Malditismo
(20/1/2011) Felices del mundo, abandonad la pluma, el cincel y el óleo. No tenéis nada que hacer. La felicidad está reñida con el arte y más con la obra maestra. Dicen.
Si usted querido amigo, procede de una familia convencional (no digamos feliz) y su infancia transcurrió por los derroteros de la vulgaridad y luego es un ciudadano “normalito”, de esos para lo que no legisla ningún gobierno progresista, pues entonces, desista de intentar la excelencia. Lo sublime está reñido con usted. ¡Dedíquese a otra cosa, hombre!
Lea la biografía de Patricia Highsmith. Su vida es el perfecto compendio de lo que he querido decirles. Infancia desgarrada (abandono del padre a poco de nacer la susodicha), odio visceral al padrastro, juventud entregada a todo tipo de excesos (alcoholismo incluido), mala relación con la madre (le confesó que cuando estaba embarazada de ella intentó abortar bebiendo aguarrás). Resultado: una mente perversa, con vaivenes emocionales pero capaz de crear personajes ponzoñosos y obras literarias como “Extraños en un tren”, que cuando Hitchcock puso su mano encima sería una obra maestra del cinemascope.
Y es que el malditismo es sugerente, literario, atractivo… Ahí tienen a Jean Genet, a Truman Capote, a Lucien Ducasse-Lautréamont, a Gérard de Nerval, a Rimbaud, a Artaud, a Malcolm Lowry, a William S. Burroughs o a Bukowski y a tantos y tantos. O tantas, que el malditismo no tiene sexo. Malditas por suicidas como Verónica Forrest-Thomson, Anne Sexton, Antonia Pozzi, Alfonsina Storni, Sylvia Plath, Virginia Wolf, Alejandra Pizarnik, Dora Carrington…Por sus amores no convencionales como Gertrude Stein, Natalie Clifford Barney, Patricia Highsmith, Erika Mann, Catherine Mansfield…por su voluptuosidad desordenada como Colette Peignot, Goliarda Sapienza, María de Naglowska… o por asomarse a los abismos de la demencia como Leonora Carrington, Violette Leduc, Alejandra Pizarnik,Unica Zürn…
Los malditos. Iconos de la decadencia. Mineros del realismo sucio.
Los malditos entregados cual posesos a sorber los tragos de la vida. A vivir como si cada hora fuera el final del tiempo, de su tiempo. “He sido pródiga, lasciva, alocada, atrevida y he amado con manos codiciosas e impúdicos ojos…” escribió Nancy Cunard, otra maldita.
Y Robert Walter , escritor fracasado que no maldito -aunque perdió la razón y era aficionado a la bebida- también escribió: “la dicha no es un buen material para el escritor”.
Por eso si oyen de alguien que alcanza la excelencia siendo una persona equilibrada en lo emocional y rezumando felicidad por las orejas, no se fíen.
La persona más entrañable de mi infancia, mi líder en ejemplos y “buenismo” fue Sor Sonrisa. Soeur Sourire para los belgas. Me salían alas oyendo cantar su “Dominique, nique, nique” aquella canción que, en Estados Unidos, desbancó al mismísimo Elvis Presley de la lista de éxitos.
Dominique-nique-nique s´en allait tout simplement
Routier pouvre et chantant
En tous chemin en tous lieux il ne parl´que du Bon Dieu
Il ne parl´que du Bon Dieu
Pero Sor Sonrisa, la hermana Luc-Gabriel y en el siglo Jeannine Dekers, se convirtió al malditismo. Trocó su Dominique por la Pilule d´or (la píldora de oro) toda una oda a la píldora anticonceptiva. Luego vinieron los problemas con el fisco, los escándalos por vivir con una mujer y por último el suicidio.
Anclada en el buenismo, oteó el malditismo y se precipitó en la dulzura de su abismo.
Ya les dije. No se fíen.