Sine sole sileo

(12/7/2009) Están en las fachadas. Aguantan el peso de los siglos como pueden, sabedores de que nadie o casi nadie los ve porque ya ni siquiera se entiende su funcionamiento ni se tiene tiempo para contemplarlos (cuando ellos saben tanto del tiempo). Los relojes de sol que atesoran paredes de iglesias, palacios o edificaciones antiguas muestran orgullosos sus leyendas y su gnomon como reliquias de otro tiempo que se negara a desaparecer.
Las ciudades son libros que presentan mil lecturas. Tantas como formas de ver y de mirar tenga quien las contemple o las pasee. Una de esas lecturas puede hacerse ¡por qué no! desde los relojes de sol que se esconden en calles más o menos transitadas.
Los relojes de sol nos hablan de otros tiempos, de épocas pretéritas en las que la vida se organizaba de sol a sol sin las prisas y los ajetreos actuales. Pocos son los que hoy saben leer los relojes de sol -los números romanos son para muchos una incógnita que no aprendieron a resolver en sus años de escuela- y menos las frases antiguas que, en el idioma del Lacio, los adornan. ¿Quién sabe hoy latín?
Un amigo me ha enseñado los relojes de sol que atesora su ciudad. Me ha informado de la dificultad y sabiduría que implica su construcción; del  dominio de unos conceptos geográficos y astronómicos que no todo el mundo posee. Y me ha llevado por una ruta abierta en su ciudad: la ruta de los relojes de sol. Ruta desconocida para turistas y lugareños. Su ruta.
Y viéndolos he aprendido de la sabiduría antigua que encierran.
Fíjense a partir de hoy en los relojes de sol. Cada ciudad suele tener alguno más o menos escondido entre sus viejas calles. Lean sus leyendas. Esconden todo un tratado filosófico sobre la existencia humana. Sobre la fugacidad de la vida. Pero también sobre el amor, sobre la amistad.
Permítanme que les ponga las cuatro que he copiado en los relojes de sol que he contemplado gracias a mi amigo:
“Sine sole sileo” (Sin sol, callo).
“ultima multis” (La última para muchos).
“Sol me, vos umbra regit” (A mí me rige el sol, a vosotros la sombra).
“Cada hora hiere, la última mata”.
Pero hay muchas más. Rafael Soler Gayá en su obra “Diseño y construcción de relojes de sol y de luna” nos ofrece entre otras:
“Sum si sol sit” (soy si hay sol).
“Sit fausta quae labitur” (que la que pasa sea feliz).
“Loquor, sed non caecis” (Hablo, pero no a los ciegos).
“Iluminat umbra” (Da la luz con una sombra).
Y tras esta bellísima sentencia permítanme los amigos que leen mis artículos esta frase que bien puede servir como broche de oro al tema que nos ocupa:
“Amicis qualibet hora” (Para los amigos cualquier hora).
Hasta siempre.



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