Libro y clandestinidad

(20/9/2013) Cuando la ciudad se aburre, mete la mano en la chistera del pasado y saca a Miguel Delibes.

Que “El hereje” da mucho juego en la ciudad del Pisuerga y permite o provoca exposiciones como “El viaje de los libros prohibidos”.

Libros clandestinos -firmados por Erasmo o Lutero- que nos llegaban de las imprentas de Flandes y que tanto trabajo dieron a los inquisidores patrios. Vade,retro.

También de Basilea ciudad que tenía por santa costumbre editar los libros más bellos y más peligrosos del mundo -“Biblia del Oso”, “Biblia de Lutero”-. Que belleza y peligro han ido de la mano demasiadas veces en la historia y han matado muchos aburrimientos.

Delibes y “El hereje” o “El hereje” y Delibes, formando ya un dúo inseparable en la literatura. Que fuera de Delibes no hay salvación en esta tierra nuestra y es muy difícil “desdelibizar” Castilla como clamó en el desierto Avelino Hernández.

Libros prohibidos que cargaron a escondidas Julián Hernández y otros arriesgados antes de terminar con sus huesos en el quemadero.

Julián Hernández -Julianillo- disfrazado de mozo de mulas para traer desde Ginebra toneles y toneles de Biblias traducidas por Juan Pérez de Pineda, escritor protestante y español. O por Casiodoro de Reina, monje español que tradujo al castellano, desde tierra de herejes, todos los libros de la Biblia. La Biblia según Reina-Valera tan apreciada por los cristianos protestantes.

Libros prohibidos que descansan su viaje clandestino, junto a otros menos nómadas, llenando y adornando con sus pastas de héroes tantas librerías del mundo. Tantos santuarios del libro.

Santuarios del libro estudiados por Jorge Carrión -finalista del último Premio Anagrama de Ensayo- en su obra Librerías para contar y cantar las peculiaridades de sus espacios, la belleza de su arquitectura, el anecdotario de sus encuentros con los lectores. Para estudiar la tipología y la influencia -la intrahistoria- de unos lugares que le han impactado en ese viaje libresco, urbi et orbi.

Librerías que abarcan un ancho espacio, tan ancho como la mente de Carrión que extiende sus tentáculos-neuronas desde la Librería del Pensativo de la ciudad de Guatemala hasta Barnes & Noble, Chapters o Amazon. Pasando por Laie en Barcelona, Lello en Oporto, Lounge en Ciudad del Cabo, Virrey en Lima, FCE en Ciudad de México. Por nombrar algunas.

Que el acto de leer, tan perseguido otrora, tan clandestino desde antiguo, es tan natural “como caminar, como respirar, algo que hacemos sin que sea preciso pensarlo antes”, dice Carrión en su ensayo. ¡Claro!

Pero date una vuelta, Carrión, amigo y comprueba en ese “Viaje de los libros prohibidos” que ya hubo afamadas librerías y bibliotecas en la ciudad de Delibes y sorpréndete con la biblioteca médica del doctor Almenara o con la impresionante colección libresca del Conde de Gondomar en la Casa del Sol.

Porque la magnífica biblioteca de don Diego Sarmiento de Acuña -Conde de Gondomar- tenía tantos libros -dicen que catorce mil- que hasta el gran Quevedo lo dejó escrito. Tolle, lege, Carrión, amigo:

“¿En qué materia del mundo no hay en España sola tantos libros como en todas las naciones en sola su lengua, en la qual están traducidos todos los griegos y hebreos y latinos, y franceses y italianos, como es de ver al que ha visto librerías en España, y entre todas, la del señor Don Diego Sarmiento de Acuña, que es toda de libros en la propia lengua, donde están de suerte que apenas los más de ellos se ven mejores en sus originales?”.

Pero estábamos hablando de aquellos libros prohibidos que terminaron su viaje en los conventículos de los iluminados, en los corazones heroicos de los buscadores de fe.

Libros peligrosos porque podían cambiar la ortodoxia, la realidad -y eso es mucho cambiar- y a los que había que perseguir sin tregua. Que lo dice Isaac Rosa autor de La habitación oscura, “la ficción literaria aún puede cambiar la realidad”.

Grande Isaac. Grande tu libro, tu novela “más oscura”, con vocación de clandestina pero sin llegar a tanto.

Que ahora son otros tiempos y tus personajes lejos de viajar para cambiar el mundo, se refugian en la habitación oscura “para esconderse, para redimirse”.

O para leer. Porque como dice Pablo García Baena -poeta creador del grupo Cántico y premio Príncipe de Asturias en 1984- “la vida es leer”.

Y por leer, muchos se jugaron la vida. Como les decía más arriba.

 



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