Pintia
(30/1/2009) La noticia saltó en los medios de comunicación a principios de Enero. En la zona arqueológica Pintia (declarada Bien de Interés Cultural el 9 de diciembre de 1993 y protegida por la Ley 16/85 de 25 de Junio de Protección del Patrimonio Histórico Español) se había roturado con una profundidad de 70 cm. alterando y destruyendo una parcela de la Necrópolis de Las Ruedas.
Situado en el extremo oriental de la provincia de Valladolid, entre los términos de Padilla de Duero y Pesquera de Duero, Pintia es uno de los yacimientos arqueológicos más ricos de los que se encuentran en el valle medio del Duero. Se trata del asentamiento vacceo -etnia prerromana- mejor conocido gracias a las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo de forma sistemática desde los años 80 del pasado siglo.
Pues bien, en este enclave patrimonial declarado Bien de Interés Cultural (B.I.C), como se dijo, se dan frecuentes episodios de destrucción sin que las administraciones competentes pongas cartas en el asunto. El último: los trabajos de arada llevados a cabo por un agricultor, con “un efecto devastador” –según denunció la prensa- cuando concluía el 2008.
Tras analizar el caso lo primero que nos viene a la mente es echar todas las culpas del asunto al agricultor en cuestión que ni corto ni perezoso ha destruido una parte del rico patrimonio arqueológico. Pero a nada que se profundiza en el asunto de marras le vienen a uno, cual bóvidos en estampida, una serie de cuestiones en busca de respuesta. Ahí van:
¿Cómo a estas alturas, un yacimiento tan rico -declarado BIC no lo olvidemos- sigue usándose como terreno agrícola?
¿Cómo el ayuntamiento de Peñafiel en cuyo término municipal está situada la zona arqueológica, no ha elaborado todavía un plan de protección para la necrópolis vacceo-romana, como está obligado?
¿Qué papel tiene la Junta de Castilla y León en este asunto o a qué se ve obligada una vez que determinado lugar ha sido declarado por sus expertos B.I.C y que, según dictan los estatutos, son lugares que han de gozar de “singular protección y tutela”?
¿Qué medidas ejemplarizantes se utilizan con quienes atentan contra el patrimonio?
En un artículo anterior les hablé sobre el lento pero inexorable deterioro que ha sufrido la Casa Blasonada del municipio de Cañizal (Zamora) y su probable desaparición en fechas cercanas sin que nadie haga algo por evitarlo. Sin que las administraciones competentes, que son quienes cuentan con medios para solucionarlo, hagan otra cosa que lo que el avestruz ante el peligro: nada.
Pero ¡ojo! Que tampoco se trata de echar balones fuera y decir, como es habitual, que todos los males vienen del gobierno. No. Se trata de que todos ¡todos! nos impliquemos en la defensa del patrimonio, en la gestión y conservación de la riqueza histórica y natural que nos legaron y que debemos o deberíamos legar en el mismo o mejor estado a futuras generaciones.
Pero casos como el de Cañizal o el de Pintia nos hunden en el pesimismo más negro y en el abatimiento más pertinaz para terminar asumiendo que tenemos por estos lares un patrimonio que no nos merecemos; o que como dijo el poeta andaluz cuando enseñaba por estas tierras que seguimos siendo “atónitos palurdos sin danzas ni canciones”.
Y que no diga alguien que lo destruido es algo baladí si se compara con el total del yacimiento. A quien tal cosa asegure hay que recordarle que cada excavación proporciona una material único e irrepetible sobre la historia y que su destrucción es un agujero en la memoria de un pasado que es de todos. De todos.
Por lo tanto, o nos involucramos la ciudadanía en general o seguiremos dando palos al agua. Y hasta la próxima “destrucción patrimonial” colega.