Sobre premios literarios y otras mentiras
(10/11/2010) Me mira Eduardo Mendoza, nos mira a todos, con cara de pilluelo. Como el monaguillo que roba los huevos de paloma a espaldas del cura. Como un Pomponio Flato que terminara de lanzar una ventosidad en una reunión del G-8. Una mirada guasona y misericordiosa a un tiempo que parece amonestarnos desde el más allá del éxito literario, desde las alturas de su Olimpo: pero ¡hombre, cómo sois tan crédulos a estas alturas de la obra! ¡De qué guindo os habéis dejado caer!
Y luego uno piensa, que en el fondo este señor le cae bien, que el Mendoza escribe bien, que uno ha disfrutado del “Misterio de la cripta embrujada”, de “La verdad sobre el caso Savolta”, de “La ciudad de los prodigios” y que seguramente disfrutará igualmente con “Riñas de gatos en 1936”. Y reconoce que 601.000 euros son demasiada pasta gansa para pensar en dignidades y otras memeces. Que todos tenemos un precio y que “París bien vale un misa”. Que Sodoma y Gomorra no aportaron ni diez hombres justos. Que el premio Planeta, en fin, bien merecía “otra maldita novela sobre la Guerra Civil española” que dijo alguien.
Pero hay que decirlo claro aunque cierta prensa cultural mire para otro lado con sospechoso cinismo. El Planeta no es un premio literario. El Planeta es un reconocimiento -seguramente merecido- a una trayectoria literaria. Algo así como un nobel de andar por casa. Por la casa del idioma español, se entiende.
Lo que no entiendo es qué pintan todos esos figurines de la tramoya que cada año mandan y mandan sus obras en tres ejemplares perfectamente encuadernados, con su plica y sus seudónimos para que nadie sepa de quien es el trabajo, en fechas perfectamente señaladas, cuando está claro que todo se sabe, que nada se deja al azar cuando más de cien millones de las antiguas pesetas entran en juego.
Señores del jurado, díganselo de una vez. Que dejen de tirar de fotocopia, por Dios. Que el papel es caro. Que los bosques escasean. Que entre todos debemos hacer un planeta (planeta tierra, se entiende) sostenible. Que el Planeta puede cargarse al planeta.
Díganles que los pseudónimo son simplemente para guardar las formas. Que el ilustre jurado sabe bien quien es cada cual. Que no van a dejarse robar la cartera a estas alturas de la película y menos cuando es tan abultada.
Piensen que los 507 autores que han presentado la obra a tan ilustre nombramiento -que no premio- lo hacen desde los más remotos lugares del planeta (planeta tierra, insisto) con los gastos de envío que ello supone. Por no entrar en sus ilusiones y expectativas de escritores que a ustedes les resultarán baladíes.
Díganles de una vez que en el planeta literario de la ciudad de los prodigios, ni hay misterio encriptado, ni sabremos nunca la verdad sobre el caso Savolta, ni habrá riña entre gatos; a lo más una flatulencia de un personaje con pinta y gesto de romano llamado Pomponio que acudió al Planeta con el seudónimo de Eduardo Mendoza.