4´33´´

(30/10/2009) Les cuento.
No es ninguna plusmarca de atletismo. Tampoco el horario de ningún madrugador que se precie. Y menos  el tiempo que dura un placer más o menos confesable. No.
Les estoy hablando de una obra musical pensada y escrita por John Cage un famoso compositor e instrumentista estadounidense. (Que me perdonen quienes ya conocen lo que les voy a contar. Sé que tengo lectores con un gran nivel cultural).
Imagínense. Año 1952. Día del estreno. Sale al piano, como único intérprete, David Tudor (pianista y compositor de música experimental). Aplausos del público. Se sienta. Ajusta su banqueta a la distancia necesaria para atacar el teclado. Lee la partitura y… “tacet”. Cuatro minutos y treinta y tres segundos de completo silencio. 4´33´´.
Pasado el tiempo, el pianista hace un gesto con las manos. Ha concluido. Se levanta. Aplausos del público. Saludos agradecidos de Tudor. Se retira. Bises.
Tras el estreno en los años cincuenta, la obra musical 4´33´´ha sido interpretada por todo tipo de instrumentos. Incluso por grandes orquestas como pueden ver al final de este artículo. Tour minutes, thirty-three seconds, la obra más famosa de John Cage; un músico experimental de silencios interminables; de sonidos imprevistos y casuales con intensidad, timbre y duración aleatorios. Todo un revolucionario. Dicen.
Acostumbrado como estoy a entender la música como la mezcla de sonidos, silencios y creatividad, la obra de Cage me ha dejado boquiabierto. ¿Dónde están los sonidos? ¿Dónde el bello hormiguear de las notas sobre el pentagrama?
La pregunta se la han debido de hacer muchas otras personas (melómanos incluidos) hasta el punto que los entendidos -siempre hay, menos mal, quien entiende lo que nos está vedado al común de los mortales- han dado hace tiempo con la  respuesta: El material sonoro existe. Lo aportan, ruidos lejanos, toses cercanas, murmullos nerviosos, sonidos casuales y leves movimientos de un público entregado y entendido.
No sé si hubo que hacer toda una tesis doctoral para demostrar el hallazgo.
Vean, vean ustedes mismos (no les digo oigan, porque no hay nada que oír) y saquen sus conclusiones. Me callo. Tacet.  

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