Los cataclismos y las ratas
(20/12/2024) Está demostrado. Las extinciones masivas que, de tanto en tanto, azotan al planeta Tierra -millones de años arriba, millones de años abajo- no solo son inevitables, sino que también resultan beneficiosas. Pensábamos que lo que no te mataba te hacía más fuerte y ahora sabemos que lo que no te aniquila, también.
Los científicos utilizando el Tangled Nature Model -modelo computacional de evolución ecológica- han llegado a la conclusión de que ante las catástrofes surgen nuevas oportunidades para algunas especies.
“Los colapsos generan oportunidades para el surgimiento de nuevas formas de vida” afirma Arwen Nicholson, coautora del estudio llevado a cabo por la Universidad de Exeter, ante el aplauso incondicional de las cucarachas, una de las especies que espera su oportunidad bajo el fregadero.
En la guerra que está perdiendo el sentido común frente al fanatismo, el Armagedón está cada vez más cerca y no sabemos a qué gran canalla le corresponderá apretar el botón nuclear, pero son tantos los aspirantes, que de lo que sí estamos seguros es de que alguno lo hará.
Hace 65 millones de años -millón arriba, millón abajo- el botón adquirió la forma de un meteorito despistado que cayó desde los cielos y aniquiló a todos los dinosaurios -especie reina por aquellos años-, pero un animal peludo, de apenas un cuarto de kilo, que se alimentaba de insectos y al que el Tiranosaurio Rex miraba por encima del hombro, aprovechó su oportunidad para llegar a lo más alto convirtiéndose en el ancestro común del que descendemos los mamíferos. Aquel mindundi, sin porte y sin futuro, se convirtió en la forma de vida más exitosa de la Tierra. Y todos gracias al cataclismo que bajó del cielo.
Estos oportunistas a la espera de medrar siempre han existido y ahora se esconden bajo las cañerías y las cloacas esperando su momento.
Con lo dicho hasta aquí, queda demostrado que el éxito en términos evolutivos corresponde al animal más cobarde, como ese bichejo que, mientras los dinosaurios daban la cara enfrentándose a los depredadores, se escondía en oscuras madrigueras atiborrándose de mosquitos. Y de estos entrañables antepasados descendemos usted y yo, querido lector.
¿Quién dijo que la suerte siempre acompañó a los mejores? ¿quién afirmó que la posteridad siempre perteneció a los más valientes? Los estudios confirman que casi todos los valientes murieron en las guerras por temerarios, mientras que los cobardes, que alegaron problemas de vista o de pies planos, permanecieron con las mujeres y nos legaron sus genes. Y junto a los cobardes los mandatarios, los jefes, esos que daban órdenes mientras permanecían a buen recaudo. De esos “héroes”, de esos oportunistas, de esos trapaceros descendemos usted y yo, como lo confirma la universidad inglesa, aunque ya sospechábamos algo.
Sólo los pusilánimes, aquellos que huían como ratas, y los jefes que daban órdenes desde los altozanos, inmunes a los peligros, contribuyeron a la propagación de la especie de la que formamos parte. Los muy sabios (sapiens).
Por eso cuando busquen en su árbol genealógico el nombre de algún antepasado célebre procure llegar a algún mandatario, mandamás o mandarín, de lo contrario tendrán que hacerse a la idea de que proceden, como casi todos, del cobarde de turno que se cortó los dedos del pie para no ir a las Guerras Púnicas y quedarse en el gineceo que era más divertido.
¿Son realmente buenas las extinciones masivas para la vida? se preguntan en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Y aunque no nos dan una respuesta clara y concluyente sabemos que, como cantara Bob Dylan, “la respuesta está en el viento”. Sobrevivir, señores de la Royal Society, es desarrollar argucias y solo los más taimados lo consiguen. Sobreviven los más canallas y entre estos los oportunistas, esos que han sabido nadar y guardar la ropa a lo largo de los siglos.
Así que dejen ustedes de utilizar modelos computacionales, dejen de simular con distintas variables para comprender el impacto de las perturbaciones en los ecosistemas, y echen una ojeada al mundo que los rodea. Un mundo lleno de cobardicas y de mandatarios. Mandatarios ya realizados porque han conseguido el poder, o frustrados al no haber despacho para tantos.
Somos primates tribales a la espera de un cataclismo que está al caer y que provocará cambios profundos en los ecosistemas, pero que logrará que alguna especie sobreviva y reine.
Las ratas están de enhorabuena.