La rama y la canela
(28/02/2017) Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que José Zorrilla nació hace doscientos años en esta ciudad, ayuntamiento y colectivos vecinales se han volcado en un programa de actividades para que el vate tenga el reconocimiento que se merece (por si aún le parece poco tener un paseo (de Zorrilla), un estadio (de Zorrilla), una casa (de Zorrilla) y una estatua (de Zorrilla).
Si hubiera sabido don José Zorrilla Caballero, padre del poeta, que aquel vástago incorregible y desobediente, aquel mozalbete con pretensiones literarias, llegaría a ser más recordado que él, todo un relator de la chancillería, gobernador civil de Burgos y Sevilla y superintendente general de la policía, le hubiera dado un soponcio, sin duda.
-Quiero que vuelvas a Toledo y continúes tus estudios de Derecho. Esos estudios son muy necesarios para escalar peldaños en la carrera política.
-¡Que no, padre! Yo quiero ser poeta.
A don José Nicomedes que es todo un carácter le ha salido un hijo respondón que hace “novillos”. No entiende a su retoño y menos que el refranero le vuelva la espalda. Siempre creyó que aquello “de tal palo tal astilla” y “de casta le viene al galgo”, era una verdad como un templo, algo incuestionable como el altar, el trono y la patria.
-De la poesía no sacarás nada de provecho. Serás un muerto de hambre, un don nadie, ¡pardiez!
-Quiero ser poeta, padre.
Don José, a punto de perder la paciencia, se acuerda de las correas que tanto utilizó su padre. De la vara de avellano con la que le medía la espalda.
-Si no quieres estudiar Derecho, coge la mula, toma el camino de Burgos y marcha a Lerma a cavar las viñas del abuelo. Ya sabes, hay que alumbrar y podar para coger algo de uva, que el vino no es líquido que mane en las tabernas.
Y el muchacho, remiso y contrariado, se pone en camino. ¡Cómo desobedecer a un padre con tanto carácter y tanto mando!
Pero a medio camino, tras mucho pensarlo, decide que no, que lo suyo son los versos, que él no nació para letrado y menos para político fernandino como su padre; que Madrid es buena plaza para empezar como escritor aunque tenga que vivir la bohemia, sin dinero y al límite.
Y el padre clama al cielo cuando se entera del ultraje y marcha a la taberna para consolarse, contando a los amigos lo sucedido con hijo tan hostil a sus dictados. ¿A quién ha salido aquella alimaña?, ¿Qué sangre corre por sus venas?
-Verá, don José, lo de su hijo no es ninguna excepción -le asesora el amigo más amigo- también incluye el refranero a los muchachos que no salen a sus padres. O es que usted, don José, no ha oído aquello “de padre santo, hijo diablo”, o “a padre apañador, hijo desprendedor” o “a padre guardador, hijo gastador”…
-Ahora que lo dices…sí, lo he oído. Pero también he oído aquello de “el hijo del asno dos veces rebuzna”, “de padres gatos, hijos michinos”, “busca el tronco que la rama ya vendrá”, “de menuda rama viene la canela, para que no huela” o “hijo de gata, ratones mata”…Aunque mi mujer…no sé…Quizás ahí radique el problema…¡Vive dios!
-No, don José, no, es que el refranero no está nada claro y siembra confusión. A lo que usted me dice yo le podría responder con “predícame padre, que por un oído me entre y por otro me sale”, que eso es lo que ha hecho su heredero, o con el que sentencia que “de padre malo, hijo bueno; pero ya vendrá el nieto que saldrá al abuelo”.
Don José se queda pensativo, no entiende nada de nada, las viejas sentencias que tanto sirvieron a sus padres y a sus abuelos lo mismo valen para un roto que para un descosido. Los tiempos han cambiado que es una barbaridad, la francesada trastornó las virtudes en vicios. Todo se desmorona.
-¡Pardiez! ¿qué has querido decir con lo de “ de padre malo, hijo bueno”?…
-No se ponga así, don José, que el refranero a veces cambia términos y sentencia, en pro de la rima más acorde.
Don José apura el último trago en la taberna de “El Laurel”. El ruido en la mesa de al lado le saca de quicio y no puede por menos de clamar: “¡cuál gritan esos malditos, pero mal rayo me parta si en concluyendo la cata no pagan caros sus gritos!”. Todo un carácter. Don José Zorrilla Caballero.