Morfeo en las aulas
(10/09/2025) Dormir menos de seis horas por noche de forma crónica es como vivir con la inteligencia disminuida de un borracho, titula un diario con el que me desayuno cada día. Esto, que dicho así parece una exageración, debe de tener alguna base científica y hay mucha preocupación entre los insomnes. Porque la privación de sueño se hace crónica entre jóvenes y adolescentes (también entre los adultos) y muchos achacan el problema a las pantallas que invaden sus mentes hasta altas horas de la noche.
Muchos profesores de Secundaria y Bachillerato se ven incapaces de impartir su asignatura por razones obvias: sus alumnos, con el pegamento del sueño en las pestañas, cabecean y dormitan sin prestar atención a lo que les enseñan. A este paso, aseguran los pesimistas, el reloj despertador tendrá que acompañar a libros, carpetas, tabletas y demás artilugios del material escolar.
“Habrá que incluir una asignatura que solucione el problema” razonan los directores escolares que se las ven y se las desean para afrontar al problema, porque el currículo ya está demasiado cargado para dar solución a tanta diversidad como nos rodea.
Soñar con cualquier cosa se está convirtiendo en un imposible cuando la noche se reemplaza con TikTok y lo de soñar con una vida mejor se ha convertido en misión imposible dados los precios que está alcanzando la vivienda.
“Deberíamos enseñar a nuestros estudiantes a dormir, de la misma manera que les enseñamos a leer” afirma Meryam Ennouamane que es profesora de Bachillerato y sabe mucho al respecto. Sus alumnos acceden a las aulas con la inteligencia disminuida de un borracho, faltos de sueño y ebrios de imágenes y de nada sirve que el profesor de filosofía les hable de la “sobria ebriedad” que defendía Platón. Tampoco sirve que les asesore sobre aquello que dijo el gran Antonio Escohotado al respecto: que el hombre (y la mujer) para estar cuerdo ha de alternar la sobriedad con la ebriedad, la vigilia con el sueño, el silencio con la palabra. De nada.
Está demostrado que los humanos no soportamos un exceso de realidad y necesitamos la borrachera que proporciona la ficción de la novela, de la película o del sueño. Pero los escolares, abrumados por la realidad que proporcionan las redes no tienen tiempo para la necesaria ficción.
“Deja que duerman, que pobres de nosotros el día que despierten”, frase que se atribuye a un rico hacendado que contemplaba a sus criados rendidos por el sueño, parece haber sido apadrinada por los plutócratas del mundo, que hoy, por el contrario, y por esos vaivenes de la historia, nos prefieren despiertos y carentes de sueños, lográndolo gracias a las pantallas.
Bienvenidos, por lo tanto, a esos cursos para lograr el sueño y para que lo de dormir como un bendito se haga realidad para ese 83% de la población de entre 18 y 34 años que no pegan ojo por la noche según dicen las estadísticas.
Lograr que la vida sea sueño, como dijo Calderón, tendrá que estar entre los nuevos objetivos didácticos porque el sueño tiene la virtud, entre otras muchas, de hacer soportable la extrañeza del mundo, la rareza del vivir.
Lo importante es que nuestros muchachos sueñen, aunque esos sueños luego se materialicen en nada y la vida siga su curso de mentiras e infamias.”Los viejos sueños eran buenos sueños. No se realizaron, pero me alegro de haberlos tenido”, dice uno de los personajes de la película Los puentes de Madison. Pues eso.
Soñar siempre fue una forma de desaparecer del mundo. Y la enajenación que produce el sueño nos evita, entre otras cosas, oír ese rebuzno que define a nuestra especie: el ronquido. De ahí la importancia de dormir unas ocho horas como recomiendan educadores y sanitarios, y como se constata en el elevado número de libros de autoayuda que tienen al sueño como principal producto de consumo.
Los trastornos del sueño, tan ligados a la culpa y al remordimiento, generan ansiedad y son los responsables del déficit de atención y de muchos problemas de aprendizaje, insisten los profesores.
Habrá que añadir una nueva asignatura al currículo escolar para que nuestros muchachos aprendan a dormir y a soñar, como más arriba se dijo. Y más que nada, para que quieran vivir de verdad lo que han soñado y lo lleven a la realidad, porque dormir sin miedo y despertar sin angustia es la cota de felicidad a la que aspiramos quienes buscamos distraernos de un mundo que nos golpea en cuanto despertamos.