Miguel Delibes: El gran escuchador
(13/3/2010) No sé si existe “escuchador” como adjetivo, ni me importa. Vargas Llosa puso de moda lo de “escribidor” y nadie se metió con él.
Y es que el adjetivo que mejor define a Miguel Delibes es el de escuchador. No oyente. No. Escuchador.
En alguna de sus numerosísimas entrevistas dijo que los diálogos de sus personajes surgieron en la escucha de cómo hablaba la señora que iba a su lado en el autobús o en el campesino que le acompañaba en el bar de Sedano mientras descansaba de los trabajos de la caza.
Un gran escuchador. Oyente no. Implica pasividad. Desgana. “Oye como el que ve llover” decimos aquí en Castilla. O sea que está en Babia y no se está enterando de nada.
Escuchar es otra cosa. Es poner todos los resortes de la mente para captar no sólo las palabras sino la psicología, el alma del que habla. Y Miguel Delibes lo hacía como nadie.
Dicen que para ser un buen escritor hay que saber contar historias. No señor. Para ser escritor hay que ser un buen escuchador. Esa es la base. Si no has escuchado a nadie en tu vida, si eres un mero oyente, es imposible que sepas contar historias. Lo primero es lo primero. Escuchar. Si luego sabes contarlo bien, pues mejor que mejor.
Hay personas que saben escuchar -cada vez menos- pero que cuando cogen la pluma para contar lo que han oído no les sale nada de nada. No saben contar historias. Y hay otras que, sin haber escuchado a nadie más que a su ego, se ponen a contar historias. Pues tampoco. Sólo cuando se da el milagro de saber escuchar y saber contar surge el escritor con mayúsculas. Ahí tienen a Miguel Delibes.
“Si yo escribo bien es porque vosotros habláis bien y os he escuchado” dijo.
Escribo este artículo mientras me tomo un café en el Bar de abajo. Unos metros más allá en la Casa Consistorial está el cadáver de Miguel Delibes.
Pienso en don Miguel y me pongo a escuchar lo que dice la gente de la barra. Juego a ser Miguel Delibes a hacer lo que él haría si estuviese en mi lugar. El camarero le enseña la portada de una revista a una señora:
- ¡Míra!, la Belén Esteban. Se está haciendo de oro.
- ¿la has visto en “Mira quién baila”?
- Lo hace muy mal. Si fuera otra, ya la habrían echado.
- Sí pero como tiene morbo la gente sigue viéndola.
La conversación sigue su curso y muchas palabras se me escapan. Soy un pésimo escuchador. Además en la tele -a todo volumen- dan las clasificaciones para el mundial de F1 en Bahrein. Fernando Alonso y el tiempo marcado por los competidores ahogan toda posibilidad de escucha.
Así es casi imposible ser escuchador. No digo ya ser un buen escuchador. Miguel Delibes -pienso- lo tenía más fácil.
Termino de tomarme el café y subo a escribir este artículo.
Dentro de dos horas daremos sepultura a don Miguel en el Cementerio de El Carmen. Descanse en paz don Miguel Delibes “el gran escuchador”.