La dedicatoria del lector
(10/6/2015) En el mundo literario hay una especie en extinción, un extremófilo que subsiste solitario en el páramo de las letras con los días contados ante el apocalipsis que se avecina: el lector.
Por ello, a quienes creemos en la necesidad de supervivencia de especie tan extraña, a quienes creemos en la biodiversidad de los homínidos, solo nos resta cuidarla y protegerla para que siga con nosotros. Eso o lograr su reproducción continua sin necesidad de apareamiento alguno como hace el pez sierra, según recientes descubrimientos científicos.
Manuela Carmona, candidata a la alcaldía de Madrid con todos los números a su favor en el bombo, se lo ha dicho bien claro y bien alto a los muchos periodistas que la atosigaban en la Feria del Libro: “hoy es el día de los lectores, ya tendrán ustedes sus días”. Que lo primero es cuidar a quienes están en peligro de extinción, los lectores.
Lectores tan escasos que pronto provocarán que los autores -especie con gran capacidad reproductiva- se movilicen cada vez más y cual Diógenes con farol por la Atenas literaria le griten a la noche: ¡¡Busco un lector!!
Antonio Taravillo imagina la feria del libro del futuro con autores haciendo cola ante las casetas donde firmarán sus libros los lectores.
-¿Es usted lector de mi novela?
-Sí, ¿qué desea?
-Deseo, mire usted que me dedique el libro. ¡Le admiro tanto como lector!…
“El supuesto apocalipsis editorial, la tan cacareada muerte del lector, dejará un planeta poblado por grafómanos onanistas; primates letrados que, como los de 2001, husmean perplejos un tótem con forma de libro” nos avisa el crítico literario Ignacio Echevarría.
Y es que con la irrupción de la videocracia, neurólogos y psicólogos están alarmados al confirmar con sus estudios que nuestro cerebro pierde capacidad de concentración y que lo de leer largo y profundo ha pasado a ser una de tantas hazañas contadas por el abuelo.
Maryanne Wolf, neurocientífica, lo grita bien alto desde la universidad de Tulfs: “temo que la lectura digital esté cortocircuitando nuestro cerebro hasta el punto de dificultar la lectura profunda, crítica y analítica”.
Porque leer se lee mucho, dicen. Los nativos digitales, la generación Google, leen mucho, sí, pero son textos cortos que llegan al teléfono inteligente (también llamado smartphone) para que saltemos, cual acróbatas del clic, de un vínculo a otro. Mensajes cortos y superficiales, de esos que exigen pensar poco y ahorrar en aspirinas.
Incapaces de analizar textos complejos los lectores se dedican a la lectura superficial, hecha a toda prisa, con el dedo índice alocado, saltando pantallas cual posesos, según ha demostrado el estudio de David Nicholas presentado en el University College de Londres y que ha dado la vuelta al mundo.
El autor ha de salir, por tanto, a la búsqueda de lector, pero no de cualquier lector sino de aquel que pueda con las trescientas páginas de su novela, sin pedir vacaciones laborales ni desmayarse en el intento.
Andrew Dillon, psicólogo de la información en la Universidad de Austin, nos recuerda también, por si no nos habíamos enterado, que “asistimos a un cambio en nuestra forma de leer. Durante siglos apenas ha habido modificaciones…ahora todo es diferente. Vamos saltando de un vínculo a otro. Leemos mucho pero de una forma muy superficial…Tenemos que dar a la mente la oportunidad de manejar ideas complicadas”.
Resumiendo: si ven un lector cuando salen de fin de semana al monte o cuando pasean por la playa, avisen por favor a la central de la AANL -Asociación de Autores No Leídos- para que, como ocurre con los taxistas, llegue cuanto antes el autor mejor situado para darle alcance. Es una especie en extinción y excepcional, repito.
Tan excepcional que el último barómetro del CIS señala que la mitad de los españoles no compró ningún libro en 2014 y que el 35% no lee nunca o casi nunca.
Y los que leen no comprenden por falta de concentración.
La clave de lo que ocurre nos la da la lingüista Naomi Baron tras sesudos experimentos:
“Tengo alumnos para los que la lectura es el tiempo que transcurre hasta el siguiente bip que les anuncia que tienen un mensaje en el móvil, que un amigo ha actualizado su Facebook o que tiene un Whatsapp…Es muy difícil concentrarse porque la hiperconexión hace que temas estar perdiéndote algo. Somos socialmente más inseguros y estamos más estresados”.
Pronto habrá un Premio Cervantes para el mejor lector en lengua española. Al tiempo.