonces?

 El fútbol como cualquier deporte es una mezcla de emoción, de épica y de asombro, de misterio, donde lo racional y lo lógico si es que brillan, brillan por su ausencia.

 Quizás en eso radique la importancia que está teniendo el fútbol, ese reino de las emociones donde se construyen identidades y se fomentan las banderas. Ahora que la religión y la política no generan confianza, en un mundo sin esperanza y sin ilusión, a muchos solo les queda el fútbol, los colores que cohesionan la tribu.

 Por eso no diré yo, como Borges, que el fútbol es popular porque la estupidez es popular. No. El fútbol es popular porque explora y fomenta como pocos deportes el pozo de las emociones humanas, porque genera en nosotros sentimientos tribales que nos unen desde la prehistoria.

 Y si es sobre todo emoción, ¿controlaron los analistas ingleses las emociones de los cinco muchachos que lanzaron los penaltis?, ¿estudiaron qué tipo de sentimientos recorren el cerebro de quien se dispone a tirar la pena máxima?, ¿indagaron lo que pasa por su mente desde que coloca el esférico, camina hacia atrás, coge carrerilla y golpea?

 No es necesario haberse matriculado en Oxford para entender que las emociones humanas son difíciles de controlar, que son múltiples y que están sujetas a cambios en cada uno de nosotros.

 Quien tira el penalti no es un robot. Es un ser humano con una biografía concreta y una personalidad que se va construyendo desde que nace. ¿Cómo controlar las turbaciones, inquietudes, sorpresas y emociones de cualquier lanzador?

 El problema radica en que, pese a los ilustrados, nunca fuimos racionales. Que las emociones suplantan a la razón a la hora de tomar decisiones. A la hora de lanzar un penalti.

 ¿Consideraron en algún momento los sesudos estudiosos de los big data que la emoción más antigua y más fuerte del hombre es el miedo y que el miedo más antiguo y más fuerte es el miedo a lo desconocido? ¿Consideraron que la mayor emoción del lanzador de penaltis es el miedo a lo desconocido (a si entrará o no el balón en la portería) y que ese miedo puede  desviar el balón? Y aún más ¿tuvieron en cuenta las emociones del portero?

  Supongo que no. Que la emoción ha sido siempre poco valorada. Que la cognición, como suele ocurrir, se llevó la palma en la toma de decisiones de los analistas ingleses.

 Pero habrá que hacerlo, habrá que acudir al cerebro límbico, allí donde residen las emociones, el odio, el miedo y la desesperación, e incluirlo en los próximos estudios para obtener resultados  más fiables. ¿Llegará entonces a asegurarse el gol? Esperemos que no, porque el lanzador ya no será un homínido sino un robot. Alguien incapaz de alterarse, de turbarse, de emocionarse.

 Las secuelas que ha tenido la derrota inglesa han llegado hasta la prestigiosa revista Nature. Sus científicos han estudiado el tema para desentrañar los misterios que rodean los penaltis y han concluido asegurando que el éxito o el fracaso nada tienen que ver con la racionalidad.

 Pero eso ya lo sabíamos señores científicos. Salgan ustedes a la calle y vean. El hombre es un ser emocional (pasto de todo tipo de manipuladores) que algunas veces razona.



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