Paseo por el Románico Palentino
(10/8/2010) Decir que la provincia de Palencia atesora una de las más importantes muestras del arte románico en la Península Ibérica no es decir nada nuevo. Peridis y sus “amigos del románico” llevan años gritando su existencia y su valía. En cualquier caso uno podría preguntarse por qué Palencia y no otra provincia española fue la agraciada con el premio al quince, e incluso rizar más el rizo y plantearse por qué el Norte de dicha provincia y no tanto el Sur. ¿Por qué?
-Tenemos mucho románico porque hemos sido muy pobres- fue la escueta y sorprendente respuesta de uno de los guías turísticos con los que nos topamos a lo largo de la ruta (un excelente y apasionado guía de Santa María la Real en Aguilar de Campoo).
- La pobreza- continuó al ver nuestra sorpresa- nos ha llevado a mantener los templos originarios. En otras zonas, ricas en cereal y en otro tipo de recursos, cuando aquellas primitivas iglesias amenazaban ruina, allá por los siglos XVI y XVII, se las echó abajo y se construyeron otras con los nuevos estilos que imperaban por Europa. Aquí, no. No había dinero. Había que mantener y restaurar.
Peor suerte corrieron los monasterios. Tras las desamortizaciones del XIX y el abandono de sus inquilinos surtieron de material constructivo a unas gentes que no podían permitirse más piedra para sus viviendas que las que habían conformado los ricos monasterios. Sólo las iglesias monacales se salvaron. Y no todas. Eran lugar sagrado.
Restauraciones posteriores han intentado reparar lo irreparable. Y lo han hecho con mayor o menor fortuna. Que de todo hay en la Viña del Señor.
Vayan al Monasterio de Nuestra Señora de Mave, reconvertido en una moderna hospedería, y verán como hay restauraciones que parecen un crimen, hasta el punto de preguntarse uno cómo los entendidos, los que tienen que dar los permisos y los dineros, han permitido tamaña salvajada. Uno entra y se pregunta, sin encontrar respuesta, ¿dónde estaba el refectorio?, ¿dónde la sala capitular?, ¿dónde el claustro?
Vayan a Santa María la Real de Aguilar de Campoo y verán, por contra, una restauración respetuosa e inteligente, a un tiempo, con lo poco que quedó del antiguo cenobio.
Mejor suerte tuvieron aquellos que lograron mantener el uso para el que fueron concebidos. San Andrés del Arroyo, por ejemplo. Una pequeña y envejecida comunidad de monjas cistercienses, lo habitan y lo mantienen hasta donde pueden. Que no es poco.
Las Iglesias, los templos, han corrido mejor suerte. Lugar sagrado, como dije, han logrado el secular respeto de los bárbaros autóctonos y foráneos, que se dan y se han dado en cualquier tiempo y lugar. Sólo el tiempo y sus inclemencias han herido hasta el derrumbe a alguno de ellos. Pero la firmeza de la piedra ha salvado a otros muchos.
A otros, seguramente, un milagro.
¿Cómo no pensar en el milagro cuando se contempla la portada de la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de Moarves de Ojeda? A quien crea que lo ha visto ya todo en románico, que se de una vuelta por dicho municipio y verá una de las portadas más espectaculares del románico. Y que me diga si no es un milagro la conservación secular de tal maravilla.
Entre desastres reparadores, aciertos y milagros se halla todo un conjunto templario que hay que visitar y saborear: la ermita de San Pelayo de Perazancas de Ojeda con unas impresionantes pinturas del XII; el templo de San Julián y Santa Basilisa de Rebolledo de la Torre con una galería que le da una personalidad única; la ermita de Santa Cecilia de Aguilar de Campoo con notables capiteles -el de la matanza de los santos inocentes es, sin exagerar, el más bello del románico norte- y con una excelente guía -que no sólo de piedras vive el viajero- que dice lo que siente y siente lo que dice (¡qué importantes son los guías!, señores del Patrimonio); el eremitorio de Olleros de Pisuerga, excavado en la roca y calificado como “la basílica del eremitismo rupestre”…y un largo muy largo ecétera de impresionantes monumentos que han logrado sobrevivir al tiempo y a la historia, gracias, entre otras cosas, a ideas y pasiones como las que lleva a cabo José María Pérez González, “Peridis”, y su Fundación Santa María la Real. ¡Ánimo y que no decaiga!