Tenorio Versus Halloween
(10/11/2009) Imaginen. Primer día de Noviembre. Bromas macabras. Espadas y peleas. Teatro. Disfraces. Sudarios. Calaveras. Fantasmas. Miedo.
Alguien pensará que me estoy refiriendo al día de Haloween, esa fiesta importada a la vieja Europa gracias a la globalización cultural que nos invade y que algunos inadaptados, ¡pobres!, sufren un año sí y otro también. Pues no. No me estaba refiriendo a Halloween. Les estaba hablando del Tenorio. Del Tenorio de don José Zorrilla que antes, mucho antes de que arribase a España la fiesta anglosajona de marras fue el Halloween particular y doméstico de nuestros padres, abuelos y bisabuelos.
Uno que es o intenta ser cosmopolita, aunque dentro de un orden, sugiere que deberíamos comenzar potenciando más lo nuestro para luego abrazar como se debe lo foráneo. Y en este mestizaje que propongo, el Tenorio, el don Juan Tenorio de Zorrilla tendría mucho que decir. Mucho que aportar a la fiesta.
Una de las traducciones de la palabra Halloween, que en esto los diccionarios de traducción anglo-españoles no se ponen muy de acuerdo, es la de “muertos vengan a mí” (otras son “Fiesta de todos los muertos”, “Víspera del día de Todos los Santos”, “Noche de brujas”…). Pues bien. Aceptado lo anterior, reconocerán conmigo que en esto de increpar a los muertos el Tenorio, nuestro Don Juan Tenorio, lleva más de cien años de ventaja, pues el pendenciero protagonista se atrevió, incluso, a invitarlos a cenar con sus amigotes:
“Yo a nada tengo pavor,
tú eres el más ofendido,
mas si quieres te convido
a cenar, Comendador…”
Imagínense. Un muerto -el Comendador- invitado a la cena y un fiambre que, lejos de eludir tan macabra propuesta, se presenta a eso de las 12 con un ¡tam!, ¡tam!, ¡tam! ¡tam! que ni la Quinta Sinfonía de Beethoveen con el Destino llamando a la puerta.
Por eso, ahora que Ángela Hernández y Paz Altés están programando actividades en la Casa natal del autor del Tenorio, con gran dedicación y mayor éxito (que todo hay que decirlo) no sería mala idea que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid , o sea el éxito que va tomando entre la gente joven la fiesta de Halloween, presentasen un montaje fantasmagórico (el Grupo Azar Teatro ayudaría un montón) invitando a cenar a costa del Consistorio a alguno de los enterrados en el Cementerio del Carmen. El mismo Zorrilla que está en el Panteón de Hombres Ilustres, seguro que se prestaba a la representación pues de él surgió la idea y hay que ser consecuente, amigo.
Tras la invitación, la cena. Y a eso de las 12 -o las 2 de la mañana que al personal nos gusta alargar la velada y más cuando se trata de una juerga-, se apagarían todas las luces y, muertos de miedo, entre risas nerviosas y brindis desvergonzados oiríamos la voz cavernosa de don José Zorrilla increpando desde ultratumba al alcalde:
“Al sacrílego convite
que me has hecho en el Panteón
para alumbrar tu razón
Dios asistir me permite.
Y heme que vengo en su nombre
a enseñarte la verdad;
y es: que hay una eternidad
tras de la vida del hombre”.
Y luego que cada cual se desmadrase lo que pudiese. Que en eso consiste la fiesta.
Ventajas de la parodia: más de uno se enteraría de que José Zorrilla no es sólo el nombre de un Estadio de Fútbol o el del Paseo más hermoso de la ciudad. Que ya son ventajas.