Red de redes

(10/11/2008) Las nuevas tecnologías nos deparan conocimientos y sorpresas inimaginables hasta hace apenas unos pocos años cuando aún no había nacido la Era Internet. Soy de los que piensan que la Edad Contemporánea, tal como consideramos la actual división por ciclos históricos – Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y edad Contemporánea- , termina con la llegada de Internet y que este gran invento ha abierto una nueva etapa histórica a la que pronto alguien tendrá que poner nombre. Ya lo verán.
Una de esas sorpresas que depara la “red de redes” la recibí hace unos días cuando alguien dejó un breve comentario en mi blog. El comentario era el siguiente: “Me parece, leyendo la biografía del sitio y rascando entre líneas, que he dado con el blog de un antiguo profesor en los Clérigos de San Viator, Hospitalet. Si así es, ruego me contestes, si ha lugar a la rememoración”.
-¡Pleno al quince!- exclamé tras leer la misiva. Porque efectivamente tal y como decía el remitente fui profesor en Hospitalet de Llobregat en un centro ya desaparecido que se llamaba Colegio Parroquial Santiago Apóstol. Corrían los cursos 74-75 y 75-76. Además por uno de esos raros misterios de la memoria recordaba perfectamente el rostro del remitente -yo, que tengo una memoria más bien flaca- y su gran capacidad para relacionarse con el joven profesor que entonces era yo. Él tenía 14 años y cursaba 8º de EGB y yo con 21 me estrenaba como maestro-tutor en las lides de la enseñanza.
Pero la sorpresa no había hecho más que empezar. Aquél antiguo alumno, el sagaz internauta que había dado con mis huesos navegando por los espacios virtuales se llama Fernando del Castillo Durán y es un escritor que ha publicado obras como “Lepsis” -premio Ámbito de novela-, “El sable torcido del general” y “El organista de Montmartre”. Suyos son también los ensayos “Los locos de Felipe II”, “Recetario de cocina aristocrática renacentista”, “Crónicas de Indias” y  “Las vías de lo inverosímil en la literatura española del renacimiento: la teratología en el “Jardín de flores curiosas” de Antonio de Torquemada”.
La mezcla de sorpresa y orgullo que me inundó en aquel momento es inenarrable  – cuando tan acostumbrado estoy a narrar situaciones y pericias vitales-  y ha supuesto un generoso acicate para seguir ilusionado con mi trabajo como docente tras la larga andadura que un día inicié en Hospitalet de Llobregat.
Por eso, quiero concluir, que aunque sólo sea por encuentros tan sorprendentes y a la vez tan entrañables como el que les he narrado en estas líneas, Internet, esa ventana abierta al mundo, merece la pena. ¡Vaya que sí!



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