Sobre tópicos y otras mentiras
(10/4/2016) Los tópicos, esos prados del común donde pace la ignorancia, se alimentan de continuo con la asistencia a sus hierbas de los más diversos personajes. Yo mismo, como tantos, he pacido en esos pastizales creyendo, sin sonrojo y a pie juntillas, que los franceses eran todos chovinistas, los alemanes cuadriculados y los turistas tontos, y esto como es de suponer sin haber hablado con los franceses, alemanes o turistas suficientes como para hacerme tan torpe idea.
Pero no hay como ser víctima del tópico para caer en la cuenta de la irracionalidad de su planteamiento. “Tantos tontos tópicos” que diría el profesor Aurelio Arteta.
Recuerdo que en una visita que realicé hace años a un pueblo de Andalucía, al ser presentado en el bar como “un visitante de Valladolid”, uno de los presentes lanzó un grito que aún hoy me conmueve: “¡¡agarrarse las carteras!!”…
Yo, más confundido que novicio en discoteca, ignoraba por entonces que en la estación de Valladolid, supongo que como en tantas otras, abundaban hace años los carteristas que desplumaban a más de un viajero que pasaba por allí y que, con el tiempo, echando mano del tópico, extendieron esa fama de carteristas al resto de los ciudadanos de la capital del Pisuerga.
Viene esto a cuento sobre lo fácil que resulta caer en los tópicos (tanto, como difícil el desterrarlos).
Tuvo que aparecer Marilyn Monroe leyendo, en pleno rodaje de una de sus películas, el “Ulises” de Joyce -ese libro con el que tan pocos se atreven y casi nadie termina- para que abandonáramos la idea de que todas las rubias eran tontas y ha tenido que morir David Bowie para desterrar de nuestras cabezas la idea del cantante de rock guaperas, frívolo y superficial.
Bowie, uno de los más grandes de la cultura del pop, mata toda idea sobre frivolidad que achacamos a los cantantes, y las letras de sus canciones tienen un alto nivel narrativo. Algo que no extraña si nos acercamos a su biografía artística como ha hecho recientemente Daniel Marías en un magnífico artículo en la revista “¡Qué leer!” que titula “Los libros de Bowie”.
Bowie fue un voraz lector que se hizo acompañar por cuatrocientos libros durante el rodaje de “El hombre que cayó a la Tierra” (1976), película que protagonizó y que se basaba en la novela del mismo título de Walter Tevis.
Gran amante de la ciencia ficción, entre sus libros predilectos estaban “En el camino” de Jack Kerouac; “2001: Una odisea en el espacio” de Kubrick; “La guerra de los mundos” de Wells y “La naranja mecánica” de Anthony Burguess. Idolatraba además al escritor francés Jean Genet hasta el punto de hacer en su honor el tema Jean Genie; también a George Orwell y a William Burroughs de quién tomó la técnica del cut-up (romper la linealidad del texto reordenando fragmentos de una obra) para sus canciones.
Bowie se interesó también por el ocultismo y lo esotérico y leyó “Gente extraña” del ufólogo Franck Edwards; “El pacto satánico” de Trevor Ravenscroft”; “El retorno de los brujos” de Louis Pauwels y Jacques Bergier. Produjo para su amigo Iggy Pop el disco “The Idiot” aludiendo a la novela “El idiota” de su admirado Dostoievski y la canción más importante de su carrera “Heroes” está inspirada en la novela “Una tumba para el delfín” del Alberto Denti di Pirajno.
Preguntado en una entrevista para la revista Vanity Fair sobre cuál era su ideal de felicidad, respondió: ¡leer! ( y permítanme el subrayado). Nada extraño en quien siempre se consideró un lector voraz, que llegó a recibir cursos de literatura y que consideró la imposibilidad de leer como metáfora de la esterilidad, como antesala de la muerte (oigan su canción “Ican´t Read” y comprueben que es cierto lo que les digo).
La que se considera su obra suprema “The rise and fall of Ziggy stardus And the Spiders from Mars” (El ascenso y caída de Ziggy Stardust y las arañas de Marte) tiene como influencias literarias “La Odisea” de Homero, “En el camino” de Kack Kerouac; “La Biblia”; “La naranja mecánica” de Anthony Burgess y a autores como Baudelaire, Jacjes Bel o Manuel Machado…
Pero si alguien aún sigue creyendo que todos los rockeros son superficiales o frívolos que sepa que el último álbum de David Bowie lleva por título Blackstar (estilizado como ★) y que esa estrella, que ha sido su testamento, se corresponde con la forma de la señal del cáncer de mama en el escáner (¿una dedicatoria póstuma de una víctima del cáncer a todos los que lo sufren?).
El cantante londinense era algo más (mucho más) que un rostro atractivo y una voz poderosa. Todos somos mucho más que el tópico que nos define.