A vuelapluma

a manos

(30/05/2021) Armado con papel y bolígrafo paseo la ciudad y, mientras lo hago, a vuelapluma, tomo notas para sacar adelante este artículo.

 Se me cruzan escolares portando tabletas en su mochila (papel y boli en casa) y pienso que ellos no sabrán en un futuro  tomar apuntes a vuelapluma (quizá ni sepan lo que esa expresión significa). Que tampoco sabrán hacer las suculentas “chuletas” para ayudarse en un examen, ni  lanzar mensajes en bolas de papel, ni escribir su amor bajo el pupitre.

 Ahora resulta que la generación del papel secante, la goma de borrar, el bolígrafo y el lápiz (los niños de la postguerra, la transición y la movida), la generación de la escritura a mano, de la escritura cursiva ligada, puede presumir  de haber desarrollado un cerebro especial que no se logra ¡ay! con la escritura mecánica de las generaciones “dospuntocero”.

 Y es que aquellos palotes que ensayábamos en los cuadernos “Rubio”, aquellas letras trazadas con torpeza, provocaban unas chispas en nuestro cerebro, unas imágenes mentales y unas conexiones neuronales que desconocíamos.

 Por eso padres y pedagogos están asustados. Si se abandonan definitivamente aquellos cuadernos de escritura que nos  obligaban  a hacer ligaduras, si aparcamos aquel suave ondular de la mano y su baile acompasado, se irá apagando la bombilla de nuestro cerebro, esa que se activó hace más de cinco mil años en Sumer cuando alguien escribió en unas tablillas el número de vacas que había en su establo.

 Era “la escritura a mano, ese prodigio que va macerando el pensamiento a medida que lo convierte a la vez en trazos y en melodía contenida que ya aguarda a la voz  que ponga en pie lo expresado”, escribe el poeta  Tomás Sánchez Santiago.

 Pero a ese prodigio, a esa herramienta milenaria que nació en Mesopotamia le ha salido su caballo de Troya, una escritura mecánica de letras iguales que se activan a golpe de dedo, sin vínculo alguno, sin continuidad ni asociación.

 Esa meditación en movimiento que es la escritura a mano, esa gimnasia que lleva a cabo nuestro cerebro, esa mina de oro para la agilidad de nuestra mente está perdiendo la batalla en la escuela, dicen los que saben.

 Hace algunos años, Finlandia, que presume de un sistema educativo sólido y eficaz, asustó al mundo cuando aseguró que eliminaría la escritura a mano de sus enseñanzas escolares. Luego resultó que no. Que donde dije digo, digo Diego. Pero el susto quedó instalado ya para siempre en el alma de los calígrafos del mundo.

Y las alarmas retornan cada vez que empieza un curso escolar y los muchachos se acompañan solo de tabletas, olvidando los estuches.

 Hagan la prueba. Ustedes que leen este artículo, que teclean en su ordenador o en su móvil y apenas escriben una carta. Tomen una hoja de papel en blanco y un bolígrafo e intenten escribir algo. Comprobarán que los dedos les pesan, que el pulgar y el índice no hacen la pinza como antaño, que las letras se resisten a ligarse. Pues si eso les pasa a ustedes que vivieron cuando los cuadernos y los sacapuntas, piensen lo que les sucederá a quienes han desterrado de su formación el papel y la tinta.

 Soltar la pluma, hacer correr la pluma, escribir a mano, es una experiencia somática que involucra a todos los sentidos, también al olfato, y  preña el espíritu del que escribe de una extraña sensualidad.  Camilo José Cela, que escribió siempre a mano, declaró en una ocasión que cuando no se le ocurría nada “garabateaba palabras sueltas por el mero placer de hacer correr la pluma”.

 Por eso estimado lector que escribes a mano y que siempre serás un emigrante en el mundo digital (por más que te esfuerces), no te apures cuando se te cuelgue la pantalla del ordenador y tengas que pedir socorro a tu nieto de ocho años. No sabe el angelito que su cerebro, al paso que va la burra (de la enseñanza), será menos creativo que el tuyo pues crece sin continuidad ni asociación, con neuronas que trabajan menos y con una conexión entre sus áreas cerebrales más lenta.

 Compruébalo cuando le veas atando sus zapatillas (no sabrá hacer la lazada) y si es mayor y te echa en cara tus torpezas informáticas dile que se haga el nudo de la corbata.

 Verás con asombro a dónde les ha llevado no saber hacer cursivas ni dibujar el lazo de las letras.



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