Recordando a Tula

gertrudi

(30/10/2014) Les comentaba en mi anterior artículo la sorpresa que me llevé al ver cómo un importante buscador de internet nos recordaba, en su ventana de acceso, que la filósofa Hannah Arendt había nacido el 14 de octubre de 1906 y que “cumplía” ¡108! años.
Ya sé que ante tanto candidato memorable que espera en el Olimpo su salida al ruedo del recuerdo, los sesudos actualizadores del buscador se las ven y se las desean para poner en su sitio al adecuado. Lo que extraña es que ante tanto pretendiente no se tengan en cuenta los números redondos, o sea, los centenarios, bicentenarios, “medio siglo” o “cuarto de siglo”, etc. para llevar a cabo las efemérides. Como dicen en mi pueblo a estos señores “se les ve el plumero”. Y dicen bien.
En el año en curso y tomando como fuente únicamente la Wikipedia se cumplen 100 años (observen la redondez del número) del nacimiento de 77 personas con algún grado de influencia en los distintos campos de la vida o de la cultura, y la defunción de 27.
Si seguimos la consulta de la enciclopedia digital vemos que se cumplen 200 años (otro número muy, pero que muy, redondo) del nacimiento de 16 personajes importantes y del fallecimiento de 9.
Y 300 años del nacimiento de 4 ilustres y del fallecimiento de 2.
Como ven sólo considerando los distintos centenarios de los nacimientos las cifras son importantes.
Pero ¿por qué se eligen unos personajes y se desestiman otros? ¿Por qué no se tienen en cuenta los milenarios, centenarios, bicentenarios, etc.? Muy sencillo. Porque cada cual en su casa hace lo que le da la gana y quien no quiera mojarse que no salga a la lluvia.
El nuevo colonialismo ya no se basa en ir a los países pobres para extraer sus productos a precio de ganga como antaño, aunque también. Ahora se trata de colonizar a base de imponer la cultura de quien más poder tiene que, por supuesto, tiene un calendario particular para seleccionar según su criterio lo que le viene en gana, obviando otras culturas. Y hoy el poder está en Internet y en quienes lo controlan.
Entre tanto candidato al recuerdo permítanme que lo haga de un personaje que nació hace doscientos años en la isla de Cuba -perteneciente entonces a la corona española- y que está pasando por nuestro calendario nemotécnico sin pena ni gloria: Gertrudis Gómez de Avellaneda.
“La divina Tula”, como también se la conoció, fue, además de una de las más importantes escritoras románticas en español, todo un ejemplo de coherencia y valentía ante las contrariedades y obstáculos que la sociedad ponía entonces a las mujeres. Sus dos primeras obras “Sab” y “Dos señoras” fueron tildadas de escandalosas por el furor masculino que no soportaba la injerencia de las “marisabidillas” en sus asuntos. ¡Cómo alguien podía atreverse a comparar, en aquellos años, el matrimonio con la esclavitud! ¡Cómo se podía proponer las relaciones íntimas entre personas de distinta raza! ¡Qué osadía! Pues Gertrudis lo hizo en su novela “Sab”.
Oh!¡Las mujeres!¡Pobres y ciegas víctimas! Como los esclavos, ellas arrastran pacientemente su cadena y bajan la cabeza bajo el yugo de las leyes humanas”.
Mujer de elevado talento y de personalidad arrolladora, vehemente y apasionada, con una obra llena de personajes sometidos: esclavos, mujeres, bandoleros, artistas…fue precursora de la rebelión modernista y del feminismo.
Destacada ensayista, fue también una gran poetisa y la autora de la primera novela abolicionista.
Con más méritos que muchos hombres para hacerse con un sillón en la Real Academia Española de la Lengua tuvo que soportar con entereza la negativa a ocupar el sillón “Q” por “no ser las señoras admisibles a plazas de número de la Academia”. Eran otros tiempos.
Si ustedes visitan -cosa que les recomiendo encarecidamente- los óleos que atesora el Museo de la Fundación Lázaro Galdiano, verán la pintura de la ilustre dama tal como la vio en 1857 el gran Federico de Madrazo. Allí se encuentra quien no logró entrar en la RAE, junto a personajes tan destacados en el mundo de las letras como Shekaspeare, Lord Byron, Victor Hugo y José Zorrilla.
El retrato hace honor a una mujer de sutil belleza y señorial elegancia, altiva, apasionada y entusiasta a un tiempo.
De ánimo potente y varonil, su mirada irradia un extraño fulgor de dominio y transgresión, una pasión por la vida que bulle a cada instante.
Señores de la Academia nombren ya a Tula “Académica honorífica”. Otórgenle la “Q” que le negaron pues tal como escribió “han hecho a mi corazón un daño, con voluntad o sin ella”.



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